El invento que más me fascinaba
de niño era la radio y me siguió fascinando hasta que me enteré de que su
funcionamiento era muy similar al del resto de telecomunicaciones que existen
en la Tierra, así como al de la televisión, aunque el hecho de enviar sonido o
imagen mediante ondas electromagnéticas desde un lugar a otro donde se reciben
y se “devuelven” a su estado original, no deja de ser un proceso de encriptado
y desencriptado con cierto halo mágico.
Precisamente, uno de los regalos
que más y mejor he amortizado fue un transistor de bolsillo que sólo recibía
onda media o AM (amplitude modulation).
En ese transistor oía los partidos de las competiciones europeas de la época ya
que, por aquel entonces, en televisión se hacía un escaso seguimiento de los
partidos europeos y se solía limitar a emitir los resúmenes de los partidos a
unas horas intempestivas para un chaval de E.G.B. También me servía para
escuchar los partidos de liga los domingos que no jugaba la Gimnástica Arandina
en casa. Recuerdo pasar bastantes domingos de invierno con Marcos oyendo el
fútbol por cualquier rincón del barrio, buscando el sitio donde mejor se oyera.
La magia de la radio me acompañó durante mucho tiempo.
Hasta que unos años después me
encontré a mi primo Jose por el barrio con un transistor pegado a la oreja. Iba
oyendo la música que mi prima Mariluz estaba poniendo en casa y que presentaba
de una manera bastante profesional para tratarse de una emisión pirata. Lo que
mi primo Jose estaba haciendo era comprobar el alcance que tenía la emisora de
radio de 1W de potencia que se había fabricado en casa. Cuando me explicó cómo
funcionaba la radio y cuando poco después me enteré de que la televisión
utiliza la misma “magia” que la radio, la fascinación por aquel invento se
diluyó considerablemente.
Lo que yo consideraba la “magia”
de la radio no es más que la emisión y recepción de ondas electromagnéticas,
concretamente las emitidas a frecuencias inferiores a 300 GHz, es decir, las que
tienen una longitud de onda superior a un milímetro, que son las que se
corresponden con la radiofrecuencia. Precisamente, la base teórica de la
propagación de ondas electromagnéticas fue descrita por el científico británico
James Clerk Maxwell en 1865 con la publicación de “Una teoría dinámica del
campo electromagnético” en la que proponía que los campos eléctricos y los
campos magnéticos se propagan por el espacio en forma de ondas, y que la luz es
también una onda en el mismo medio, siendo la causa de los fenómenos eléctricos
y magnéticos. A partir de esta premisa formuló la teoría clásica de la
radiación electromagnética, que unificaba, por primera vez la electricidad, el
magnetismo y la luz como manifestaciones distintas de un mismo fenómeno, y que
actualmente está considerada como la segunda gran unificación de la física,
tras la Mecánica clásica realizada por Isaac Newton. Estos descubrimientos
fueron claves para entrar en la era de la física moderna, sentando los
cimientos de campos como la relatividad especial o la mecánica cuántica, por lo
Maxwell está considerado como el tercer físico más importante de la historia,
tras Newton y Einstein.
Sin embargo, hubo que esperar un
par de décadas, concretamente hasta 1888, para que la teoría de Maxwell fuese
demostrada, cuando éste ya había fallecido. Fue el físico alemán Heinrich
Rudolf Hertz el primero que lo hizo, descubriendo además que las ondas
electromagnéticas se propagan a la velocidad de la luz y que tienen las mismas
características físicas que las ondas de luz, sentando así las bases para el
envío de señales de radio. Como homenaje a Hertz por este descubrimiento, la
unidad de frecuencia es el hercio (Hertz) y las ondas electromagnéticas se denominan
ondas hercianas.
Una vez sentadas las bases para
el envío de ondas electromagnéticas comenzó una vertiginosa carrera para el
desarrollo de las comunicaciones inalámbricas mediante radiofrecuencia. Así en 1890
el físico francés Edouard Branly inventa un aparato que recibe las señales de
la telegrafía sin utilizar hilos. En 1893, el ingeniero estadounidense de
origen austrohúngaro Nikola Tesla (nació en lo que sería la actual Croacia
aunque su familia era de origen serbio) hizo su primera demostración en público
de una transmisión de energía electromagnética sin cables, lo que fue la
construcción del primer radiotransmisor, patentándolo en 1897. En 1896, el
ingeniero ruso Alexander Popov inventa la primera antena radioeléctrica y
construye el primer receptor de ondas electromagnéticas. Y en 1899, el ingeniero
italiano Guglielmo Marconi logró realizar su primera transmisión de radio,
registrando su patente en 1900. Esta patente le fue aceptada en Gran Bretaña,
no así en Estados Unidos donde inicialmente le fue rechazada por ser
considerada una copia de la patente de Nikola Tesla, algo que sería rectificado
en 1904, otorgándosele a Marconi la patente en Estados Unidos como inventor de
la radio, a pesar de que países como Francia o Rusia se la habían rechazado por
su similitud con las publicaciones de Alexander Popov.
Aunque todos ellos realizaron sus
descubrimientos de forma independiente, en un principio fue Guglielmo Marconi
la persona a la que se le atribuyó el invento de la radio, incluso recibió el
premio Nobel de Física de 1909 junto al físico alemán Carl Ferdinand Braun en
reconocimiento a sus contribuciones en el desarrollo de la telegrafía
inalámbrica. Fue a raíz de la concesión de este galardón cuando Nikola Tesla
decide iniciar una demanda contra la compañía de Marconi por la violación de
sus patentes. Esto provocó un largo juicio que finalizó en 1943, unos meses
después de la muerte del último de los protagonistas, Nikola Tesla, cuando la
Corte Suprema de los Estados Unidos, tras recibir el testimonio de numerosos
científicos destacados, dictaminó otorgar a Nikola Tesla todos los derechos de la
invención de la radio, como resolución a la demanda de plagio de sus patentes. Este
veredicto no tuvo la suficiente difusión motivo por el cual el descubrimiento aún
hoy es atribuido a Marconi. La resolución no se dictó, al parecer, sólo por el
hecho de hacer justicia, sino también por cierto interés comercial, ya que en
aquel momento la armada de Estados Unidos estaba en litigio con la compañía
Marconi por el uso de las patentes de radio durante la I Guerra Mundial.
Aunque la radio como tal no tenga
un inventor único, sino que hubo un numeroso grupo de personas que
contribuyeron a ello, sí que está más claro quién fue la primera persona que
envió audio a través de ondas electromagnéticas. Fue el ingeniero canadiense
Reginald A. Fessenden quien lo realizó un 23 de diciembre de 1900, para convertirse,
seis años más tarde, en la primera persona en hacer una transmisión de radio
pública. Lo hizo en AM, puesto que la FM (frecuencia modulada) no apareció
hasta 1933.