Cuando fui niño, los únicos
ingresos propios que tenía provenían de la “paga” que recibía de mi madre, de
una cantidad que estaba en consonancia con lo que recibían el resto de mis amigos,
y de las propinas de los familiares, supervisadas por mis padres, a excepción
de aquellas que recibía de forma cuasi-clandestina para evitar dicha
supervisión.
Pero cuando tuve once y doce años,
de forma esporádica, tuve unos ingresos extras que podían duplicar o triplicar
esa asignación semanal pactada con mi madre gracias a la intermediación en el
“abono de cascos”. El proceder era sencillo, tenía algún que otro compañero de
clase que junto a otros amigos suyos conseguían cascos (es como denominábamos a
las botellas vacías que eran retornables y que se abonaban en las tiendas de
alimentación) y me llamaban a mí para realizar el correspondiente abono, ya que
ninguno de ellos se atrevía a hacerlo. Yo no preguntaba acerca del origen de
los cascos, (aunque podía sospechar cuál era su origen), iba a una de esas
tiendas que para mí eran “de confianza” donde realizaba el abono de los cascos,
y nos repartíamos el dinero a partes iguales. A veces me tocaba negociar con la
dependienta un precio a la baja o escuchar conjeturas incriminatorias acerca
del origen de los cascos por parte de alguna clienta, pero precisamente esa era
la dificultad del trabajillo y por eso es por lo que ninguno de ellos se
atrevía a hacerlo.
Y es que por aquel entonces, la
gran mayoría de los recipientes de vidrio que contenían refrescos o cerveza
eran retornables, es decir, eren envases diseñados para ser reutilizados. Al
adquirirlos, se pagaba el valor de los envases (denominados popularmente cascos)
y eran abonados cuando se devolvían. Luego estos envases retornables eran
recogidos, lavados desinfectados y vueltos a llenar por las empresas
embotelladoras. Esta práctica se fue abandonando gradualmente desde finales de los
80, a medida que se popularizaron los contenedores de vidrio y al ir sustituyendo
los fabricantes sus envases retornables por otros no retornables que iban
directamente a la basura o a estos nuevos contenedores de reciclaje de vidrio.
Sí que es cierto que en hostelería aún se ha continuado con la práctica de los
envases retornables, incluso aún perdura en ciertas marcas, pero cada vez en
menor medida.
Este giro
probablemente se ha debido a la sencillez en el procedimiento de fabricación
del vidrio, la abundancia de las materias primas y a la mecanización de este
proceso. El vidrio se crea mezclando arena, sosa y caliza o, lo que es lo
mismo, dióxido de silicio o sílice (SiO2), carbonato sódico (Na2CO3)
y carbonato cálcico (CaCO3), en una proporción de 65% de arena, 20%
de sosa y 15% de caliza. Calentando la mezcla a 1500ºC durante 24 horas se
obtendrá un líquido pegajoso de la consistencia de la miel, denominada gota de
vidrio. Posteriormente, mediante el proceso de soplado, el mismo que se utiliza
desde hace 5000 años cuando el ser humano comenzó a fabricar vidrio, se logrará
ajustar el líquido vítreo a la forma del molde del envase que se desea
fabricar.
Por cierto, los colores del
vidrio se obtienen mediante la adición de pequeñas cantidades de óxidos
metálicos (también llamados protóxidos) que actúan como colorantes, oxidantes,
reductores y estabilizadores. Las botellas de los colores verde y marrón se
obtienen de materias primas que contienen óxido de hierro, mientras que el
resto de colores se consiguen mediante mezcla de distintos óxidos metálicos.
Para que el vidrio sea cristal, se debe añadir un 30% de protóxido como mínimo
a la mezcla.
Además de ser fácil de fabricar, hay
que añadir que el vidrio es totalmente reciclable, por lo que puede reaprovecharse
íntegramente toda la materia cuantas veces se quiera, manteniendo sus
cualidades intactas tras este proceso.
El reciclado del vidrio comenzó
en Dinamarca en 1962 y no fue hasta 1982 cuando se instaló en España el primer
contenedor de vidrio. Una vez que se ha dejado de utilizar de forma
considerable los envases retornables, el reciclaje del vidrio es la única
opción para reducir los residuos que van a los vertederos. Cada kilogramo de
vidrio reciclado supone dejar de generar un kilogramo de basura y, al ser
totalmente reciclable, ahorrar un kilogramo de materia prima. Además, la
fundición de vidrio reciclado contamina el aire un 20% menos, el agua un 50%
menos y consume un 25% menos de energía que utilizando materias primas.
Cuando el vidrio reciclado llega
a las plantas de tratamiento, se limpia, se eliminan las impurezas y todos los
elementos que no sean vidrio, se tritura y se transforma en un polvo grueso
denominado calcín, que se fundirá junto con arena, sosa y caliza para formar nuevamente
la gota de vidrio, que será la que formará los nuevos envases. El vidrio nuevo
puede llevar hasta un 90% de vidrio reciclado.
En España es Ecovidrio quien se
encarga de la gestión del reciclado de los residuos de envases de vidrio en todo
el país. Es una asociación sin ánimo de lucro y nació como un sistema integrado
de gestión donde están representados todos los sectores relacionados con el
reciclado de vidrio: fabricantes de envases, recuperadores, envasadores y
embotelladores. Es responsable de gestionar la recogida selectiva de envases de
vidrio mediante la instalación de contenedores que facilitan la colaboración
ciudadana y garantizan el reciclado, realizando campañas de sensibilización
ciudadana.
La verdad es que, personalmente, veo
en la gestión del vidrio una involución. Entiendo que para los puntos de venta
es mucho más cómodo que el vidrio no sea retornable, pero no creo que sea así
ni para las empresas comercializadoras de productos que utilizan envases de
vidrio que pudieran ser retornable, ni para el cliente final que tenga una
cierta conciencia por la sostenibilidad. Al cliente le da igual llevar el
vidrio al contenedor que al punto de venta y las empresas comercializadoras han
seguido utilizando el envase retornable con aquellos que tienen un trato más
directo como los negocios de hostelería. Además, el envase retornable sólo ha
de ser lavado y desinfectado para volverlo a utilizar y eso sí que genera mucha
menos contaminación y mucho más ahorro energético. Todo lo demás va en la línea
de la letra de aquella canción de título “Bandejitas, latas y paquetes” del
grupo La Polla Records que decía “después de cobrarte el casco, quieren que se
lo devuelvas, pa que vuelvas a pagarlo”.