Una de las cosas a las que más vueltas
he dado de pequeño ha sido la infinitud del tiempo, el pensar que el tiempo no
tiene principio ni final, el pensar que si fuera posible ir para atrás, podría
no haber nada en el Universo, (ni en ningún otro Universo, si es que hay algún otro
Universo por ahí), pero el tiempo transcurría. Precisamente, por esto, siempre
me imaginaba que en cualquier momento que representásemos una línea de tiempo,
el momento de la representación estaba situado justo en la mitad, es decir,
siempre se estaba en la mitad de la línea temporal, desde el principio del
tiempo hasta el final, (conceptos ambos, puesto que al no haber finitud, eran
infinitos).
Al tiempo tal y como lo conocemos
y tal y como lo medimos, no se le puede acotar, ni hacia adelante ni hacia
atrás, al fin y al cabo, en el momento que se puede medir y cuantificar,
siempre puede haber un espacio de tiempo más y un espacio de tiempo menos. En
nuestro caso, ese espacio de tiempo patrón es el segundo, cuya duración se tuvo
que calcular a partir de que los egipcios dividieran el día en doce horas y la
noche en otras tantas, que los babilonios dividieran cada hora en 60 minutos y
cada minuto en 60 segundos, y que los griegos homogeneizaran la duración de las
24 horas del día, (ya que las horas de invierno eran más cortas que las horas
de verano, según la división egipcia). Es decir, el cálculo de nuestro patrón
de tiempo, (el segundo), se obtuvo al dividir la duración total de un día entre
los 86400 segundos que tiene cada día, por herencia de las civilizaciones
pasadas.
Pero el tiempo por concepto es
infinito, no tiene ni inicio ni final, salvo si se mide un intervalo de éste.
Lo que no parece que esté tan claro, a partir de la teoría de la relatividad, es
que sea constante. Constante sería en un sistema en el que todo lo que formase
parte de ese sistema se moviese a la misma velocidad, puesto que, según dicha
teoría, el tiempo transcurre más despacio a velocidades próximas a la de la
luz.
En la teoría de la relatividad no
existe un tiempo absoluto único, sino que cada individuo posee su propia medida
personal del tiempo, medida que depende de dónde está y de cómo se mueve. Por
lo tanto, la teoría de la relatividad de Einstein acabó con la idea de un
tiempo absoluto. El tiempo no está completamente separado ni es independiente
del espacio, sino que por el contrario se combina con él para formar un objeto
llamado espacio-tiempo. Sin movimiento, o cuando éste se realiza a velocidades
bajas, (las velocidades a las que el ser humano puede desplazarse), el tiempo
es tal y como lo conocemos. Pero cuando se combina la mecánica cuántica con la
relatividad general parece haber una nueva posibilidad que no había surgido con
anterioridad y es que si se juntan las tres dimensiones espaciales y el tiempo
se forma un nuevo espacio de cuatro dimensiones finito, sin singularidades ni fronteras.
Así, cualquier suceso sería algo que ocurriese en un punto particular del
espacio y en un instante específico de tiempo y se describiría por medio de
cuatro números o coordenadas, las tres coordenadas espaciales y una medida del
tiempo. Es por ello que al tiempo se le conoce como la cuarta dimensión.
A partir de la teoría general de
la relatividad, se puede deducir que tuvo que haber habido un estado de
densidad infinita en el pasado, el Big Bang. Según Stephen Hawking, el físico teórico
más importante de los últimos años, en su libro “Breve historia del tiempo”
(publicado en 1988 y adaptado en 2005 para un público más amplio), si hubiera
habido acontecimientos anteriores a éste, no podrían afectar de ninguna manera
a lo que ocurre en el presente y su existencia podría ser ignorada, ya que ello
no entrañaría consecuencias observables, por lo que se podría decir que el
tiempo tiene su origen en el Big Bang, en el sentido de que los tiempos
anteriores simplemente no estarían definidos. Desde nuestro punto de vista, los
sucesos anteriores al Big Bang no pueden tener consecuencias, por lo que no
deberían formar parte de los modelos científicos del Universo. Así pues,
deberíamos extraerlos de cualquier modelo y decir que el tiempo tiene su
principio en el Big Bang. Igualmente, si el Universo entero acaba colapsándose
de nuevo, tal y como se prevé, tendrá que haber otro estado de densidad
infinita en el futuro, el Big Crunch, que vendría a constituir el final del
tiempo.
Sin embargo, este punto de vista
de Hawking tiene que ver mucho con una visión del Universo basada en el
principio antrópico. Ignora cualquier suceso anterior al Big Bang, ya que se
supone que antes del Big Bang no hubo nada y si lo hubo no nos interesa porque
no nos afecta y no tiene en cuenta otras complejidades por el hecho de no
afectar, tomando el Universo como un sistema cerrado y que no interacciona con
nada más, por lo que si el concepto de tiempo está asociado a la existencia del
Universo, éste nace y muere con el propio Universo. Pero eso no evita que las
cosas sucedan, independientemente de si hay alguien observando o no y de si
pasa algo o no pasa nada reseñable, como sería el sucesivo paso del tiempo
desde un observador externo, independientemente de si existiera el espacio o
no, (por estar éste condensado en un estado de densidad infinita como podría
estarlo tras el Big Crunch o antes del Big Bang).
El propio Hawking, en su libro “El
gran diseño” (publicado en 2010), sostiene que existen otras realidades
diferentes a la nuestra y que la idea de los universos múltiples ya no es tan
descabellada como se creía antes. El multiverso, nombre que se da al conjunto
de universos paralelos, es un escenario en el que aunque nuestro Universo pudiera
ser de duración finita, es un Universo entre otros muchos. Incluso, la propia física
del multiverso podría permitirles existir indefinidamente, independientemente
de las leyes físicas por las que se rija cada uno. En este escenario sí que es
posible un observador externo que pudiese medir el tiempo, pues ahora sí que
existiría el espacio donde ubicarlo.
En definitiva, que
independientemente de si existimos o no, de si el Universo existe o no, de si
hay algo o no, el tiempo continuará transcurriendo inexorablemente. Continuará
transcurriendo independientemente de si está siendo observado o de si se le
esté cuantificando. Es más, ya existía cuando no había nada, si es que alguna
vez no lo hubo, puesto que existió siempre ya que nunca tuvo principio, y
existirá eternamente ya que no va a tener final. Simplemente siempre estará,
avanzando continuamente y haciendo transitar inevitablemente el futuro hacia el
pasado.