Elisa es italiana, de madre
inglesa, y lleva casi diez años viviendo en España por lo que habla los tres idiomas
a la perfección. Cuando yo vivía con ella, notaba que solía tener ciertos
problemas con la “b” y la “v” a la hora de tener que diferenciar las palabras
que desconocía en castellano, a partir de la pronunciación de la gente. Yo le
decía que había que conocer las palabras pues no hay manera de diferenciarlas
de forma oral ya que en castellano ambas grafías se corresponden con el mismo
fonema y que no se discrimina el sonido de la “v” con respecto a la “b”, como
sí que sucede con el resto de idiomas que contienen estos grafismos, donde la
“v” es un sonido intermedio más o menos gradual entre el fonema bilabial /b/ y
el fonema labiodental /f/ de la lengua castellana. Era algo que ella no lograba
entender, que hubiese dos grafías diferentes para un mismo sonido por lo que acabó
consultando a su amigo Vicente, al que siempre ha considerado como su experto personal
en todos los campos de conocimiento.
Vicente le ratificó lo que yo ya le
había dicho varias veces, que la “b” y la “v” se pronuncian igual en castellano
y que no hay distinción oral entre ambas. Cuando se lo dijo le matizó, como yo
ya había hecho con anterioridad, que ya los hispanos hablaban latín sin
diferenciar ambos fonemas, de ahí la célebre frase atribuida a Julio César que
afirmaba “Beati Hispani quibus bibere vivere est”, que se traduce como “Dichosos
los hispanos para los que beber es vivir” y que a mí me había contado mi amigo
Mario con anterioridad. Además, matizó que dicho error gráfico suele ser uno de
los más vergonzantes que existen en el castellano escrito y que, para colmo, en
los teclados aparecen una al lado de la otra por lo que es muy fácil pulsarlas
por error. Yo le maticé que en los teclados sucede lo mismo con la “m” y la “n”,
siendo un error muy embarazoso cuando hay que escribir después otra consonante
y que algo parecido sucede con la “s” y la “x”. Todo esto era culpa del teclado
que se usa en España, el denominado teclado QWERTY, bautizado así por la
distribución de sus teclas alfabéticas (las ubicadas en la parte superior
derecha).
La historia de las disposiciones
de las teclas del teclado comienza con las máquinas de escribir. El
estadounidense Christopher Sholes inventó en 1867 la primera máquina de
escribir de producción masiva. Con anterioridad, hasta 51 inventores patentaron
diferentes máquinas de escribir, pero ninguna era adecuada para la producción
masiva. Esta máquina de escribir disponía de un teclado cuyo punto de partida
original parece haber sido una disposición cuasi alfabética y la secuencia de
la denominada “fila hogar” (d-f-g-h-j-k-l) da muestra de ello. Sin embargo, uno
de los problemas con los que se encontró Sholes es que la máquina de escribir se
atascaba cuando el mecanógrafo pulsaba rápidamente dos teclas adyacentes. Para
minimizar los atascos, se reordenaron ciertas teclas para ralentizar
deliberadamente al usuario, por lo que las letras y las combinaciones de letras
más usadas en inglés fueron dispersadas en el teclado. Así nace el teclado
QWERTY.
Por este motivo, el de la
ralentización deliberada, hubo quien investigó en desarrollar otras
disposiciones de teclas para incrementar la velocidad de tecleo, una vez que
las máquinas de escribir fueron más eficientes. En 1893, la máquina de escribir
Blickensderfer, la primera de fácil portabilidad, introducía un cambio
significativo en la distribución de sus teclas, pues la fila inferior contenía
las teclas más usadas en inglés, DHIATENSOR del cual se obtuvo su nombre, ubicadas
de tal forma que incrementaba notablemente la eficiencia y evitaba los atascos.
Pero no fue hasta 1936, cuando los
estadounidenses August Dvorak y William Dealey patentaron el teclado Dvorak, que
sería el primer teclado diseñado para maximizar la velocidad de tecleo. Se
diseñó a partir de una investigación de las letras y de las combinaciones de
letras más usadas en inglés, así como de la fisiología de la mano, ubicando en
la “fila hogar” las teclas más usadas para minimizar los intercambios entre filas
y los movimientos de los dedos, logrando un tecleo más rápido y preciso,
provocando menos esfuerzo y fatiga para dedos y manos. A pesar de que la
eficiencia de la disposición de este teclado es superior a la del teclado
QWERTY, nunca logró relegarlo y pasó al olvido, aunque sigue vigente y es
posible configurarlo en cualquier sistema operativo.
El último intento ha sido el
teclado Colemak, desarrollado por Shai Coleman en Enero de 2006 con el objetivo
de lograr una escritura más rápida y facilitar la escritura colocando las
letras de mayor frecuencia bajo los dedos más fuertes, previniendo el síndrome
RSI, que puede ser causado por movimientos repetitivos y duraderos, como el
presionar las teclas más frecuentes en una posición desfavorable.
El caso es que a pesar de las
notables deficiencias de diseño, la distribución de teclado QWERTY se ha
convertido en el estándar de facto para máquinas de escribir y teclados
ingleses y españoles, a pesar de que esta distribución está lejos de ser la más
eficiente para escribir, pues exige al mecanógrafo mover sus dedos entre filas
para teclear las letras más comunes. Otros idiomas escritos en el alfabeto
latino usan a veces variantes de la distribución QWERTY, tales como la francesa
AZERTY, la italiana QZERTY y la alemana QWERTZ, pero la mayoría de la
disposición de las letras es idéntica.
Personalmente pienso que para que
la distribución de las teclas de los teclados fuese eficiente, debería haber
una distribución para cada idioma, o al menos para cada tipo de idiomas en
función de la proveniencia de estos, ya que, por ejemplo, en las lenguas germánicas
el uso de la “k” o la “w” está muy extendido, mientras que en
las lenguas romances su uso es prácticamente marginal, al igual que en las lenguas
romances el uso de las vocales es bastante más frecuente que en las lenguas germánicas.
Sin embargo, el que hubiese una
distribución diferente para cada idioma provocaría que cuando cambiemos de país
tengamos que reaprender la distribución de las teclas, algo que acabaría
imponiendo la distribución inglesa como medida normalizadora, tal y como ahora,
aunque en la actualidad se trate de una distribución ineficiente incluso para
el idioma para el que fue creada.
En fin, que habrá que convivir
con el riesgo de intercambiar la “b” por la “v”, ya que el remedio puede ser
más perjudicial que las deficiencias actuales, al menos para mí, acostumbrado
como estoy a la distribución de teclas actual y a utilizar sistemas operativos
en distintos idiomas y países.