viernes, 31 de mayo de 2019

LA PRIMERA REVOLUCIÓN ECONÓMICA

Me hacía gracia cuando hablaba con Vicente, (el mismo con el que debatí acerca de "El combustible del futuro"), la cantidad de veces que hacía alusión al momento de la historia en la que el hombre cambió sus hábitos de cazador-recolector a ganadero-agricultor, allá por el año 8000 a.C. Para él venía a ser el momento en el que el hombre empezó a dejar de ser libre. Y no estaba equivocado, aunque ese cambio de hábitos haya conllevado lo que hemos venido a denominar progreso.
Parece ser que hay una especie de consenso entre los historiadores en que los pueblos cazadores y recolectores que contaban en su entorno con recursos suficientes dedicaban muy poco tiempo al trabajo. Sus días transcurrían en un ocio casi interminable. Cuando la comida se terminaba, se turnaban para salir del poblado a recolectar, cazar o pescar lo suficiente para unos días más. Como la comida era abundante y no había forma de almacenarla mucho tiempo ni manera de prohibir el acceso a ella, no se necesitaba jerarquía, ni impuestos, ni fuerzas de seguridad. Los conflictos se resolvían de diversos modos, casi siempre pacíficos. La no existencia de bienes materiales, (salvo los de uso personal), generaba que no hubiese tampoco motivos para enfrentamientos serios. Evidentemente, los asentamientos no eran muy grandes y raramente se llegaba a más de cien individuos por lo que la solidaridad y el cooperativismo eran valores muy extendidos en esas pequeñas sociedades.
Bien distinta, como la experiencia nos ha enseñado, es el proceder en las sociedades que se basaron en la ganadería y la agricultura. Si bien es cierto que eso provocó un importante incremento demográfico y la posibilidad de asentamientos permanentes, debido a que los alimentos estaban asegurados, acabó generando el tener que renunciar a mucho tiempo de ocio por las necesidades de trabajo que generan el mantenimiento del ganado y las tareas de labranza, la construcción de viviendas estables, centros de almacenaje y crianza, así como de las infraestructuras necesarias que ambas actividades llevan implícitas, incluyendo los elementos de defensa para defender ganado y cosecha de las distintas agresiones externas. Todo ello, conllevó la creación de la propiedad privada y de la organización social y estatal, acabó provocando el surgimiento de clases sociales y desigualdad social, así como disputas por las propiedades privadas, creación de elementos de defensa comunes y de legislación para resolver los conflictos.
Así surgieron las primeras civilizaciones, con su más o menos compleja organización. Ni qué decir tiene, que igual que aparecen los primeros lenguajes escritos, la creación de tejidos y herramientas, la comercialización de excedentes ó la especialización, también aparecen las primeras guerras, la esclavitud y el sometimiento de unos pueblos por parte de otros.
Parece ser que el hombre se hizo ganadero y agricultor porque se vio avocado a ello, ya que es muy probable que, en aquellos lugares donde existían las especies vegetales y animales adecuadas, como cereales y ovinos, conociera desde mucho tiempo antes la manera de cultivar y criar ganado. Si no lo hizo, fue porque no tenía necesidad. La caza y la recolección le ofrecían una forma de vida mucho más cómoda y relajada. Pero hace unos doce milenios, en determinadas zonas del planeta, se produjo un importante aumento demográfico, que unido a un inesperado cambio climático provocó la escasez de recursos vegetales que provocó que la caza mayor comenzara a escasear. El hombre hubo de subsistir cazando presas más pequeñas, recolectando frutos y raíces que antes habían despreciado, recogiendo marisco y ofreciendo a otros grupos lo que les sobraba para obtener de ellos los recursos que no estaban a su alcance. Aún así, esto no fue suficiente por lo que hubo de incrementar los recursos a su disposición, de modo que se vio forzado a poner en práctica las técnicas que, con seguridad, conocía desde mucho antes, pero que hasta el momento nunca había necesitado. Contra su voluntad, y no por gusto, como creían los optimistas historiadores decimonónicos, la humanidad empezó a cultivar la tierra y a cuidar ganado. La historia de las civilizaciones daba así sus primeros pasos.
Desde entonces hasta nuestros días ya sabemos lo que sucedió. Es la historia documentada. Continuamente el hombre ha sometido al hombre, al principio mediante la fuerza bruta, posteriormente con la fuerza económica, pero la historia se ha ido repitiendo y los poderosos siempre han podido con los débiles y los han sometido para su beneficio propio, al principio mediante el esclavismo o el vasallaje, posteriormente mediante el control del poder de los estados ejercido por parte de las clases pudientes para la obtención de una legislación de conveniencia. El caso es que desde el origen de las civilizaciones, el hombre ha estado buscando continuamente su libertad. Esa libertad arrebatada a partir de la Primera Revolución Económica que fue la que le convirtió en ser civilizado y sometido por lo tanto a la imposición de vivir en sociedades más grandes y complejas con distintas legislaciones que no siempre fueron justas sino, más bien, impuestas.
Se podría decir que en los tiempos actuales el hombre habría conquistado grandes porciones de esa libertad perdida, sin embargo, siempre ha de luchar contra las intenciones de los más pudientes, que intentan recortar esos logros según se van produciendo, aprovechando cualquier situación ventajosa que surja para modificar las legislaciones vigentes en beneficio propio. La lucha de clases siempre ha existido de una u otra forma. Las clases altas siempre han sido una pequeña porción de la sociedad, pero han sido las que han dominado y, cuando han podido, sometido al resto de las población.
Esto se ha visto potenciado en la medida de que la humanidad, a lo largo de su historia, siempre se ha decantado por sacrificar parte de su libertad para incrementar su seguridad, tanto personal como económica. Otro factor importante siempre fue el sistema económico. El capitalismo, implantado actualmente en la práctica totalidad del mundo, es un sistema que siempre se basó en la obtención de capital mediante la explotación de todos los recursos disponibles. Su triunfo se debió a la explotación realizada por parte de unos pocos países pudientes sobre el resto, así como la misma explotación de las clases más pudientes sobre las menos favorecidas. Su variante más moderna es aún más cruel, ya que el neoliberalismo lo que siempre pretendió, y últimamente está consiguiendo, es la desregularización de todo tipo de legislación sobre actividades económicas para lograr así completa libertad de movimiento y que sean los flujos de dinero los que impongan las políticas y la legislación a todo aquel que quiera acceder a él. Detrás de todas esas maniobras, siempre han estado las mismas manos, es el sometimiento de los débiles por parte de los fuertes. En eso sí que no ha cambiado nada desde doce mil años, salvo que la vida en sociedad nos ha hecho menos libres.

martes, 30 de abril de 2019

LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

Continuamente escucho a los políticos llenarse la boca en pos de la democracia como el único sistema que ofrece al pueblo la libertad de decidir y que cualquier crítica que aparezca al sistema, sólo puede provenir de seres u organizaciones subversivas. Sin embargo, dentro de la demagogia en la que continuamente está inmersa la clase política, cuando alguno de sus miembros habla de democracia está haciendo referencia al sistema democrático representativo que tenemos establecido, aquel que le otorga a ellos, como representantes del poder político, la capacidad de toma de decisiones, olvidando que hay otros sistemas democráticos en los que el pueblo tiene realmente un mayor poder de decisión, más allá de la elección de sus gobernantes.

Dentro de la democracia representativa o indirecta que, por cierto, es la democracia más usada a nivel mundial, el titular del poder político, que es el pueblo soberano, no ejerce el poder directamente sino por medio de los representantes que ha elegido en función de la legislación vigente, que no siempre hace que esa representación sea proporcional a los deseos de sus ciudadanos.

Sin embargo, el origen de la democracia era mucho más participativa. La democracia participativa o directa que surgió en la Antigua Grecia, era una democracia en estado puro, tal como la vivieron sus fundadores atenienses. Las decisiones las toma el pueblo soberano en asamblea. No existen representantes del pueblo, sino, en todo caso, delegados que se hacen portavoces del pueblo, que únicamente emiten el mandato asambleario. Se trata del tipo de democracia preferido no sólo por los demócratas de la Antigua Grecia, sino también para muchos pensadores modernos y para una buena parte del Socialismo y del Anarquismo.

Actualmente, se distingue un tercer tipo llamado democracia semidirecta que tendría una categoría intermedia entre la participativa y la representativa. En la democracia semidirecta el pueblo se expresa directamente en ciertas circunstancias particulares, básicamente a través de distintos mecanismos como el referéndum, donde el pueblo elige sí o no sobre una propuesta, el plebiscito, donde el pueblo concede o no concede la aprobación final de un cambio normativo, la iniciativa popular, por la cual un grupo de ciudadanos puede proponer la sanción o derogación de una ley, o incluso la destitución popular, donde los ciudadanos pueden destituir a un representante electo antes de finalizado su período.

No deja de ser curioso que cuando la gente sale a la calle a pedir una democracia real, se les tache de destructores del sistema por los mismos que se llenan la boca en pos de la defensa de los valores democráticos. Deberían ser más específicos y decir que ellos defienden la democracia en la que el pueblo soberano sólo tenga la capacidad de decidir a sus gobernantes y no tengan ningún tipo de posibilidad de decisión más allá de ese punto, ya que en una democracia más participativa los ciudadanos tendrían una mayor participación en la toma de decisiones políticas, algo poco interesante e incluso molesto para todo gobernante.

Para mí, la democracia en la que los ciudadanos sólo pueden elegir a sus gobernantes por un período determinado sería algo así como una dictadura provisional, entendiendo dictadura como la potestad que tiene un gobierno para dictar sus normas. Es más, repasando los distintos sistemas electorales de los países democráticos más abanderados, se puede apreciar la no coincidencia entre la representación política electa y los deseos en voto de sus ciudadanos, a parte de la nula participación del pueblo en las decisiones que estos tomarán durante la legislatura. Todos estos sistemas abogan por premiar a los partidos más votados con una representación mayor aún que la que les ha correspondido. Incluso en otros sistemas, aquellos en los que hay dos rondas de votación, lo que se elige es un representante único. Todo ello viene motivado por el deseo de una elección de gobiernos estables, es decir, gobiernos que puedan tener poder de decisión irrevocable, aunque para ello haya que darles esos privilegios solamente por ser los partidos más votados, sin importar que con menos de un tercio del consenso universal puedan tener poder absoluto de decisión en el período otorgado.

Lo que me pregunto es si quiere todo eso decir que se considera que la dictadura es la forma de gobierno más estable y, por ello, a la hora de transformar nuestros votos en escaños parlamentarios estos se rigen por normativas que facilitan este tipo de imposiciones gubernamentales cada cuatro años. Parece, por tanto, hipócrita el abanderarse en defensa de un sistema con criterios como que los políticos son los representantes del pueblo, cuando el propio sistema favorece gobiernos en mayoría absoluta merced al apoyo de la minoría más numerosa. No parece que los sistemas democráticos vigentes lo sean tanto como parecen.

Revisando las democracias establecidas en la casi totalidad de los estados democráticos que conforman el mundo, la única forma de democracia imperante es la democracia representativa y dentro de este tipo de democracia, la liberal, muy a semejanza de la instaurada en los Estados Unidos a finales del siglo XVIII es la predominante, aunque también  existe la socialdemocracia instaurada principalmente en los estados escandinavos. Ésta sería una versión de la democracia representativa en la que se recurre a la regulación estatal y a la creación de programas y organizaciones patrocinados por el Estado, para atenuar o eliminar las desigualdades e injusticias sociales que existirían en la economía libre y el capitalismo. La socialdemocracia se apoya básicamente en el sufragio universal, la noción de justicia social y un tipo de Estado denominado Estado de Bienestar.

¡Qué curioso! Todo ello es democracia, sin embargo, las diferencias son bastante grandes entre unas modalidades y otras. Por otro lado, aquellos que abogan por un sistema más democrático, en la que el pueblo soberano tenga una participación más directa en la toma de decisiones, son calificados por los representantes del propio sistema como anti-demócratas, anti-sistema o enemigos del Estado, cuando precisamente lo que están pidiendo es más democracia, pues consideran que este sistema actual está a mitad de camino entre la dictadura y lo que sería una democracia plena.

Puede ser que a los poderes fácticos no les interese que sea el pueblo soberano el que decida y legisle, sino que sean unos representantes de estos, pues así es mucho más fácil influir en la toma de decisiones. Siempre es mucho más fácil hacer cambiar de parecer a un grupo reducido de representantes populares que a toda una nación.

En fin, que como bien es sabido hay varios modelos democráticos y el imperante en la mayor parte de los países del mundo es aquella democracia que menor poder de decisión le otorga al pueblo. Espero que los representantes políticos dejen de dar clases de democracia, sobre todo cuando hacen comentarios acerca de gente que lucha por una mayor y mejor democracia, aquella en la que el pueblo soberano tenga mayor poder de decisión y no esté a merced de unos candidatos elegidos por la minoría más numerosa, a partir de unas listas cerradas dentro de los organigramas de los partidos mayoritarios.

viernes, 22 de febrero de 2019

EL MES DEL RAMADÁN

A finales de Mayo del año pasado viajé a Argel por motivos de trabajo. Era la primera vez que visitaba Argelia y también la primera vez que viajaba a un país mayoritariamente musulmán durante el mes del Ramadán, el mes en el que los musulmanes practican el ayuno con el fin de “quemar” sus pecados (pues la traducción literal de ramadán es quemar).

La verdad es que es tremendamente llamativo comprobar in situ el masivo seguimiento del ayuno diario que condiciona durante todo ese mes la rutina de todo el país. Durante el día todos los establecimientos están cerrados y apenas se ve gente por la calle. El tráfico es casi inexistente, solo se puede ir a comer a los hoteles y los establecimientos que sirven alcohol permanecen cerrados durante todo el mes. Todo esto contrasta enormemente con la noche puesto que a partir de la puesta de sol se eliminan las restricciones del ayuno y se aprovecha para realizar todo aquello que no se ha realizado durante el día.

Esto me dejó bastante impresionado, sobretodo el primer día que lo vi, puesto que cuando fuimos a cenar al centro de Argel desde el barrio financiero, que está a las afueras de la ciudad, las carreteras de entrada a Argel, así como las calles principales, estaban totalmente libres de tráfico. Pudimos aparcar sin ningún problema y no nos encontramos a ningún viandante durante el trayecto que hicimos desde el coche hasta la puerta del restaurante de un hotel del centro de la ciudad. Escasamente dos horas después, cuando salimos del restaurante y ya había anochecido, la situación era muy diferente. Riadas de gente por las aceras, calles colapsadas de vehículos, bullicio, ruido de cláxones, la totalidad de los establecimientos abiertos… Un ambiente impresionante que incitaba a quedarse en lugar de ir a dormir.

En el calendario musulmán, el mes del Ramadán es el noveno mes del año y en 2019 durará desde el atardecer del 5 de Mayo hasta el atardecer del 4 de Junio, puesto que el día musulmán termina al ponerse el Sol. Es el mes del ayuno por lo que no se puede ni comer ni beber durante las horas de sol, salvo casos muy excepcionales. Tiene la peculiaridad de que cada año se retrasa unos once días con respecto a las fechas del calendario gregoriano, el que es oficial en la mayor parte del mundo, debido a que el calendario musulmán es un calendario lunar, correspondiéndose cada mes musulmán con un ciclo lunar completo, lo que se conoce como mes sinódico. Por este motivo la duración de un año musulmán es de 354 días, 8 horas, 44 minutos y 54 segundos, (354,36 días) mientras que un año solar dura 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos (365,24 días), habiendo una diferencia de 10 días, 21 horas, 3 minutos y 51 segundos (10,88 días) entre uno y otro. Por ese motivo, 32,5 años del calendario gregoriano equivalen a 33,5 años del calendario musulmán.

Al basarse en ciclos lunares, y siendo la duración media de un ciclo lunar de 29,53 días (ya que debido a las perturbaciones de las órbitas de la Tierra y de la Luna, el tiempo real puede variar entre 29,27 y 29,83 días), la duración de los meses del calendario musulmán es de 30 y 29 días de forma alterna. Al igual que el calendario gregoriano tiene ajustes durante los años bisiestos añadiendo un día al mes de Febrero, el calendario musulmán también los tiene durante los años intercalares, donde añaden un día al último mes del año, (Du al-Hiyya, el mes de la peregrinación). Esto se produce cada dos o tres años, en función de una tabla prestablecida, de tal manera que en cada ciclo lunar de 30 años hay once años intercalares, siguiendo la tradición sumeria.

Con respecto a la duración de los días, aunque tanto el día del calendario gregoriano como el día del calendario musulmán tienen de media la misma duración, el día musulmán termina al ponerse el Sol, al igual que el día judío, por lo que los días no duran exactamente 24 horas ya que el Sol no se pone siempre a la misma hora, a diferencia del día del calendario gregoriano, (oficial en la mayor parte del mundo) que dura de medianoche a medianoche (24 horas exactas). Esto se debe a que el islam es una religión que nace a partir de las ya existentes a principios del siglo VII en las zonas más cercanas a la península arábiga, fundamentalmente del judaísmo. Incluso los días de la semana se llaman prácticamente igual para árabes y judíos. Así, al-áhad, al-ithnáyn, al-thalatha, al-arba‘a, al-jamís y as-sabt en árabe y Yom Rishon, Yom Sheni, Yom Shlishi, Yom Revii, Yom Jamishi y Shabat en hebreo significan el primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y sábado respectivamente, que se corresponden con domingo, lunes, martes, miércoles, jueves y sábado. La diferencia estriba en el viernes. Aunque ambas religiones comparten el viernes y el sábado como fin de semana, para los musulmanes el viernes es el día más importante (al-yuma‘a que se traduce como la reunión, reunión para el rezo), mientras que para los judíos es el sexto día de la semana (Yom Shishi se traduce como “el sexto”), ya que su día más importante es el sábado, (Shabat) el único que tiene nombre propio.

Cabe matizar que el calendario musulmán comienza con la Hégira en el año 622, (concretamente el 16 de Julio) cuando Mahoma tuvo que huir de su ciudad natal La Meca a Medina. Por ese motivo los musulmanes están en el año 1440 desde el pasado 11 de Septiembre de 2018 hasta el próximo 31 de Agosto de 2019. Como curiosidad, resaltar que en el año 21445 ambos calendarios (gregoriano y musulmán) estarán en el mismo año, siempre y cuando sigan existiendo.

Todo esto me dio por pensar en lo difícil que debe ser cumplir con el Ramadán en regiones cercanas a los polos. En las latitudes medias, donde se concentran la mayoría de los países musulmanes, no hay una variación muy grande en la duración de los días de invierno y de verano. Sin embargo, en las zonas más septentrionales, o más meridionales, se puede pasar de apenas tener sol en invierno (lo que supondría no tener apenas horas de ayuno para los musulmanes que allí vivieran) a que éste no llegue nunca a ponerse en verano (lo que significaría estarse casi un mes sin poder comer ni beber). Hay que tener en cuenta que hay aproximadamente un millón de musulmanes viviendo en estas regiones y que en tan solo 15 años se pasa de tener el Ramadán en plano verano a tenerlo en pleno invierno.

También me dio por pensar en lo absurdo de tener un calendario basado en ciclos lunares, ya que pierde toda la utilidad que podría tener el concepto de año. La única ventaja que tiene un calendario lunar es que dependiendo del día del mes en el que se está, la luna estará en un ciclo determinado, (en el caso del calendario musulmán, el cambio de mes coincide con la luna nueva y la mitad del mes coincide con la luna llena). El resto no tiene ningún sentido, puesto que el año se desajusta de las estaciones y la periodicidad de todos los eventos relacionados con los cambios de estación no están asociados a fechas concretas, por lo que cada año musulmán es solo un recuento de doce fases lunares. Unos años el invierno caerá en unos meses determinados y otros años en otros. Y aunque en la mayoría de países musulmanes el calendario musulmán convive con el gregoriano, en países como Arabia Saudita o Yemén, el calendario musulmán es el calendario oficial. De poco sirve el conocimiento cuando manda la religión.

viernes, 25 de enero de 2019

EL SUEÑO DE LA LOTERÍA

Tal y como comentaba en la entrada “La idea definitiva”, cuando estaba en período universitario teníamos como ambición de futuro el poder llegar a retirarnos a los 40, tal y como Marcos nos recordaba en cuanto comenzábamos a hablar de pretensiones futuras. Lo hacía con tal convicción que nos lo llegamos a creer y eso te hace afrontar el futuro con mucho optimismo.

Por entonces estuvimos dándole vueltas al desarrollo de posibles ideas que pudieran ser lo suficientemente lucrativas para llegar a retirarnos precozmente, y no desistíamos porque estábamos convencidos de que tarde o temprano llegaría esa idea definitiva. Pero acabamos desarrollando cada uno nuestra carrera profesional sin sorpresas, en función de lo que habíamos estudiado o para lo que nos habíamos cualificado.

Y han llegado los 40 y el retiro está lejano. Y es justo el momento en el que lo necesito, porque apenas encuentro tiempo para el ocio personal. La lista de películas pendientes de ver, de libros y blogs pendientes de leer, de audios pendientes de escuchar o de lugares pendientes de visitar es cada vez más grande, la frecuencia de uso de mis raquetas (de tenis, frontenis, squash, pádel o ping-pong) es cada vez menor, los balones de baloncesto y vóley llevan años desinflados y hace “siglos” que no juego al billar, al futbolín, a los dardos, al mus o al póker, a pesar de que me encanta. Incluso apenas saco tiempo para leer la prensa.

Y como las ideas no han llegado, me pongo a mirar el pasado para ver qué oportunidades he dejado pasar para haber llegado a los 40 con posibilidades de retirarme. Y ahí es cuando comienzo a darle vueltas a ideas que han triunfado para ver si estuve cerca de algo parecido, a ver qué golpes de fortuna se han dado delante de mis narices y a analizar todas las opciones que se me han ido presentando a lo largo de la vida, tanto las que triunfaron como las que no. Todo ello desde el prisma de alguien que se incorporó al mercado laboral nada más terminar sus estudios universitarios y que no tuvo una idea lo suficientemente brillante como para considerarla válida de cara a embarcarse en una aventura de emprendimiento que mejorara su situación laboral y económica como para poder retirarse ya mismo.

Como las ideas ya las analicé por encima en la entrada “La idea definitiva”, comencé a revisar qué golpes de fortuna podría haber aprovechado. Ahí es cuando recordé que en Aranda han caído tres segundos premios en los sorteos más importantes de la Lotería Nacional, estando yo en edad adulta. En la Lotería del Niño de 2001, el 16761 repartió en Aranda 4.000 millones de pesetas (12 millones por décimo), en la Lotería de Navidad de 2002, el 19576 repartió 28.000 millones de pesetas (16 millones por décimo), y en la Lotería de Navidad de 2012, el 42260 repartió 225 millones de euros, (125.000 euros por décimo). Además, en 2006 también cayó un primer premio del sorteo semanal de la Lotería Nacional en un bar que frecuentaba, el Portillo, y donde siempre compraba para la lotería de Navidad y la del Niño. El 43019, repartió 9 millones de euros (60.000 euros por décimo).

Difícilmente así me pudiera retirar ahora, pues no suelo jugar mucho más de 100 euros en el sorteo de Navidad y nunca he comprado más de dos décimos de un mismo número, por lo que en el caso de que me hubiera sonreído la suerte, tendría algo más de patrimonio, pero no me hubiese retirado, ya que necesitaría haber comprado entre 10 y 15 décimos de alguno de los números afortunados e invertirlos adecuadamente para poderme retirar. Eso sí, al menos pude participar de los festejos con algún que otro amigo y algún que otro familiar que sí que fue afortunado.

Como con la lotería no habría sido posible, recordé cuando estuve “jugando” en Bolsa durante unos añitos. Digo jugando, porque no lo hice para invertir, sino en plan especulativo a corto plazo y sin ser experto. No obtuve beneficios significativos, aunque tampoco salí mal parado a pesar de que me llevé algún que otro susto. Si de los valores del Nasdaq por lo que me decidí, hubiera elegido Amazon o Apple, (invertía en función de consejos de supuestos expertos) y hubiera sido capaz de aguantar hasta finales de este verano pasado, (algo improbable pues en 2005 dejé ese juego) me hubiera podido retirar. Ambos han revalorizado su valor en bolsa algo más de un 25000% (contabilizándolo en euros), es decir, por cada euro que alguien hubiera invertido en aquellos momentos ahora tendría algo más de 250 euros, por lo que habiendo invertido en aquel momento un cantidad de 5000 euros, ahora tendría un millón de euros netos, (después de impuestos) que invertidos adecuadamente serían suficientes para una retirada.

Como con la bolsa tampoco lo hubiese logrado, recordé otro momento que se me quedó grabado, cuando leí en el periódico acerca de la existencia del bitcoin. Lo leí cuando acababa de comenzar su comercialización y con un dólar podías comprar más de mil bitcoins (salió al mercado en Enero de 2009 y el cambio era 1$=1.309,03 bitcoins). Pensé que era una auténtica estafa (a pesar de estar basado en una tecnología muy novedosa) y que el bitcoin no iba a tener una utilidad real puesto que el sistema financiero no lo iba a permitir. Diez años después puedo decir que sigo pensando lo mismo, que el bitcoin acabará desapareciendo sin haberse implantado como instrumento de pago. Eso sí, como instrumento de especulación ha funcionado a la perfección y si hubiera participado de ese juego, hubiese podido conseguir mi objetivo, puesto que a finales de 2017 un solo bitcoin llegó a valer más de 20.000 dólares. Por cada euro invertido en bitcoin a principios de 2009 se habrían obtenido 20 millones de euros a finales de 2017. Es más, hubo tiempo, puesto que hasta Junio de 2010 no llegó a alcanzar el centavo de valor, llegando a alcanzar la paridad con el dólar en Marzo de 2011, por lo que hubo tiempo de sobra para haber hecho acopio de algún que otro centenar de bitcoins.

También tuvo otra revalorización brutal otra moneda virtual que fue bastante anunciada, el Ethereum. Se comenzó a comercializar en Julio de 2014 a 30 centavos de dólar y a principios de 2018 llegó a cotizar a 1.375 dólares, lo que quiere decir que por cada euro invertido se habrían obtenido 4.500 euros. Eso significa que una inversión de 250 euros hubiera sido suficiente para la retirada anticipada.
Como lo de comprar monedas virtuales ni se me pasó por la cabeza, recordé el día que acerté cinco en la Primitiva (y eso que solo jugué a la Primitiva durante un par de años). Solo se trataba de haber cambiado el 4 por el 15 y hubiese ganado tres millones de euros, en lugar de 1.500 euros. La verdad es que me pareció que me quedé muy cerca de la gloria, hasta que hice cálculos y comprobé que por cada acertante de seis tiene que haber 252 acertantes de cinco, por lo que no estuve tan cerca. Bueno, un poco sí, puesto que hay una posibilidad entre 55.491 de acertar cinco. Hay más posibilidades de que te toque uno de los dos primeros premios en la Lotería Nacional que de acertar cinco en la Primitiva

En definitiva, que si al cumplir 40 no me he podido retirar, no hay más que cambiar el matiz a la frase y al menos que sea a los 40 cuando me retire, englobando toda la década, por lo que el reto sigue en pie y hay que poderse retirar antes de cumplir los 50, (a los cuarenta y tantos). Y como ya pienso que es tarde para todo, no me queda otro remedio que echar la Primitiva de manera regular y alguna que otra vez el Euromillones. Yo, que jamás había jugado a la lotería más que de forma ocasional, sabedor de que hay una posibilidad entre 14 millones (concretamente 13.983.816) de acertar todos los números, o una entre 116.531.800 en el Euromillones, y que en varias ocasiones había tratado de ilusos a los jugadores habituales, ahí estoy, yendo todos los lunes a sellar mi boleto, con la ilusión de un principiante aunque con casi ninguna esperanza de obtener nada, solamente por el hecho de tener una remota esperanza, por el hecho de que si me imagino que puede pasar tenga algo que lo haga posible, porque por solo cuatro euros puedo mantener ese pequeño remilgo de esperanza, porque como ellos mismos dicen “si sueñas, loterías”.