En la anterior entrada, en la que
hablaba acerca de una ilusión de juventud, hice mención a que mis amigos y yo
considerábamos que los inventos españoles más conocidos del siglo XX, (el
chupachús, la fregona y el futbolín), consistían en poner un palo a algo, (un
caramelo, un trapo o unos muñecos). Sin embargo, a lo largo de historia, siglo
XX incluidos, han habido otros inventos españoles que son mucho más
sofisticados e ingeniosos.
Por cierto, el chupachús fue
inventado por el asturiano Enric Bernat a mediados de los 50. La idea de
ponerle un palo al caramelo le surgió al comprobar que los caramelos son
mayoritariamente consumidos por niños y que éstos acostumbran a sacárselo continuamente
de la boca con la mano, por lo que añadirle un palo facilitaba esta operación.
La fregona fue patentada en España en 1964 por el aragonés de origen riojano Manuel
Jalón que, durante una estancia en Estados Unidos, observó cómo los hangares se
fregaban con una mopa plana y un cubo con rodillos y al volver a España decidió
fabricar su propia versión de lo que había visto. Más tarde también patentaría
la aguja hipodérmica desechable. Y el futbolín fue inventado por el gallego
Alejandro Campos durante la Guerra Civil en 1937, mientras sanaba en un
hospital de Barcelona de sus heridas provocadas por un bombardeo en Madrid,
para suplir el que los heridos no pudiesen jugar al fútbol. También inventó y
patentó un pasahojas de partituras accionadas por el pie, pero al exiliarse se
perdieron los registros de ambas patentes, aunque sí que pudo patentar el
pasahojas en Francia y comercializar el futbolín en Guatemala. Cabe destacar
que cuando inventó el futbolín ya existía una versión similar en Europa
denominado fútbol de mesa aunque era desconocida en España.
En cuanto al resto de inventos
creados por españoles, cabe destacar unos cuantos:
El submarino tiene un origen muy
español. En 1859, el catalán Narciso Monturiol construyó el Ictíneo,
considerado el primer submarino propulsado, que utilizaba propulsión independiente
de aire o anaeróbica por vapor y, en 1888, el murciano Isaac Peral diseñó el
prototipo de un submarino de propulsión eléctrica que pasó a ser el primer
submarino torpedero.
En 1923, el murciano Juan de la
Cierva y Codorníu diseñó una aeronave de ala giratoria denominado autogiro o
girocóptero que incorporaba un rotor articulado, pieza fundamental para la
construcción de helicópteros. Al año siguiente, el madrileño Federico Cantero
Villamil, diseñó la denominada “libélula española”, considerado uno de los
primeros helicópteros, (diez años antes de que el ingeniero soviético Igor
Sikorsky se atribuyera la invención del helicóptero). Curiosamente, Juan de la
Cierva y Hoces, sobrino de Juan de la Cierva y Codorníu, inventó un estabilizador
óptico utilizado para eliminar los efectos de movimiento, vibraciones y
desenfoque de las cámaras denominado Dynalens, por el que obtuvo el Óscar
cinematográfico a la mejor contribución técnica a la industria cinematográfica
en 1.969.
El primer tren articulado también
fue español. En 1942 nació el Talgo, (Tren articulado ligero Goicoechea Oriol),
desarrollado por los vizcaínos Alejandro Goicoechea y José Luis Oriol.
El inventor del primer
laringoscopio fue el maestro de canto operístico madrileño Manuel Vicente García
en 1.855. Posteriormente, sería introducido en la práctica médica por el médico
alemán Johann Czermak, que lo mejoraría.
A finales del siglo XIX, el
arquitecto e ingeniero vizcaíno Alberto Palacio diseñó el primer puente
transbordador. Junto a Ferdinand Arnodin construyó uno veintena de ellos por
todo el mundo, destacando el Puente Colgante de Vizcaya que une las localidades
de Guecho y Portugalete, construido en 1893 y considerado el más antiguo del
mundo. Aún está en funcionando y fue declarado en 2006, Patrimonio de la
humanidad de la UNESCO.
Incluso el traje espacial tiene
un origen muy español, ya que en 1.935 el ingeniero militar español Emilio
Herrera diseñó en 1935 la escafandra estratonáutica, considerado como el primer
traje espacial y que inspiraría posteriormente a los utilizados en la carrera
espacial.
Pero, sin duda, para mí el gran
inventor español fue el ingeniero cántabro Leonardo Torres Quevedo. En 1902
perfeccionó el dirigible construyendo tres años después el primer dirigible
español que incluía estas novedades, en 1903 inventó el Telekino, (considerado
el primer mando a distancia), en 1.912 el “Ajedrecista”, un autómata considerado
el primer videojuego de la historia. También inventó el puntero láser, mejoró el
proyector de diapositivas y diseñó una máquina calculadora capaz de almacenar
dígitos decimales, realizar operaciones binarias y comparar cantidades, (precursora
de las modernas calculadores científicas electrónicas), aunque por lo que más
fue destacó fue por la construcción de varios transbordadores, funiculares o
teleféricos, destacando el transbordador aéreo Niagara Spanish Aerocar que
atraviesa las cataratas del Niágara y el tranvía aéreo del monte Ulía en San
Sebastián.
Hay otros inventos españoles de
origen desconocido o no personificado. La bota, el botijo o el porrón son de
uso casi exclusivo nuestro por lo que serían inventos no exportados. El galeón
o el arcabuz (una antigua arma de fuego) parecen tener sus orígenes en la
Corona de Castilla, al igual que el cabrestante, que es un dispositivo mecánico
consistente en un rodillo o cilindro giratorio que, impulsado manualmente o a
través de un motor, levanta o desplaza grandes objetos o cargas con un cable.
Aunque de esta categoría habría que destacar el cigarrillo, pues los primeros
cigarrillos de papel manufacturados y empaquetados se comercializaron en España
en torno a 1825. El origen parece estar en los mendigos sevillanos que durante más
de un siglo aprovecharían los desechos de las hojas de tabaco, triturando los
desperdicios y liándolos en finas hojas de papel de arroz, hasta popularizarlo.
Igualmente hubo otros más
genéricos que se han podido llegar a considerar como tal, aunque se trata de
productos comercializados en exclusiva en España y que eran similares a otros
existentes en otros países, como la grapadora, el sismógrafo o el afilalápices.
En esta categoría también deberían estar incluidos la fregona o el futbolín, a
pesar de ser considerados inventos españoles.
También hubo ideas parecidas al
Red Bull, (al que también hago referencias en la entrada anterior), como la
Juanola, el Ceregumil o el Ciripolen, pero se quedaron en productos no
exportados al mundo.
En definitiva, que aunque este
país nunca se haya destacado por estar a la vanguardia del I+D+i sino más bien
a la retaguardia, esto no ha evitado que mentes brillantes hayan desarrollado
su ingenio para aportarle algo al mundo.