En un viaje que realicé a Puerto
Rico de Gran Canaria por motivos de trabajo, recuerdo una conversación que tuve
con compañeros acerca de ciencia y religión y de cómo la ciencia, poco a poco,
va destapando ciertas falsedades, imprecisiones o creencias infundadas que la
religión da como verdades absolutas. Que si la Tierra era plana, que si la
Tierra era el centro del Universo, que si el hombre surgió del barro por
creación divina… hasta que apareció en la conversación la denominada Sábana
Santa.
Hasta 1988, la Sábana Santa había
sido considerada como el sudario sobre el que se colocó el cuerpo de Jesucristo
en el momento de su entierro, siendo uno de los objetos de mayor adoración en
la religión católica. Sin embargo, a partir de una datación por carbono-14 de dicha
sábana, que se realizó en tres laboratorios diferentes, se pudo comprobar que tanto
la tela como los restos orgánicos que ésta contenía tenían una antigüedad máxima
de entre seis y siete siglos, por lo que se trataría de una falsificación
originaria de finales del siglo XIII.
Sin embargo, uno de los
contertulios puso en duda que el método de datación por carbono-14 fuera
fiable, ya que no era capaz de comprender que hubiese un método para poder
conocer con bastante exactitud la antigüedad de ciertos materiales, por
lo que la conversación derivó a este tema.
El carbono-14, es un isótopo natural
y débilmente radiactivo del carbono, descubierto en 1940 por los físicos
estadounidenses Martin Kamen y Sam Ruben en la Universidad de California de
Berkeley. Su particularidad es que contiene ocho neutrones, dos más que el
carbono, por lo que su peso atómico es 14, mientras que el del carbono es 12,
motivo por el que se le denomina así. Al ser un isótopo, no es estable, como sí
que lo es el carbono, y se desintegra dando lugar a otros isótopos. Tiene un
tiempo de semidesintegración de 5730 años (con un error de ± 40 años) que es el
tiempo que transcurre desde que un material radiactivo comienza a desintegrarse
hasta que la cantidad de muestra de dicho material se reduce a la mitad.
El carbono-14 se produce de
manera natural en las capas altas de la atmósfera. Los rayos cósmicos del Sol,
que son partículas subatómicas que se desplazan a gran velocidad, al penetrar
en la atmósfera colisionan con los átomos de nitrógeno, que tienen masa atómica
14. Si la partícula subatómica que choca contra el átomo de nitrógeno es un
neutrón, al hacerlo a una velocidad tan grande logrará desplazar un protón del
átomo de nitrógeno convirtiéndolo en carbono-14 radioactivo, que se combina con
el oxígeno para formar dióxido de carbono radioactivo. Como el dióxido de
carbono es absorbido por las plantas durante la fotosíntesis, (tanto si es
radiactivo como si no), el carbono-14 pasará a formar parte de la composición
de las plantas, de la cadena alimenticia y del ciclo vital del carbono, en una
proporción constante de uno por cada billón, es decir, por cada billón de
átomos de carbono, habrá uno de carbono-14. Esta proporción se mantendrá
constante mientras la materia orgánica se mantenga con vida y será igual a la
que hay en la atmósfera, ya que alcanzan un equilibrio.
Cuando la materia orgánica muere,
cesa la incorporación de carbono-14 y los átomos de carbono-14 que contiene el
organismo comienzan a transformarse en nitrógeno. Esto se produce porque en el
proceso de desintegración del carbono-14, uno de sus neutrones se transforma en
un protón mediante la emisión de un electrón y un antineutrino. Así, el
carbono-14, con seis protones y ocho neutrones, se convierte en nitrógeno, con
siete protones y siete neutrones. No pasará lo mismo con los átomos de carbono,
ya que el carbono es estable, por lo que la proporción de carbono-14 es cada vez menor,
quedándose a la mitad cuando han transcurrido 5730 años y a la cuarta parte
cuando transcurran otros 5730 años más y así sucesivamente, por lo que en
función de la proporción de átomos de carbono-14 presentes en una muestra en
relación con la cantidad de átomos de carbono que haya, se obtiene la
antigüedad de casi cualquier resto de materia orgánica que tenga una antigüedad
menor de 60.000 años, debido a que la presencia de carbono-14 en restos
orgánicos tan antiguos es tan escasa, (del orden de un átomo de carbono-14 por
cada mil billones de átomos de carbono), que es difícil obtener resultados
fiables.
Por cierto, la antigüedad
obtenida ha de ser calibrada, ya que la concentración de carbono-14 existente
en la atmósfera no ha sido siempre la misma y en el último siglo ha sufrido importantes
variaciones por la quema de combustible de origen fósil y por los ensayos
nucleares, que ha disparado su presencia. Como se conoce en todo momento cuál
ha sido la concentración en la atmósfera de carbono-14 durante los últimos
15.000 años, gracias a los anillos de crecimiento de los árboles y a las
concentraciones de carbono-14 que presentaban, se tienen unas curvas de
calibración de donde se obtiene la cantidad de carbono-14 presente en cada
momento en la atmósfera a partir de la cual se obtiene la antigüedad calibrada,
que será mucho más exacta que la obtenida de no tener en cuenta estas curvas de
calibración.
Este método de datación basado en
el carbono-14 fue desarrollado en la década de los 40 por un grupo de
científicos estadounidenses de la Universidad de Chicago encabezado por el
químico Willard Libby, experto en radiactividad que había participado en
el proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica. Gracias al
desarrollo de este método, Willard Libby recibió el Premio Nobel de Química en
1960.
Utilizando este método se han
podido concretar con más exactitud muchas de las páginas de la historia
universal y también se han podido corregir falsedades. Lo de que la denominada
Sábana Santa pudiera haber sido el sudario de Jesucristo al ser enterrado no es
más que uno de tantos mitos que han caído gracias a la utilización de este
método. Una buena manera de desenmascarar la mitología y dejarla en el lugar en
el que le corresponde.