martes, 17 de noviembre de 2015

LA ACEPTACIÓN DEL FRACASO

Siempre digo que la fortaleza mental que actualmente pueda tener la he adquirido a base de superar ciertas duras pruebas con las que me he encontrado en la vida y de las que no he salido malparado, así como de superar innumerables fracasos de mayor o menor magnitud. En definitiva, es lo que casi todos nos hemos ido encontrando en las diferentes circunstancias vividas y que cada uno ha digerido de una u otra manera. Es la puesta en práctica de la célebre frase “lo que no te mata te hace más fuerte” atribuida erróneamente al filósofo alemán Friedrich Nietzsche, puesto que lo que él dijo exactamente fue prácticamente lo contrario: “Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece".

Un día escuché en la radio que se estima que más del 90% de los productos que se intentan colocar en el mercado fracasan y que más de un 99% de los inventos o ideas novedosas no logran ver la luz, (datos que comprobé posteriormente), por lo que fracasar no es una excepción si no que es lo normal. Es por ello que habría que aprender a convivir con más naturalidad con la posibilidad de fracasar ya que el fracaso es una parte vital del aprendizaje.

Con el fracaso solemos hacer de todo menos aceptarlo y lo que habría que hacer es aprender a llevar con naturalidad la posibilidad de fracasar. Las principales tendencias de sociólogos y psicólogos entienden el fracaso como un paso necesario hacia el futuro éxito, por lo que habría que aceptarlo desde una postura positiva. Las frustraciones experimentadas a lo largo de la vida deberían ser igualmente valoradas que los logros y aceptadas positivamente como si se trataran de conquistas personales, puesto que el enfoque psicopedagógico concluye que la aceptación de los fracasos es, en realidad, la clave para alcanzar éxitos en el futuro.

Como anécdota cabe destacar que el inventor estadounidense Thomas Edison logró fabricar la primera bombilla de larga duración tras realizar más de mil intentos. Se dice que poco antes de llegar al final uno de los discípulos que colaboraba con él en el taller le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos, ante lo que Edison le respondió que él no había fracasado sino que en cada intento había descubierto un motivo por el cual una bombilla no funcionaba, por lo que ya sabía mil maneras de no hacer una bombilla. Por cierto, Thomas Edison no inventó la bombilla, fue el científico inglés Humphry Davy quien construyó la primera fuente de iluminación eléctrica basada en filamentos incandescentes. Eso sí, Edison la desarrolló y perfeccionó hasta conseguir la primera bombilla de larga duración y comercialmente rentable.

El psicólogo estadounidense de origen israelí Daniel Kahneman, (premio Nobel de Economía en 2002 por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre), asegura que “el dolor del fracaso es dos veces más intenso que la felicidad que sentimos al ganar”. Es por ello que nos da tanto miedo perder o fracasar, a pesar de que fracasar forma parte del proceso natural de desarrollo de las personas, pues ya fracasamos en todos nuestros primeros intentos, ya sea de andar, de hablar o de la gran mayoría de acciones que realizamos por primera vez. Es decir, fracasamos continuamente hasta que los errores que cometemos nos enseñan cómo hacer bien las cosas.

Estudios psicológicos explican que hay dos enfoques básicos para afrontar el fracaso según sea la creencia implícita sobre el talento por parte del individuo que ha fracasado en algo. Así hay un enfoque fijo, que cree que el talento o las habilidades son innatas, y un enfoque incremental, que cree que el talento es fruto del tesón y se desarrolla gracias a los retos y al esfuerzo por mejorar. Quienes creen en el enfoque fijo son personas que se enfrentan a los retos como una oportunidad para mostrar su talento innato así que el fracaso significa para ellos que tienen no tienen suficiente talento, mientras que quienes creen en el enfoque incremental son personas para las que los fracasos no son una humillación sino la prueba de que se están esforzando para depurar sus limitaciones actuales y el fracaso es una estrategia que utilizan para fortalecerse y mejorar. Los primeros se rendirían fácilmente ante los obstáculos y considerarían el esfuerzo innecesario, pues consideran estar carentes de talento, mientras que los segundos aceptarían desafíos, persistirían ante obstáculos y asumirían el esfuerzo como aprendizaje, pues si no fracasan no mejoran.

Reconozco que para lograr lo que se quiere, sea lo que sea, hay que perder el miedo al fracaso, algo a lo que creo que no tengo miedo, aunque también creo que siempre hay que tener en cuenta el coste que puede suponer el fracasar en el intento, ya que si el coste es inasumible o muy poco asumible, intentarlo podría ser como jugar a la ruleta rusa. Es por ello que creo estar más encasillado dentro del grupo del enfoque fijo como forma de abordar el fracaso, pues para los objetivos que no me siento apto o con el talento necesario para lograrlo, desisto por falta de capacitación, aunque como todos, en mayor o menor medida, he utilizado el enfoque incremental en determinadas circunstancias y gracias a ello he conseguido algún que otro objetivo que en un principio pensaba que no iba lograr. Al fin y al cabo, como casi todo el mundo, he fracasado en muchos de los objetivos que me he marcado.


Del escritor irlandés Samuel Beckett, (Premio Nobel de Literatura en 1969), es la frase “Inténtalo de nuevo, fracasa de nuevo, fracasa mejor”, pues consideraba que el fracaso es una fuente de información y conocimientos inagotable. No hay más que ponerse a analizar la vida de los personajes más exitosos que ha dado la historia universal para comprobar que en su vida no todo fueron éxitos, sino que coleccionaron numerosos fracasos. Así que, aquí estoy, dispuesto a afrontar un nuevo fracaso, pues, como siempre se ha dicho, de los errores se aprende.