jueves, 4 de octubre de 2012

LA ADQUISICIÓN DE LA IDEOLOGÍA

Todos sabemos algo o bastante acerca de la herencia genética que recibimos de nuestros progenitores. A partir de dicha herencia se moldean nuestras características fisiológicas, morfológicas y bioquímicas. Es por ello, que a partir de esta premisa irrefutable, cualquier capacidad que desarrollamos solemos buscarla en nuestros antecesores de primer, segundo o tercer grado. Mi madre siempre me decía, cuando salía a relucir mi habilidad en el cálculo numérico elemental, que eso lo había heredado de un tío suyo que era muy inteligente, algo que yo creí cuando era niño, aunque ahora tenga bastantes reticencias al respecto. Sin embargo, cuando me he puesto a buscar antecedentes familiares en asuntos ideológicos, no he encontrado ningún antecedente familiar con dichas características. Lo de encontrar antecedentes más lejanos con un carácter parecido es más complejo, pues sólo he llegado a conocer a mi abuela materna.
Supongo que todos en algún momento nos hemos preguntado por el momento en el que se adquiere el carácter. ¿Es innato o se adquiere y modela con el paso del tiempo? ¿Y la forma de pensar? ¿Y la ideología? Siempre me he preguntado si somos propensos a adoptar una ideología de forma innata o viene modelada por el carácter, la educación, las interacciones personales y la situación social del individuo.
Recuerdo una anécdota que mi amigo Antonio se encargaba de repetir con frecuencia. “Jesús Félix ya era ateo cuando tenía 12 años”. Esto sucedió un día que íbamos juntos al colegio y en el que nos pusimos a hablar de Dios. A mí por entonces no me entraba en la cabeza el Dios que aparecía en la Biblia, pues me parecía un personaje malvado y vengativo, aparte de contradictorio y de que su existencia chocaba con muchas de las cosas que nos enseñaban en clase. Muchas veces preguntaba acerca de quién mentía si la Biblia o mis profesores. Igualmente, analizando la situación del Mundo, me parecía que ese Dios del que nos hablaba la Biblia estaba en dejación de funciones y que el Mundo no tenía supervisión por su parte, ni los seres humanos teníamos en él a quien velase por nosotros. Le acabé diciendo a Antonio lo que realmente llevaba creyendo por un tiempo, que Dios no existía y que lo habían inventado los hombres por miedo a la muerte y para dar una explicación fácil a lo desconocido.
Cuando he oído esta anécdota repetida en mis amigos, siempre me he preguntado por qué un niño de 12 años puede ser ateo, teniendo argumentación para defender su postura, habiéndose criado en un ambiente contrario a esas ideas y que se intentó inculcarle sus creencias. Ante la falta de complicidad familiar, siempre lo achaqué a que era culpa de mi carácter rebelde, (desobediente, según mi madre). Ahí es cuándo me empezó a interesar el origen del carácter humano, para comprobar qué parte de ese carácter era innato y qué parte era adquirido.
Lo que está claro es que algo debe de haber innato sino todos los bebés se comportarían de igual forma y eso no es así. Los hay de carácter más tranquilo y más nervioso. Más difícil es saber hasta qué punto eso es hereditario o es una primera opción de comportamiento por la que se opta sin saber el porqué.
Ahí es cuando me topé con Fancis Galton, (curiosamente fue primo de Charles Darwin), que afirmaba que el carácter y el genio eran hereditarios. Esto me resultó más que contradictorio ya que no lograba encontrar reflejado mi carácter en mi núcleo familiar. De no ser por la gran similitud física que tengo con mi padre, (mirando 30 años atrás en el tiempo), hubiera dudado de si en la Maternidad del hospital Santos Reyes de Aranda de Duero hicieron correctamente su trabajo en el momento que vine al mundo. Sí que tenía cierto parecido en el fuerte carácter de mi progenitor, salvo que mientras que él hace uso de él muy a menudo, yo lo guardo como quien guarda un súper-poder que sólo ha de usar en momentos muy concretos, mientras hace uso de un carácter opuesto. Algo que sí que me comenzó a convencer fue cuando mi madre me empezó a hablar de su suegro, (mi abuelo paterno), que era alto, muy tranquilo y socarrón, (un vago, según mi padre). Eso ya me cuadraba más, ya que teníamos ciertos parecidos, aunque ideológicamente no comulgara con él, (siempre tomando como buenas las reseñas que de él me han hecho). A partir de aquí, tomé como bueno algo de lo que me habló mi madre acerca de un salto generativo por el que nos parecemos más a los abuelos que a los padres, algo que científicamente no tiene respaldo, salvo la aparición de algún gen recesivo en los hijos que se podría perder en los nietos.
Entonces, ¿el carácter se puede heredar? ¿Por qué yo tengo un carácter y una ideología tan diferente al del resto de mi familia? Es muy difícil e incluso controvertido afirmar que podamos heredar la personalidad, los gustos, el carácter, las capacidades o la inteligencia. Según unas investigaciones del instituto Pasteur, nacemos con sólo el 10% de los cien mil millones de neuronas ya interconectadas, de ahí una posible explicación acerca del carácter de los recién nacidos. El 90% de las conexiones restantes se irán construyendo progresivamente a lo largo de nuestra vida en función de las influencias de la familia, la educación, la cultura, la sociedad y el medio ambiente. Sostiene también que la estructura mental no es inmutable, y que la plasticidad cerebral hace que continuamente aparezcan nuevos circuitos neuronales basados en la experiencia y en el aprendizaje, por lo que, a nivel cerebral, nada es fijo o programado desde el nacimiento. Igualmente, otro estudio realizado por profesores de la Universidad de Harvard sostiene que la factores como la genialidad no dependen de los genes sino de una constelación de factores que no son genéticos sino psicológicos y que los procesos afectivos y cognitivos involucrados en la creatividad son el resultado de una combinación entre educación, genética y factores sociales, por lo que podría ser extrapolable a otros factores.
A partir de aquí es fácil llegar a la conclusión de que, a pesar de poder tener ciertos matices en el carácter y de que gran parte de las interacciones sociales las realizamos dentro del núcleo familiar, no se puede afirmar que se transmiten la personalidad, los gustos, el carácter, las capacidades o la inteligencia. Bien es cierto que se parte de un patrón importante, pero las interconexiones neuronales las vamos completando en función del entorno y las experiencias. Esto sería algo así como que tenemos una base heredada, pero la mayor parte de nuestra personalidad la vamos creando nosotros mismos y somos nosotros quienes vamos forjando nuestra forma de ser, así como el carácter y la ideología, ésta última siempre influencia por el entorno y la situación social, los gustos, las afinidades, los valores, la ética…
En fin, que todas mis preocupaciones acerca de mis diferencias ideológicas y de forma de ser con mi núcleo familiar se debe a las distintas opciones por la que he ido optando en función del conocimiento, las experiencias y el entorno social, es decir, que aunque pueda tener una pequeña base común heredada, el resto lo he ido generando con el paso del tiempo y, no es más, que he construido mi personalidad en una dirección diferente. Al fin y al cabo, ese es el objetivo, formar nuestra personalidad y nuestro futuro intentando seleccionar todo aquello que nos genere mayor satisfacción o afinidad, aunque se genere una personalidad muy diferente a la nuestros familiares más cercanos.