Hace un tiempo el programa “La
noche temática” de TVE emitió el documental “La doctrina del shock”, basado en
el libro “La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre”, de la periodista
canadiense Naomi Klein. En dicho documental se muestra como las políticas
económicas neoliberales la Escuela de Economía de Chicago y del profesor Milton
Friedman, (galardonado con el premio Nobel de Economía en 1976), habían sido
impuestas en países con modelos de libre mercado a través de impactos en la
psicología social a partir de desastres o contingencias adversas, provocando
que, ante la conmoción y confusión, se pudieran hacer reformas muy impopulares,
que serían inaceptables por la población en situaciones normales.
En el documental se repasan las
distintas actuaciones para aplicar esta doctrina. Comienza con las
transformaciones económicas realizadas en Sudamérica, que se utilizó como banco
de pruebas, a partir del golpe de Estado dado por Augusto Pinochet en Chile, (que
derrocó al presidente electo Salvador Allende), y que fue ejecutado con la
financiación y apoyo de la CIA por orden del presidente de los Estados Unidos,
Richard Nixon. En esta parte se analiza la necesidad de la tortura para la
imposición de políticas neoliberales, (impopulares todas ellas), asociadas a la
terapia de choque. Algo parecido se realizó en Argentina, a partir de la
instauración de la dictadura militar tras el golpe de estado, ejecutado por los
comandantes de las tres Fuerzas Armadas argentinas, que derrocó al gobierno
peronista encabezado por María Estela
Martínez de Perón. También se analiza como esta terapia de choque fue aplicada
sin necesidad de situaciones tan extremas como las de Argentina y Chile. Así,
Margaret Thatcher las impuso aprovechando el populismo obtenido a partir de la
victoria de Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, mientras que en Bolivia se
adoptaron con el asesoramiento del economista Jeffrey Sachs para mitigar la
abultada deuda externa contraída en los gobiernos militares de los años 70.
La crisis financiera asiática de
1997, que provocó la quiebra de Tailandia y que golpeó duramente a Indonesia y
Corea del Sur, provocando fuerte devaluaciones monetarias en Malasia,
Filipinas, Taiwán, Hong Kong y Laos, entre otros, fue una nueva oportunidad para
la introducción de terapias de choque una vez que el Fondo Monetario
Internacional tuvo que intervenir con la creación de paquetes de rescate.
Igualmente, países como Rusia y Polonia, inmersos en transición económica por
la caída del bloque soviético, y Sudáfrica, tras la transición económica
posterior a la supresión del bloqueo internacional debido a la abolición del
apartheid, acogieron estas medidas de neoliberalismo y libre mercado.
Ni qué decir tiene que otros
momentos como los atentados del 11-S en 2001 o la crisis financiera originada
en 2008 tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y el hundimiento de los
productos derivados de las hipotecas “subprime” que acabó quebrando grandes
empresas, colapsando el sistema financiero y generando abultadas deudas
exteriores en los países de la Eurozona son campo de cultivo idóneo para
imposición de políticas neoliberales de terapia de choque, aprovechando las delicadas
situaciones por las que pasaban las economías de ciertos países, y como moneda
de cambio de los paquetes de rescate económico que recibieron.
Sin embargo, tal y como advierten
cada vez un mayor número de economistas de prestigio, este fundamentalismo
económico se ha venido imponiendo gracias a la voluntad del poder financiero y
al protagonismo mediático que se ha dado a todo tipo de economistas afines a
este poder, tal y como comentaba en la anterior entrada “El Nuevo Capitalismo”.
Trabajos de carácter predominantemente ideológico y propagandístico como
los de Alberto Alesina y Silvia Ardagna, sobre la necesidad de la austeridad
como medida estimuladora de crecimiento y de creación de confianza en los
mercados financieros, y los de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que alertaron
que el crecimiento de la deuda pública por encima del 90% del PIB llevaba a la
recesión, explicando la crisis financiera actual en la Unión Europea por un
exceso de esta deuda pública, todos ellos basados en una argumentación muy
débil y criticados extensamente por sus errores y falsedades, han sido manuales
de eficacia económica a seguir por la gran mayoría de mandatarios.
Entre los grandes errores y
falsedades en los argumentos que sostenían el dogma de la economía neoliberal, se
puede apreciar que Ronald Reagan no bajó el gasto público durante su mandato
sino que lo subió, aunque lo hizo en el sector militar en lugar de en el social.
Incluso es el presidente de Estados Unidos que más ha subido los impuestos en
tiempos de paz, pues bajó los de las rentas superiores para aumentar los de la
mayoría de la población, tal y como advirtió el economista estadounidense Paul
Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008.
Irlanda y España fueron dos de los
países que están sufriendo la actual crisis de una manera más acentuada. Ambos estaban
entre los discípulos aventajados de la escuela neoliberal, teniendo superávit
en sus cuentas públicas y una deuda pública menor que la del promedio de la Eurozona.
Ambos han sido acusados de estar en crisis económica por haber gastado
demasiado cuando eran los países con el gasto público social por habitante más
bajo de la Eurozona y sus Estados estaban en superávit.
Lo cierto es que la aplicación de
estas políticas neoliberales ha profundizado aún más la crisis, (cuando eran
medidas, sobre el papel, para salir de ella), deteriorando aún más la situación
económica de los países en los que se han aplicado en los cuales se están
alcanzando unos niveles de desempleo inéditos, con un deterioro alarmantemente del
estado de bienestar y de la calidad de vida de las clases populares que son quienes
más intensamente están sufriendo los efectos negativos del neoliberalismo.
Igualmente, estas políticas están creando una enorme crisis democrática pues se
están aplicando mediante la imposición de los partidos gobernantes, sin haber
sido incluidas previamente en sus programas electorales.
Los únicos sectores sociales que
apoyan tales políticas son las rentas superiores, las élites financieras y
empresariales y las grandes empresas exportadoras, que son quienes se
benefician de tales políticas, mientras que las clases populares, que son la
mayoría de la población, se están oponiendo de manera generalizada. Si estas políticas
continúan existiendo y aplicándose se debe al enorme poder de estas élites financieras,
empresariales, mediáticas y políticas, en definitiva, de los grandes beneficiarios,
y únicos, de esta crisis actual.
Aún así, éste es el sistema
económico al que nos vemos sometidos, el capitalismo liberal o neoliberalismo,
también llamado capitalismo especulativo o de casino, gracias a la
desregularización del sector económico. Un casino, por cierto, en el que nos toca
jugar a todos de forma obligatoria y que como bien sabemos, cuando de casinos se
habla, la banca siempre gana.