En mi segundo año universitario,
vivíamos al final de la calle Imperial, próximos al puente Mayor, en Valladolid.
Cuando podíamos, principalmente los sábados por la tarde, solíamos ir a echar
unas pachanguitas de baloncesto, modalidad tres contra tres, en unas pistas
próximas, ya en el barrio de La Rondilla, junto con algún amigo que se sumaba.
Una de esas tardes, cuando terminamos de jugar y volvíamos para casa, vimos que
en un instituto cercano había un mitin de Julio Anguita dentro de los actos de
la campaña electoral de Izquierda Unida con vista a las siguientes elecciones
generales y, al enterarnos, entramos todos a verlo.
Recuerdo que me quedé alucinado
con aquel mitin. Nunca había escuchado a nadie con un poder de oratoria tan
clara y convincente. En sus palabras todos los problemas tenían un claro origen
y una lógica rotunda del resultado obtenido a partir de las políticas
realizadas y todos los pasos que se estaban dando dentro de la política
nacional del momento llegaban a unas conclusiones muy evidentes, a pesar de que
iban a contracorriente de las opiniones de la gran mayoría de expertos y
analizadores políticos. Explicaba todos los temas abiertamente y de forma muy
clara y hasta los menos entendidos en la materia lograban comprender las
situaciones expuestas. Incluso admiré que no había ningún intento, por su
parte, de manipulación argumental o lingüística ni de utilizar demagogia. Él
apostaba por su programa y a quien no le gustase el programa electoral de
Izquierda Unida, tenía otras opciones de voto.
Es curioso como con el paso de
tiempo mucha gente ve ahora en Julio Anguita a un profeta. La entrada en el
euro y las consecuencias de ceder al Banco Central Europeo todas las decisiones
de la política económica nacional, entre otras, parecen ahora muy evidentes,
pero sólo él lo denunció públicamente en su momento, a pesar de que lo llamaran
loco por aquel entonces. Reconozco que aún sigo admirándolo y me encanta saber
de sus opiniones y escucharlo cuando es invitado a algún programa o cuando
interviene en cualquier acto público.
Hace poco le oí hablar en un acto
de la moral del esclavo feliz. Entre muchas de las cosas que dijo, comentó que
gracias a los métodos propagandísticos, “el carcelero había conseguido que el
esclavo estuviese calentito en la prisión y que, aunque la puerta estuviese
abierta, el prisionero no se escapase ni pretendiese hacerlo”. Es lo que él
llamaba “la dominación perfecta” o que el sistema había conseguido instaurar “la
moral del esclavo feliz” y que ésa era la causa por la que la gente repite
expresiones como “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “hemos de
arrimar el hombro” o “con una huelga no se consigue nada”. También me quedé con
una sentencia que dijo a partir de sus experiencias en la empresa privada y de
su lucha por los derechos laborales: “Es más cómodo someterse que pensar, el
esclavo es así”. A partir de sus experiencias en la empresa privada sacó la
conclusión de que hay muchos ciudadanos que sienten envidia de los empleados
que tienen mejores condiciones laborales y en lugar de luchar porque sus
derechos se igualen a los que tienen unos derechos más favorables prefieren que
las condiciones de los privilegiados se igualen a los suyos en precariedad, en lugar
de luchar por mejorar los suyos. Es la razón que esgrimió para acabar
opositando a una plaza de funcionario.
La verdad es que estoy bastante
de acuerdo con la mayoría de las exposiciones que realiza. Estamos viviendo
unas épocas en las que no paramos de ver como se están recortando una gran
parte de los derechos laborales que con tanto esfuerzo se han ido conquistando
a lo largo de los últimos siglos. Todos estos derechos se han logrado suprimir
a partir de la generación de crisis económicas que han sumido en una pérdida
importante de poder adquisitivo a las clases medias y bajas y que han permitido
la introducción vehemente de políticas que han recortado continuamente los
derechos de estas clases sociales en favor de las clases altas y dominantes
todo ello en el nombre de la recuperación económica y del favorecimiento del
empleo, a pesar de que han sido, precisamente, la incorrecta legislación de las
clases dirigentes, así como las arriesgadas maniobras especulativas de las
clases adineradas, las que han provocado esta última crisis. Evidentemente,
todo ello, ha sido gracias a la complicidad del electorado que ha dado el poder
a fuerzas políticas que han facilitado la introducción de todo ese compendio
legislativo y han sido cómplices de dichas maniobras y, por tanto, de la
situación actual.
Estos marcos económicos adversos,
sumen en la resignación a muchos de los miembros de dicha sociedad. Dicha resignación
es la que acaba durmiendo a la gente y, por lo tanto, cualquier reacción de
ésta.
Precisamente, el no tener una
correcta conciencia social en las épocas de bonanza, el olvidar la lucha de
clases, la austeridad comedida, la solidaridad consumista y no ser crítico con
las políticas generadoras de burbujas financieras provoca estos bruscos ciclos
económicos y deja en total indefensión a las clases medias y bajas, que ven
como pierden calidad de vida paulatinamente en las épocas de crisis o retroceso
económico y que la brecha con las clases altas aumenta de forma continua.
Todavía recuerdo como se
criminalizaban, (y se siguen criminalizando), desde la totalidad de los medios
de comunicación, a todas aquellas movilizaciones anti-globalización llevadas a
cabo por los denominados grupos o asociaciones anti-sistema que, por cierto,
eran de ideologías muy heterogéneas. Clamaban contra la supresión de aranceles
y el mercado global que conducían a una avaricia consumista y que nos iban a degradar
económica y socialmente. El consumir productos fabricados con personal en
condiciones de semi-esclavitud hace que, con el tiempo, nos aboque hacia un
camino de igualdad de condiciones laborales por degradación, para lograr ser
competitivos con esas gigantes maquinarias productivas logradas a base de falta
de regulación laboral y, por lo tanto, de derechos laborales, lo que nos sume
progresivamente en la esclavitud cuando formamos parte de las distintas cadenas
de manufacturación, sea cual sea el proceso de manufacturación del que formamos
parte.
Yo creía que la conciencia de
clases era algo que se daba por sentado pero, sin embargo, me encuentro cada
vez más con que se ha logrado instaurar la indiferencia con respecto a estas
particularidades sociales y, por lo tanto, con respecto a la ideología, lo que
sume a la sociedad en el conformismo, el victimismo y la inacción, precisamente
en lo que la clase dominante quiere que se convierta la gran masa social
dominada o sometida a sus políticas de control y de liberalismo económico que
convierte al capital en el dictador del sistema, todo ello gracias a una buena
campaña propagandística encubierta bajo informativos o debates direccionados y
mediante la opinión de expertos de opinión tóxica o no neutral, es decir, todo
ello gracias al control de los medios de comunicación y a la censura o el
ostracismo de quien ha querido contrariar “la versión oficial”. De eso Julio
Anguita también sabe mucho.