Hice la selectividad en Burgos,
en la Escuela Politécnica. Entonces, dicha prueba duraba dos días, tenía un
total de ocho exámenes y terminaba con las pruebas de Lengua e Historia de la
Filosofía. Yo había acudido a los dos días de prueba junto con Jorge, Marcos, Tomás
y el Chopo, es decir, casi los mismos con los que luego compartí piso en
Valladolid. Fuimos en vehículo particular pues eso nos daba mayor libertad, así
el primer día, después de comer nos fuimos a echar unos billares y el segundo
día nos subimos al monte de San Miguel. Recuerdo que allí arriba, todos, salvo
Marcos y yo, se pusieron a repasar para el examen de Filosofía. Marcos y yo no
éramos partidarios de hacer cosas así y nos pusimos a charlar, aunque sí que
recuerdo un momento en el que provocamos un poco a los que estudiaban, sobre
todo al Chopo que era el más fácil de desconcentrar, al que le solté toda la
parrafada de los presocráticos, a pesar de sus continuas quejas y de su
insistencia para que me callara y me fuera lejos para dejarle repasar para el
examen de Historia de Filosofía. Le vacilé con que con eso le valía para
aprobar, ya que era lo único que me sabía bien.
Como los filósofos presocráticos
era el primer tema y venía a ser el prólogo del curso, nadie se lo estudiaba. Sin
embargo, yo me lo sabía completamente, pues era el tema que más me había
llamado la atención y el único divertido para mí por el aquel entonces.
Realmente, cuando se habla de los
filósofos presocráticos, se habla de los primeros filósofos de la historia de la
humanidad. Los primeros que pretenden explicar la realidad a partir de algo que
sería común a todo lo existente, interesándose por los procesos de la
naturaleza, eliminando las explicaciones místicas para hacerlo de una manera
racional, por lo que se independizaban de la religión y lo hacían de una manera
más científica. Así, partiendo de estas premisas, tratan de responder a la
pregunta que lanza Tales de Mileto, la de cuál es el principio de todas las
cosas, ese elemento del que ha surgido todo y o que está presente en todas las
cosas que forman el Universo que nos rodea, (al que denominan arché), dando cada uno de ellos una respuesta diferente.
Tales de Mileto (624-546
a.C.) dijo que el agua era el origen de todas las cosas, pues si la realidad es
física, su causa también ha de ser física como el agua, que es el origen de la
naturaleza y originó la vida.
Anaximandro de Mileto
(610-545 a.C.) dijo que el origen era el ápeiron, una sustancia infinita,
indeterminada e indefinida que no se parecía a ninguna clase de materia del
mundo ya formado. Éste sería el origen de la realidad, el principio del Cosmos
por medio de un principio no material, de donde partían las cosas y adonde debían
retornar de acuerdo a un ciclo vital en el que los seres humanos derivaban unos
de otros.
Anaxímenes de Mileto (585-524
a.C.) dijo que era el aire, al que consideró aliento vital, pues el aire
estaría formado por la dispersión de las almas, ya que el alma sería el aire
que nos sostendría, por lo que el aire sostendría al mundo entero. Todo surgiría
del aire y todo retornaría a éste.
Pitágoras de Samos (572-496
a.C.) dijo que eran los números, pues los números serían lo permanente, lo que
constituiría la esencia de las cosas. Los números serían entes inmutables y
eternos ya que los conceptos matemáticos poseen una validez eterna y el mundo
tiene un orden acorde a un sistema numérico.
Jenófanes de Colofón
(570-475 a.C.) dijo que todo tendría su origen en el barro, ya que el mar
disuelve la tierra hasta convertirla en barro y al final del ciclo, con la
muerte, acontecería un proceso inverso de solidificación.
Heráclito de Éfeso
(544-484 a.C.) dijo que sería el fuego es el origen de todo lo existente y
adonde volverían para luego renacer, lo que conformaría el "ciclo
cósmico". En la naturaleza no existiría nada estable y los continuos cambios
en la naturaleza estarían originados por dicho ciclo.
Parménides de Elea
(540-470 a.C.) dijo que es el ser, puesto que el “no ser” sería inconcebible, ya
que en el momento en el que se piensa ya se es. Todo lo que hay ha existido
siempre pues ningún verdadero cambio es posible. Fue discípulo de Jenófanes.
Empédocles de Acragás
(495-435 a.C.) dijo que era la unión de los cuatro elementos o raíces que tiene
la naturaleza (agua, aire, fuego, tierra). Los cambios en la naturaleza se producirían
debido a que estos elementos se mezclarían y se separarían en diferentes
proporciones. Por ello, en la naturaleza todo estaría compuesto y se formaría
por esos cuatro elementos y por dos fuerzas antagónicas, que son el amor y el
odio, dejando de ser cuando las partículas de estos elementos primordiales se
separan.
Anaxágoras de Clazomene
(500-428 a.C.) dijo que eran las semillas y que la naturaleza estaría hecha de
muchas piezas minúsculas que contienen algo de todo, esas piezas serían los
gérmenes o semillas. También se imaginaba una especie de fuerzas que ponían
orden y que serían el espíritu y el entendimiento o inteligencia.
Demócrito de Abdera
(460-370 a.C.) dijo que eran los átomos, pues el principio de todo se explicaría
a partir de la existencia de unas unidades, piezas o partículas pequeñísimas que
serían invisibles, indivisibles, eternas e inalterables y serían los denominados
átomos o cuerpos densos. Las cualidades de las cosas dependerían de la figura,
la magnitud, la posición y el orden de estos átomos. Es más, lo único que existiría
serían los átomos y el espacio vacío.
El atomismo sería la culminación
del pensamiento presocrático. Aunque pueda parecer increíble, muchas de las afirmaciones realizadas por
Demócrito hace unos 2400 años, a partir de la simple observación y sin ningún tipo de artilugio, son
admitidas como válidas por la ciencia actual.
Pues cayeron los presocráticos,
los presocráticos y Hegel, aquel filósofo alemán que se estudiaba después de
Kant, pero al que no llegamos a conocer ya que se nos acabó el curso y Kant fue
el último tema que habíamos dado, por lo que el Chopo se tiró las dos horas del
examen intentando recordar todo aquella parrafada que le había soltado en el
monte de San Miguel y que casi le repito en aquella vieja casa okupa de Las
Llanas a la que nos acercarnos después del examen a bebernos unos cachis de
cerveza y donde estuvimos echando unas risas a costa de la jugada.