martes, 24 de junio de 2014

LOS INVENTOS ESPAÑOLES

En la anterior entrada, en la que hablaba acerca de una ilusión de juventud, hice mención a que mis amigos y yo considerábamos que los inventos españoles más conocidos del siglo XX, (el chupachús, la fregona y el futbolín), consistían en poner un palo a algo, (un caramelo, un trapo o unos muñecos). Sin embargo, a lo largo de historia, siglo XX incluidos, han habido otros inventos españoles que son mucho más sofisticados e ingeniosos.

Por cierto, el chupachús fue inventado por el asturiano Enric Bernat a mediados de los 50. La idea de ponerle un palo al caramelo le surgió al comprobar que los caramelos son mayoritariamente consumidos por niños y que éstos acostumbran a sacárselo continuamente de la boca con la mano, por lo que añadirle un palo facilitaba esta operación. La fregona fue patentada en España en 1964 por el aragonés de origen riojano Manuel Jalón que, durante una estancia en Estados Unidos, observó cómo los hangares se fregaban con una mopa plana y un cubo con rodillos y al volver a España decidió fabricar su propia versión de lo que había visto. Más tarde también patentaría la aguja hipodérmica desechable. Y el futbolín fue inventado por el gallego Alejandro Campos durante la Guerra Civil en 1937, mientras sanaba en un hospital de Barcelona de sus heridas provocadas por un bombardeo en Madrid, para suplir el que los heridos no pudiesen jugar al fútbol. También inventó y patentó un pasahojas de partituras accionadas por el pie, pero al exiliarse se perdieron los registros de ambas patentes, aunque sí que pudo patentar el pasahojas en Francia y comercializar el futbolín en Guatemala. Cabe destacar que cuando inventó el futbolín ya existía una versión similar en Europa denominado fútbol de mesa aunque era desconocida en España.

En cuanto al resto de inventos creados por españoles, cabe destacar unos cuantos:

El submarino tiene un origen muy español. En 1859, el catalán Narciso Monturiol construyó el Ictíneo, considerado el primer submarino propulsado, que utilizaba propulsión independiente de aire o anaeróbica por vapor y, en 1888, el murciano Isaac Peral diseñó el prototipo de un submarino de propulsión eléctrica que pasó a ser el primer submarino torpedero.

En 1923, el murciano Juan de la Cierva y Codorníu diseñó una aeronave de ala giratoria denominado autogiro o girocóptero que incorporaba un rotor articulado, pieza fundamental para la construcción de helicópteros. Al año siguiente, el madrileño Federico Cantero Villamil, diseñó la denominada “libélula española”, considerado uno de los primeros helicópteros, (diez años antes de que el ingeniero soviético Igor Sikorsky se atribuyera la invención del helicóptero). Curiosamente, Juan de la Cierva y Hoces, sobrino de Juan de la Cierva y Codorníu, inventó un estabilizador óptico utilizado para eliminar los efectos de movimiento, vibraciones y desenfoque de las cámaras denominado Dynalens, por el que obtuvo el Óscar cinematográfico a la mejor contribución técnica a la industria cinematográfica en 1.969.

El primer tren articulado también fue español. En 1942 nació el Talgo, (Tren articulado ligero Goicoechea Oriol), desarrollado por los vizcaínos Alejandro Goicoechea y José Luis Oriol.

El inventor del primer laringoscopio fue el maestro de canto operístico madrileño Manuel Vicente García en 1.855. Posteriormente, sería introducido en la práctica médica por el médico alemán Johann Czermak, que lo mejoraría.

A finales del siglo XIX, el arquitecto e ingeniero vizcaíno Alberto Palacio diseñó el primer puente transbordador. Junto a Ferdinand Arnodin construyó uno veintena de ellos por todo el mundo, destacando el Puente Colgante de Vizcaya que une las localidades de Guecho y Portugalete, construido en 1893 y considerado el más antiguo del mundo. Aún está en funcionando y fue declarado en 2006, Patrimonio de la humanidad de la UNESCO.

Incluso el traje espacial tiene un origen muy español, ya que en 1.935 el ingeniero militar español Emilio Herrera diseñó en 1935 la escafandra estratonáutica, considerado como el primer traje espacial y que inspiraría posteriormente a los utilizados en la carrera espacial.

Pero, sin duda, para mí el gran inventor español fue el ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo. En 1902 perfeccionó el dirigible construyendo tres años después el primer dirigible español que incluía estas novedades, en 1903 inventó el Telekino, (considerado el primer mando a distancia), en 1.912 el “Ajedrecista”, un autómata considerado el primer videojuego de la historia. También inventó el puntero láser, mejoró el proyector de diapositivas y diseñó una máquina calculadora capaz de almacenar dígitos decimales, realizar operaciones binarias y comparar cantidades, (precursora de las modernas calculadores científicas electrónicas), aunque por lo que más fue destacó fue por la construcción de varios transbordadores, funiculares o teleféricos, destacando el transbordador aéreo Niagara Spanish Aerocar que atraviesa las cataratas del Niágara y el tranvía aéreo del monte Ulía en San Sebastián.

Hay otros inventos españoles de origen desconocido o no personificado. La bota, el botijo o el porrón son de uso casi exclusivo nuestro por lo que serían inventos no exportados. El galeón o el arcabuz (una antigua arma de fuego) parecen tener sus orígenes en la Corona de Castilla, al igual que el cabrestante, que es un dispositivo mecánico consistente en un rodillo o cilindro giratorio que, impulsado manualmente o a través de un motor, levanta o desplaza grandes objetos o cargas con un cable. Aunque de esta categoría habría que destacar el cigarrillo, pues los primeros cigarrillos de papel manufacturados y empaquetados se comercializaron en España en torno a 1825. El origen parece estar en los mendigos sevillanos que durante más de un siglo aprovecharían los desechos de las hojas de tabaco, triturando los desperdicios y liándolos en finas hojas de papel de arroz, hasta popularizarlo.

Igualmente hubo otros más genéricos que se han podido llegar a considerar como tal, aunque se trata de productos comercializados en exclusiva en España y que eran similares a otros existentes en otros países, como la grapadora, el sismógrafo o el afilalápices. En esta categoría también deberían estar incluidos la fregona o el futbolín, a pesar de ser considerados inventos españoles.

También hubo ideas parecidas al Red Bull, (al que también hago referencias en la entrada anterior), como la Juanola, el Ceregumil o el Ciripolen, pero se quedaron en productos no exportados al mundo.

En definitiva, que aunque este país nunca se haya destacado por estar a la vanguardia del I+D+i sino más bien a la retaguardia, esto no ha evitado que mentes brillantes hayan desarrollado su ingenio para aportarle algo al mundo.


lunes, 9 de junio de 2014

LA IDEA DEFINITIVA

Con Marcos he compartido gran parte de mi vida, pues somos amigos desde que éramos niños. Fuimos juntos a la misma clase en el colegio durante seis años, fuimos al mismo instituto, coincidiendo en la misma clase durante un curso, vivimos en el mismo piso compartido durante el período universitario y hemos seguido compartiendo muchos momentos desde entonces.

Hace no mucho tiempo le recordé una de sus famosas frases que decía: “Muy mal se nos tiene que dar para no retirarnos a los 40”. Esta frase la repitió constantemente cuando ideábamos nuestros proyectos de futuro en la época universitaria. En la ideación de estos proyectos solíamos contar con Jorge y con Jesús, que eran los que tenían una mentalidad más emprendedora por aquel entonces y con los que pasábamos buenos ratos mientras comentábamos las posibilidades que se podían llevar a cabo en el mundo real.

Barajábamos distintas ideas, alternativas al proyecto profesional en ciernes de cada uno, pero como el fundamento era profesional, buscábamos ideas para proyectos que pudieran ser bastante rentables y así poder llevar a cabo la frase de Marcos, que se había convertido en nuestro lema. Recuerdo que un día Jorge introdujo una alternativa a los campos que tocábamos y comenzó a hablar acerca de sencillos inventos que habían reportado beneficios exagerados a quien los había llevado a cabo. Uno era el del velcro, inventado por el ingeniero suizo George de Mestral en la década de los 40. Para su creación se inspiró en los frutos de algunos cardos Arctium, (conocidos popularmente como  arrancamoños, abrojos o cadillos), que se enganchaban constantemente a su ropa y al pelo de su perro. Al examinar el material de estos frutos a través de un microscopio consiguió distinguir distintos filamentos entrelazados terminados en pequeños ganchos, que poseían una gran adherencia a los tejidos. Acabó patentando la idea en 1951, denominándola velcro, como acrónimo de velours-crochet, (terciopelo-ganchillo). La otra idea fue la del limpiaparabrisas intermitente, inventado y patentado en 1964 por el ingeniero estadounidense Robert Kearns y que fue copiado por los fabricantes automovilísticos Ford, General Motors, Mercedes y Chrysler. En la década de los 90  Robert Kearns fue fuertemente indemnizado por Ford y Chrysler como compensación por la violación de la patente, tras largos procesos judiciales, lo que inspiró a Jorge a hablar de dicho invento. Por cierto, el limpiaparabrisas fue inventado por la estadounidense Mary Anderson a principios del siglo XX, patentándolo en 1905 e inspirándose en las continuas paradas que tenían que hacer los conductores de los tranvías para salir a limpiar la suciedad, el agua y el hielo que se impregnaban en los parabrisas, aunque no utilizó su creación para obtener beneficios lucrativos.

Partiendo de esto y de nuestra nacionalidad, comenzamos a considerar esta opción, pues algunos de los inventos españoles más conocidos son el chupachús, la fregona o el futbolín, que, de manera simplista, decíamos que los inventos españoles consistían en poner un palo a algo, (un caramelo, un trapo o unos muñecos). Eso conjugaba perfectamente con nuestra filosofía del proyecto, algo sencillo y potencialmente lucrativo de una manera considerablemente rápida y que nos retirase de la vida productiva para pasar a otra más contemplativa u ociosa.

Había muchos inventos que nos servían de referencia. En muchos casos, la persona que había triunfado lo había conseguido gracias a ser pionero en un campo concreto, como era el caso más conocido, el de Bill Gates, a partir de introducir un sistema operativo para equipos personales y apostar, (al igual que su principal competidor, Steve Jobs), por el ordenador personal como opción de futuro en lugar de los terminales conectados a servidores centrales. En otros casos, la idea había surgida de forma casual, ante una necesidad surgida o ante una utilidad novedosa descubierta que no estaba cubierta por ninguno de los productos disponibles en el mercado.

Evidentemente, tras muchas propuestas de ideas o de posibles negocios innovadores que nos pudiesen lanzar hacia una vida laboral breve y resolutiva, desistimos en el intento al no acabar encontrando una idea convincente y al enteramos de que menos del 1% de las ideas de productos nuevos acaban triunfando y que, por lo general, la casualidad no es tanta, ya que las grandes ideas tenían que caer en las manos adecuadas para poder llegar a ser desarrolladas y reconocidas. Para nosotros, era demasiado esfuerzo para tan pocas opciones de éxito, aunque nos divertimos mucho en el intento.

Lo más curioso es que una idea muy similar a la que buscábamos estaba delante de nuestras narices y no sospechábamos que pudiera ser algo tan revolucionario como para acaparar un sector del mercado que no suponíamos con tanto futuro. Esa idea era el Red Bull. Es sin duda, el invento más lucrativo, en función de su simplicidad, de las últimas décadas. En España existieron otros productos que nos hubiesen valido, como el Ceregumil o el Ciripolen, pero el producto que idearon el austriaco Dietrich Mateschitz y el tailandés Chaleo Yoovidhya, a partir de una bebida tailandesa denominada Krating Daeng era la idea que buscábamos. Sólo consistía en copiar y adaptar algo ya existente y darlo a conocer al mundo. La pena es que en el momento en el que maquinábamos ideas ya estaba inventado aunque apenas había desembarcado en España. Pero ese era el concepto de idea que andábamos buscando Jorge, Marcos y yo, algo parecido al Red Bull, y ni nos habíamos percatado de su potencialidad de triunfo,  aunque de esa falta de capacidad sí que éramos conscientes.

Posteriormente surgieron otras ideas más o menos complejas que también han sido enormemente lucrativas. Algunas, como Amazon o Dell ya existían, otras como PayPal, Google, Youtube o Facebook estaban por venir. Tampoco teníamos una ambición tan desorbitada, pero son historias de éxito parecidas a las que buscábamos, aunque las expuestas sean en términos superlativos.

Recuerdo cuando le conté a Mayka acerca de esto. Me contó que su hermano y ella habían pensado en una toalla playera que llevase incorporado un anclaje en cada punta para poderlo clavar en la playa. Como de esto hace ya bastante tiempo y creo que no parece que lo vayan a desarrollar, ahí dejo una idea para quien quiera comercializarla.