Siempre me ha gustado hablar de
política con mis amigos, sobre todo con Marcos y Mario. Aunque últimamente lo
hagamos menos por coincidir con menor frecuencia, una de las frases que más
recuerdo de esas tertulias es la que Mario nos suelta en cuanto la conversación
comienza a enrocarse debido al posicionamiento que adoptamos, muy ligado a la
ideología de cada uno. Es por ello que en esas situaciones Mario nos suele
achacar a Marcos y a mí que somos los comunistas que conoce que mejor adaptados
estamos al capitalismo. Argumento que por otro lado a mí siempre me ha parecido
muy gracioso, como lo suele ser Mario en conversaciones distendidas, en las que
saca su particular humor ácido.
Naturalmente nos tacha de
comunistas en las épocas actuales, en la que los partidos denominados
comunistas abogan por la aplicación de políticas socialdemócratas, una vez que
la casi totalidad de los partidos europeos de apelativo socialista han abrazado
el denominado socialismo liberal o socioliberalismo, en lo que supone una
continua derechización de la sociedad, gracias a la gran influencia que la
corrientes neoliberales están ejerciendo en gran medida sobre los denominados
países occidentales, y en menor medida sobre el resto, todo ello “patrocinado”
por el gran beneficiado de la imposición esas políticas liberales, basadas en
el principio fundamental de la autorregulación del mercado, que es el capital.
Pero el comunismo como tal nace
en contraposición al capitalismo. Y así, cuando nace el Partido Comunista en
España en 1921, a raíz de una escisión del PSOE, se declaró como partido de
ideología marxista-leninista, en contraposición al PSOE que había adoptado una
ideología socialdemócrata. Es a partir de 1972 cuando se declara eurocomunista,
rechazando así el modelo desarrollado en la Unión Soviética, y siguiendo los
pasos de otros partidos comunistas europeos. Ya en 1986, se integra en la
coalición Izquierda Unida, creada a partir de las movilizaciones para pedir la
salida de España de la OTAN a través del voto en el referéndum del 12 de Marzo
de 1986. Dicha coalición se declaró de ideología socialdemócrata, y eso que el
PCE aportaba el 80% de los militantes.
Y es que el comunismo es una
ideología que cumple ya 170 años, aunque fue readpatado hace casi un siglo por
Vladímir Lenin para poderlo poner en marcha en un país agrario como era la
Rusia de principios del siglo XX, para posteriormente ser interpretado y
distorsionado por Iósif Stalin.
Esta ideología como tal se basa
en el Manifiesto Comunista que publicaron los alemanes Karl Marx y Friedrich
Engels en 1848. Dicho manifiesto no es más que la declaración de principios de
la Liga Comunista, una organización revolucionaria con sede en Londres y
formada por distintas delegaciones internacionales que fue liderada el propio
Marx, que bajo el lema de “¡Proletarios de todos los países, uníos!” abogaba
por la emancipación de la clase obrera.
Desde su primera publicación en
alemán en 1848, el Manifiesto Comunista, es considerado el texto sagrado del
comunismo. Se compone de unas 12000 palabras, (unas 23 páginas) siendo su
brevedad una de sus principales virtudes, ya que un largo y complejo ensayo
filosófico no hubiera atraído al obrero al que iba dirigido. Desarrolla las
ideas de que la humanidad se divide en dos clases antagónicas que son la
burguesía y el proletariado, de que los comunistas son parte del proletariado,
de que los distintos socialismos existentes son el reaccionario, el burgués o
conservador y el crítico-utópico; y de que los partidos comunistas se situarán de
parte de los partidos más progresistas y en contra de los más reaccionarios y
conservadores, sin perder por ello su independencia programática y organizativa,
apoyando cualquier movimiento revolucionario que se plantee contra el régimen
social y político imperante. Sus principales objetivos serían la abolición de
la propiedad de la tierra y de los derechos hereditarios y aplicación de todas
las rentas territoriales a fines públicos, la centralización del crédito y del transporte
en organismos estatales, la confiscación de la propiedad de emigrantes y
rebeldes, la enseñanza libre universal en escuelas estatales y la aceptación
por todos de la necesidad de trabajar.
El manifiesto surge en una época
en la que Europa padeció una oleada revolucionaria, aunque la influencia de
dicho manifiesto y de los líderes socialistas fue mínima en dichas revoluciones
que, por cierto, fueron todas sofocadas sin consecuencia social alguna.
Por cierto, la Liga Comunista se
disolvería en 1952, cinco años después de su creación, tras la detención de
varios de sus líderes acusados de conspiración. Con anterioridad la Liga había
sufrido importantes reveses debido al desacuerdo de sus miembros, puesto que
unos abogaban por continuar con la revolución ya que, según ellos, era posible
si había una minoría que la encabezase, mientras que otros, entre los que
estaba Marx, pensaban que había que inculcar y extender la conciencia de clase
entre el proletariado para prepararlo para una futura revolución.
Con la disolución de la Liga
Comunista, Marx abandonó sus actividades revolucionarias para dedicarse a
profundizar sus conocimientos de economía política que acabaría plasmado en el
primer tomo (y único que publicó en vida) de su obra cumbre “El Capital” que publicaría
en 1867. Así, el Manifiesto Comunista quedó prácticamente fuera de circulación.
Pero el papel desempeñado por Karl Marx en la Asociación Internacional de
Trabajadores (también conocida como Primera Internacional) liderando el Consejo
General, lo rescató 20 años después del olvido debido a la influencia del
pensamiento de Marx entre los partidos obreros europeos, lo que provocó que el
Manifiesto Comunista se extendiese por todo el mundo.
Para Karl Marx, el comunismo era
la última fase de la inevitable revolución que emanciparía al proletariado del
dominio de la burguesía. Partiendo de que la evolución histórica es una
sucesión de modos de producción en la que siempre ha habido una clase dominante
y una dominada, se podría decir que la historia de toda sociedad es la historia
de las luchas de clases. Con la industrialización, la burguesía era clase
dominante pues era la dueña de los medios de producción y conseguían sus
plusvalías gracias a la explotación de la clase trabajadora o proletariado que
era la verdadera creadora de la riqueza. Esta situación, según Marx, tenía que
desembocar en el inevitable levantamiento del proletariado, la consecuente
revolución y la creación de un nuevo sistema político, que inicialmente sería
el socialismo. El socialismo sería una etapa de transición en la que el
proletariado se organizaría en un solo partido que concentraría el poder con el
objetivo de que las plusvalías repercutiesen en la clase trabajadora, siendo el
objetivo final de este proceso la consecución del comunismo, en la que se
suprimirían las clases sociales y los medios de producción pasarían a ser
propiedad del Estado, de tal manera que los beneficios de la producción
repercutirían por igual en todos los miembros de la sociedad.
Para Marx, el comunismo era
inevitablemente la sociedad del futuro, pues la sociedad del futuro sería una
sociedad sin clases sociales. El cómo se acabó aplicando posteriormente es ya
otra historia.