La película “Mandarinas” es una
película de 2013 dirigida por el director georgiano Zaza Urushadze, rodada en
Georgia y coproducida entre Georgia y Estonia, que fue nominada a los premios
Óscar y al Globo de Oro como mejor película extranjera en 2014, en
representación de Estonia y que no dudo en recomendar a todo aquel que tenga
cierto gusto por el cine menos comercial.
La película se sitúa en 1992, en
el marco de la guerra de Abjasia y narra un fragmento de la vida de Ivo, un
estonio que reside en Abjasia, (una provincia autónoma georgiana que busca la
independencia), y que, al contrario que el resto de sus compatriotas, decide
quedarse. Por diversas circunstancias, dos soldados resultan heridos delante de
su casa, (un combatiente georgiano y un mercenario checheno que combate del
lado abjasio), e Ivo se ve obligado a cuidar de ellos.
El caso es que aquella guerra en
la que se sitúa la película fue ganada por Abjasia poniendo fin a una década de
tensiones. Abjasia, que era una república autónoma dentro de la república
soviética de Georgia, intentó convertirse en una república soviética más (e
incluso así se auto-declaró en 1990) para que una hipotética independencia de
Georgia no la condenara a separarse de la Unión Soviética y tener que seguir formando
parte de Georgia con la que tenía serias tensiones étnicas. Sin embargo, al año siguiente Georgia declaró su independencia de la Unión Soviética y poco después anuló la constitución soviética y restauró su antigua constitución de 1921, provocando con ello que se anulara la autonomía de Abjasia, por lo que unos meses después Abjasia se declaraba independiente (el 23 de Julio de 1992), hecho que Georgia no aprobó ni reconoció, y que desembocó en la declaración de guerra que
duró casi año y medio y que acabó con victoria abjasia, con la expulsión de
todos los georgianos de Abjasia y una nueva declaración de independencia por
parte de Abjasia, que no fue reconocida por ningún estado de la comunidad
internacional.
En 2008, tras el final de la
guerra de Osetia del Sur, que enfrentó a Georgia con su otra república autónoma
de Osetia del Sur y que involucró a Abjasia, finalizando con derrota georgiana,
Rusia reconoció a Abjasia y a Osetia del Sur como estados independientes, algo
que también hicieron Nicaragua, Venezuela y Nauru, mientras que el resto de la
comunidad internacional las siguieron considerando como repúblicas autónomas
perteneciente a Georgia, a pesar de que de facto funcionan como repúblicas
independientes.
Existen otros dos casos muy
parecidos originados a partir de la desintegración soviética, las de las
repúblicas de Nagorno Karabaj y Pridnestrovia.
Nagorno Karabaj era una república
autónoma de mayoría armenia que pertenecía a la república soviética de
Azerbaiyán. Tras la declaración de independencia de Armenia y Azerbaiyán en
1991, se celebró un referéndum en Nagorno Karabaj donde se decidió la reunificación
con Armenia, no siendo reconocido por Azerbaiyán, lo que provocó la declaración
de independencia unilateral de Nagorno Karabaj. Esto derivó en una guerra no
declarada con victoria armenia e independencia de facto, aunque no reconocida,
del territorio de Nagorno Karabaj.
Pridnestrovia es como se denomina
a la región moldava de Transnitria tras haber declarado su independencia en
1990, ante el temor de una inminente unión entre Moldavia y Rumanía debido al
colapso soviético. Transnitria había sido separada en 1940 de Ucrania para pasar
a pertenecer a Moldavia, por lo que su población era de mayoría rusa y
ucraniana. En 1992 se produjo una guerra entre moldavos (apoyados por Rumanía)
y transnitrios (apoyados por Rusia y Ucrania), sin que hubiese cambio
significativo en la zona tras el alto el fuego, por lo que se declara la
República Moldava de Pridnestrovia como estado libre, aunque la comunidad
internacional la reconoce como un territorio autónomo dentro de Moldavia.
Abjasia, Osetia del Sur, Nagorno
Karabaj y Pridnestrovia son, por tanto, estados con soberanía discutida, pues a
pesar de funcionar como estados independientes no son reconocidos o lo son por
muy pocos países. Pero no son casos únicos.
Chipre del Norte (oficialmente República
Turca del Norte de Chipre) sólo está reconocida por un país (Turquía). Se formó
como estado federado turco, a partir de la intervención militar turca en Chipre
como respuesta al golpe de estado provocado por militares pro-griegos en 1974.
Se declaró independiente en 1983.
Taiwán (oficialmente República de
China) sólo está reconocido por 23 países, a pesar de que participa en
competiciones internacionales como China Taipéi. Se formó en 1949 tras huir el
gobierno chino a la isla de Taiwán (también conocida como Formosa), tras ser
derrocado por el ejército comunista en la guerra civil china, quienes
proclamaron la República Popular China. Esos 23 países que reconocen a Taiwán,
no reconocen a la República Popular China, a pesar de ser miembro de la ONU.
Sáhara Occidental (oficialmente República
Árabe Saharaui Democrática) llegó a ser reconocido por 84 países, aunque sólo
47 mantienen dicho reconocimiento. En 1976, se auto-proclamó independiente tras
la retirada de España, ya que el Sáhara Occidental era una provincia española.
Sin embargo, al abandonar España el territorio, éste fue ocupado por Marruecos
y Mauritania, para ser anexionado en 1979 por Marruecos tras retirarse
Mauritania de la zona que ocupaba. Actualmente, el Sáhara Occidental es
considerado como un territorio no autónomo y ocupado por la mayoría de la
comunidad internacional, sin reconocer soberanía alguna sobre la zona, aunque
de facto el territorio está controlado por Marruecos y la soberanía saharaui se
limita a la zona fronteriza con Argelia.
Hay otros países con
reconocimiento mayoritario, pero que tienen un gran número de países que no los
reconocen, como Kosovo, reconocido por 109 países de los 193 estados miembros
de la ONU, o Palestina, reconocida por 137 países. Igualmente, Israel no está
reconocido por 32 países de la ONU y China por 23. Hay ciertos casos
particulares de no reconocimiento debido a particulares enfrentamientos y
animadversiones entre ciertos países, como que Armenia no es reconocida por
Pakistán, Chipre no es reconocida por Turquía, Corea del Sur (República de Corea)
no es reconocida por Corea del Norte y Corea del Norte (oficialmente República
Popular Democrática de Corea) no es reconocida por Corea del Sur y Japón.
Parecen increíbles estas
situaciones en pleno siglo XXI, pero el odio humano no tiene límites, sobre
todo cuando se trata de enfrentamientos étnicos y ese odio provoca enemistades
irreconciliables entre vecinos, hasta el punto de no reconocer la existencia
del otro. Esos odios se pueden ver reflejados en otras películas que recomiendo
igualmente como “Antes de la lluvia” (Macedonia, 1994), “En tierra de nadie” (Bosnia,
2001) que obtuvo el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, “Bloody
sunday” (Gran Bretaña, 2002), “El viento que agita la cebada” (Irlanda, 2006), el
cortometraje “Shok” (2015) o, desde un punto de vista más neutral, las
películas españolas “Guerreros” de Daniel Calparsoro y “Un día perfecto” de
Fernando León de Aranoa.