El primer recuerdo, el más lejano
que tengo de mi vida, cronológicamente hablando, es el de mi primer día de
clase, traumático, por cierto. Es algo que siempre me preocupó, puesto que por
entonces yo ya contaba con cuatro años de edad, pero lo que es cierto es que no
he sido capaz de retener ningún recuerdo anterior a esa edad y si lo he hecho,
lo sitúo cronológicamente a una edad posterior.
Cuando hablo con distinta gente,
casi todos dicen tener recuerdos anteriores. Cierto es que me han contado
multitud de anécdotas de cuando tenía menos de cuatro años e incluso he sido
capaz de reconstruir dichos acontecimientos, pero siempre a partir de las pocas
fotos que tengo de cuando era niño y del recuerdo de los escenarios donde
sucedieron, pero no son recuerdos, son reconstrucciones mentales hechas por mí,
a partir del recuerdo de los lugares. Y todo ello a pesar de la cantidad de
anécdotas que me han contado de cuando era niño y que podrían haber perdurado en el
tiempo por traumáticos, como el rociarme por encima todo el café recién hecho de una
cafetera al intentar cogerla, el pingarme de un armario de la cocina
hasta que éste cayó encima de mí o el perder temporalmente una uña del dedo
gordo de un pie por culpa de una puerta que se abrió de forma inesperada, entre
otras.
Lo que es curioso es que mis
padres se cambiaron de vivienda cuando yo apenas contaba con ocho años de edad
y, sin embargo, tengo infinidad de recuerdos de mi vida en aquella primera vivienda,
como si aquellos cuatro posteriores años a mi primer día de clase hubieran sido
muy intensos en cuanto al almacenamiento de experiencias o aconteceres.
Al parecer los neurólogos defienden hoy en día la tesis de que es
imposible tener recuerdos precisos anteriores a los cuatro o cinco años de edad,
pues sólo a partir de esta edad el hipocampo, una de las sedes de la memoria, está
perfectamente configurado. Según ellos, las personas que dicen tener recuerdos
de edades anteriores, en realidad han construido falsos recuerdos a partir de
fotos o historias oídas a familiares.
Es por ello que la mayoría de las personas no es capaz de recordar
hechos que ocurrieron cuando eran muy pequeños, pese a haber sido protagonistas
de ellos, aunque sí que es posible que alguna experiencia quede marcada en el
cerebro, por distintas cuestiones. Se trata de algo muy normal y que los
científicos denominan “Amnesia Infantil”. No es una enfermedad, sino que es una
consecuencia de la forma en que los niños utilizan su cerebro mientras éste se
desarrolla. Los niños retienen recuerdos por poco tiempo y, a medida que pasan
los años, éstos desaparecen y son remplazados por otros. La amnesia infantil
suele englobar el período entre el nacimiento y los cuatro años, aunque las
memorias pueden ser borrosas hasta los ocho. A diferencia de los adultos, el
cerebro infantil procesa y almacena los estímulos e información de manera
diferente y, a medida que los bebés y niños crecen, los contenidos se mueven y
analizan de forma distinta, lo que evita el poder acceder a ellos tal como haríamos
con un evento reciente o grabado en un cerebro más desarrollado.
La razón de no recordar los
primeros años de nuestra vida, se debe a los altos niveles de producción
neuronal durante esa época. La formación de nuevas neuronas aumenta la
capacidad para recordar, pero también limpia la mente de viejos recuerdos. La
capacidad de recordar disminuye cuando aumenta la formación de nuevas neuronas.
Los niños son capaces de absorber
información de manera mucho más rápida que un adulto, pero lo que ellos consideran
importante de recordar varía mucho de lo que el resto consideraría relevante. En
la primera infancia, (antes de cumplir los cuatro o cinco años), el hipocampo y
corteza pre-frontal están muy poco desarrollados, siendo las zonas encargadas
de almacenar recuerdos a largo plazo en los adultos. Al ser el hipocampo muy
dinámico, no puede acumular información de forma estable. Eso podría explicar
la falta de recuerdos a largo plazo en la primera infancia. Además, entre los cuatro
y los ocho años de edad, la memoria tiende a ser más borrosa, por lo que quizás
se recuerden sensaciones pero no eventos. El cerebro en desarrollo es más
plástico y se reorganiza a gran velocidad y, por lo tanto, la memoria, en ese momento, es más frágil y vulnerable y puede borrarse fácilmente. En ese
proceso se difuminan huellas de memoria que dan paso a nuevos recuerdos y
aprendizajes, por lo que se puede decir que hay un momento en que nuestro
cerebro limpia datos para aumentar su capacidad.
Todo ello se debe a que cuando somos niños, se tiene una forma
única de absorber lo que ocurre a nuestro alrededor. En un principio los niños son
siempre los protagonistas en la memoria y clasifican el hecho según cómo lo vieron.
Al no tener la capacidad cognitiva o de lenguaje para procesarlo y almacenarlo
de forma correcta, se suele almacenar como imágenes y el hecho se vuelve
borroso o simplemente se pierde en el tiempo. Además, aquellos recuerdos
considerados como traumáticos, se borran más rápidamente para volverse casi
inaccesibles, en lo que quizá sea una forma de protección para un cerebro en
plena formación. También, se cree que las niñas tienden a mantener recuerdos
antes que los niños. Estudios determinan que las niñas pueden recordar algo que
ocurrió cuando tenían tres años y medio mientras que en el caso de los varones,
la edad sube a los cuatro años.
Todo esto lo acaba de demostrar la
psicóloga canadiense Carole Peterson de la Universidad Memorial de
Newfoundland, con un nuevo estudio con menores. Hasta el momento se pensaba que
el fenómeno de la amnesia infantil, (la escasez o ausencia de recuerdos de los
primeros años de nuestra vida), se producía sólo en los adultos. Sin embargo,
este fenómeno también sucede en los menores. En los mayores, la edad media del
momento del primer recuerdo es de tres años y medio, pero en los niños esta
memoria cambia según se va creciendo.
El caso es que yo achacaba que mi falta de recuerdos anteriores a los
cuatro años de edad se debía a una torpeza infantil por mi parte. Igual que
comencé a andar algo más tarde de lo normal, pensaba que solamente fui capaz de retener
recuerdos a una edad más tardía que el resto. Sin embargo, veo que es algo
normal no recordar nada de mis cuatro primeros años de vida y que lo
excepcional hubiese sido lo contrario.
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