lunes, 30 de diciembre de 2013

LOS SUEÑOS RECURRENTES

Cuando era niño tenía un sueño recurrente. Tenía como escenario la casa de mi abuela materna, que es el lugar donde vivíamos los fines de semana que íbamos al pueblo de mis padres. Por aquellas épocas, para que los niños fueran obedientes e hiciesen lo que los padres querían, se les intimidaba con que acudiría el coco, el sacamantecas o algún otro ser temible para los pequeños infantes en el caso de no hacer lo ordenado, muy basado todo ello en las tradiciones de la cuasi analfabeta España franquista. Eso provocó que durante en mi infancia tuviese una pesadilla reiterada con este tema, pero no provocó que fuera más sumiso a mis progenitores.

Ese sueño recurrente tenía lugar en la pequeña cocina de dicha casa de mi abuela materna. La amenaza venía de la despensa que comunicaba con la bodega, (que para mis primos y para mí era una enigmática cueva a la que no se podía acceder porque allí es donde residían estos malévolos personajes). El sueño siempre era igual. Toda la familia estaba reunida allí, atemorizada por uno de esos seres amenazantes al que sólo podíamos oír, pero que sabíamos que iba a parecer en cualquier momento. En cuanto aparecía, sin llegar a ver su rostro, yo solía saltar de la cama.

Muchos años más tarde, tras haber terminado mis estudios universitarios, soñé repetidas veces que estaba trabajando sin la titulación académica pertinente por lo que corría peligro mi puesto de trabajo. En estos casos nunca me desperté durante el sueño, pero he de reconocer que en numerosas ocasiones dudaba de si había terminado o tenía que ponerme a estudiar urgentemente porque se me acababan las convocatorias. Al final tenía que recordar el día de la presentación del proyecto Fin de Carrera para convencerme de que todo había sido un sueño producto de mi subconsciente.

Al igual que estos dos sueños, tuve otros que también se repitieron en varias ocasiones, y casi todos ellos acontecieron cuando aún era menor de edad.

Por lo general, según la mayoría de expertos en psicoanálisis, los sueños recurrentes se repiten con poca variación en el tema. Aunque pueden ser positivos, la mayoría de ellos son pesadillas. Los sueños pueden recurrir porque un conflicto plasmado en el sueño permanece no resuelto e ignorado, por lo que una vez se ha encontrado una solución al problema, éstos suelen cesar. Se podría decir que los sueños recurrentes tienen un papel adaptativo tan importante como el de la sensación de dolor. Igual que el dolor alerta acerca de un problema, los sueños recurrentes tendrían un altísimo valor adaptativo porque mostrarían un peligro o una amenaza pendiente de atender para asegurar la correcta salud mental, sin la cual no existe posibilidad de adaptación.

Esta corriente de opinión se cimenta en que el inconsciente se forma con las capas de las experiencias, los aprendizajes, las emociones y los recuerdos que se almacenan desde el primer día de vida. La emoción del momento puede reprimirse pero el inconsciente es el que dicta de forma silenciosa el comportamiento, aunque la conciencia puede bloquear o vetar un acto iniciado por el cerebro, ya que los procesos eléctricos inconscientes preceden en hasta seis segundos a las decisiones conscientes.

Sin embargo, existe otra línea de opinión al respecto, sostenida mayoritariamente por aquellos expertos que considera al psicoanálisis como una pseudociencia, según la cual los sueños solamente son imágenes absurdas producidas por el cerebro. Los sueños funcionarían como una especie de “protector de pantalla”, estimulando al cerebro para mantenerlo en forma durante largos períodos de inactividad. El cerebro seguiría produciendo ciertos neurotransmisores mientras algunas regiones del cerebro permanecen inactivas. Esta teoría se basa en que el contenido del sueño no tiene ninguna importancia mientras el cerebro se mantenga en actividad. Todo esto viene respaldado por el funcionamiento de nuestra memoria, pues todos los recuerdos pasan de una región del cerebro a otra antes de ser almacenados y se sueña con dichos recuerdos durante ese intervalo.

Yo, por mi experiencia, sí que creo que los sueños, por lo general, están vacíos de significado y que, por lo general, es una manera que utiliza el cerebro de almacenar la nueva información recopilada. Es por eso que cuando se conoce gente significativa o se tienen experiencias especiales, se suele soñar con ello. También creo que el hecho de que un sueño llame la atención de quien lo ha padecido, bien por placentero, bien por traumático, hace que al recordarlo se tengan muchas más posibilidades de volverlo a padecer, debido al funcionamiento de nuestra memoria, pues en lugar de almacenarlo, dicho recuerdo se mantendría latente, lo que acabaría convirtiéndolo en sueño recurrente en el caso de volver a soñar con dicho recuerdo. Es por eso que ningún sueño recurrente suele ser neutro, o bien es una pesadilla o bien es un sueño placentero, aunque estos sean los menos frecuentes.

El caso es que volviendo a la corriente de los defensores del psicoanálisis, me llamó la atención escuchar una frase dicha por el psiquiatra y psicólogo suizo, Carl Gustav Jung, (fundador de la escuela de psicología analítica, también llamada psicología de los complejos y psicología profunda, y figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis), que dijo que “un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir donde el remitente de la carta es tu subconsciente que tiene un mensaje para ti”. Haciendo caso de esta premisa y teniendo en cuenta que hace unos pocos días volví a tener el último sueño recurrente descrito al inicio, no me va a quedar más remedio que hablar seriamente con mi subconsciente para ver qué me quiere decir de una vez por todas, ya que se está empezando a repetir un poco en su mensaje.


sábado, 14 de diciembre de 2013

LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD

Considero que la teoría de la relatividad es la teoría más importante plasmada por el hombre. Si hablamos de popularidad, sin duda, sería la segunda, ya que la teoría de la existencia de un ser supremo creador que englobaría a todo aquel compendio de explicaciones o esforzados razonamientos que se han dado para intentar demostrar, sobre el papel, dicha existencia o, al menos, la no posibilidad de su no existencia, sería la primera. Yo, como soy de los que piensan que ese ser creador es un invento del hombre, para así cubrir sus eternas necesidades de seguridad e idolatría y ya de paso dar una banal y fantástica argumentación acerca del posible origen de todo esto para cubrir sus necesidades de conocimiento, me decanto por las investigaciones de Albert Einstein.

Curiosamente, Einstein ganó el premio Nobel, no por esta teoría, sino por sus contribuciones generales a la física teórica. Al parecer, la persona encargada de evaluar dicha teoría para la tan politizada academia sueca no fue capaz de entenderla y ante el temor de galardonar una teoría que pudiese ser errónea, decidieron no correr el riesgo.

En el momento que Albert Einstein postuló sus teorías, la física estaba sustentada por dos grandes pilares cimentados por dos de los científicos más grandiosos de la ciencia. Un pilar era la teoría de la mecánica, donde todos los conocimientos de cinemática y dinámica desde Aristóteles hasta Galileo, fueron condensados por Newton en la denominada actualmente teoría de la Mecánica Clásica. El otro pilar condensaba la otra mitad de la física y englobaba los efectos magnéticos y eléctricos conocidos desde los griegos hasta los últimos estudios de Oersted, Faraday y Lenz, entre otros. Toda esta información técnica fue unificada por el científico inglés James Maxwell en la “Teoría del Electromagnetismo”. Sin embargo, fueron apareciendo algunos nuevos cuestionamientos o efectos físicos desconocidos como el efecto fotoeléctrico, la fórmula de la radiación de un cuerpo caliente o las rayas en los espectros de emisión del Hidrógeno, que no encontraban cabida en ninguno de estos dos pilares, según los conceptos del momento.

A principios del siglo XX, la Ciencia estaba tratando de determinar las diversas propiedades de la luz, su velocidad exacta, su naturaleza, su energía o su medio de propagación entre otros. Se pensaba que el medio utilizaba la luz para propagarse era el éter, un teórico fluido que se encontraba en todo el universo, transparente y de baja densidad que inundaba todos los huecos del espacio. Sin embargo, todos los experimentos de medición de haces de luz realizados en la época llegaban a conclusiones que determinaban que el éter no existía.

En este escenario Albert Einstein presentó su teoría física basándose en dos postulados, (afirmaciones sin demostración), para explicar la naturaleza del Universo. Uno es que la luz se mueve siempre a velocidad constante de unos 300.000 km/s. con respecto a cualquier observador e independientemente de la velocidad de la fuente emisor, (exactamente a 299.793 kilómetros por segundo), contradiciendo la relatividad Galileo, y además se propaga en el vacío. El otro es que no existe ningún experimento posible en una nave que nos permita saber si nos estamos moviendo y la prueba más palpable es que los pobladores de la Tierra no podemos apreciar los movimientos traslaciones y rotacionales de ésta. Más tarde dichos postulados fueron demostrados.

A partir de estos postulados se concluye que cada sistema de referencia tiene su propio espacio-tiempo y que la idea de un tiempo absoluto como lo había planteado dos siglos antes Newton estaba errada. Matemáticamente la velocidad es igual al espacio recorrido sobre el tiempo empleado, pero si la velocidad de la luz es constante, el tiempo no podría ser un concepto rígido, por lo que cuanto más rápido te mueves, el espacio se ha de contraer y el tiempo se ralentiza, por lo que se envejece más lentamente, (experimentos realizados con muones, partículas atómicas elementales, confirman dicha afirmación).

De estas premisas teóricas Einstein obtuvo una serie de ecuaciones que tuvieron como consecuencias el aumento de la masa con la velocidad. Uno de sus resultados más importantes fue la equivalencia entre masa y energía, según la conocida fórmula E=mc², en la que c es la velocidad de la luz y E representa la energía obtenible por un cuerpo de masa m cuando toda su masa sea convertida en energía.

Todo esto fue demostrado en el año 1932 y dio lugar a impresionantes aplicaciones concretas en el campo de la física, (tanto la fisión nuclear como la fusión termonuclear son procesos en los que una parte de la masa de los átomos se transforma en energía). Los aceleradores de partículas donde se obtiene un incremento de masa son un ejemplo experimental clarísimo.

Con todo esto, que se denominó “Teoría especial de la relatividad”, (publicada en 1905), Albert Einstein reformuló toda la física clásica de Newton conocida hasta ese momento. De aquí en adelante la mecánica clásica sería sólo un caso particular de una mecánica más amplia y general, llamada más tarde Física Relativista, y que se aplica a las partículas que se mueven a grandes velocidades.

Sin embargo, Einstein se dio cuenta de que el que todas las leyes de la naturaleza fueran las mismas para todos los observadores que se mueven con velocidad uniforme, unos con respecto a otros, discriminaba a los observadores que aceleran, como es el hecho de que una persona que cae al vacío no siente su propio peso, y que los efectos producidos por un campo gravitacional equivalen a los producidos por el movimiento acelerado. Su teoría de la relatividad restringida sólo era válida, por lo tanto, para sistemas inerciales, es decir, sin aceleración, y quería hacerla extensiva también a sistemas acelerados.

Además, la teoría de la relatividad especial, basada en el principio de la constancia de la velocidad de la luz sea cual sea el movimiento del sistema de referencia en el que se mide, no concordaba con la teoría de la gravitación newtoniana, que dice que la fuerza con que dos cuerpos se atraen depende de la distancia entre ellos, puesto que al moverse uno de ellos tendría que cambiar al instante la fuerza sentida por el otro, es decir, la interacción tendría una velocidad de propagación infinita, violando la teoría especial de la relatividad que señala que nada puede superar la velocidad de la luz.

A partir de estas premisas, tras ocho años de investigación y tras varios intentos fallidos de acomodar la interacción gravitatoria con la relatividad, Einstein sugirió que la gravedad no es una fuerza como las otras, sino que es una consecuencia de que el espacio-tiempo se encuentra deformado por la presencia de masa. Así acabó publicando en 1915 la “Teoría general de la relatividad”, estableciendo que el espacio y el tiempo son en sí mismo como un tejido que se puede retorcer en presencia de enormes masas, lo que significaría que el espacio es flexible, por lo que el tiempo también lo es, al ser el espacio-tiempo una entidad relacional. Por ello, el tiempo transcurre más despacio es sistemas gravitacionales más fuertes.

El caso es que Einstein encontró que la teoría de Newton estaba incompleta y sólo era aplicable para bajas velocidades en relación con la velocidad de la luz. Elaboró una descripción de la naturaleza más precisa que la de Newton. Pero la naturaleza no va a modificar su comportamiento para satisfacer la teoría de la comunidad científica, sino que es la comunidad científica quien deberá seguir progresando en sus investigaciones para que las posteriores teorías describan la naturaleza mejor que todas las teorías anteriores.