lunes, 9 de junio de 2014

LA IDEA DEFINITIVA

Con Marcos he compartido gran parte de mi vida, pues somos amigos desde que éramos niños. Fuimos juntos a la misma clase en el colegio durante seis años, fuimos al mismo instituto, coincidiendo en la misma clase durante un curso, vivimos en el mismo piso compartido durante el período universitario y hemos seguido compartiendo muchos momentos desde entonces.

Hace no mucho tiempo le recordé una de sus famosas frases que decía: “Muy mal se nos tiene que dar para no retirarnos a los 40”. Esta frase la repitió constantemente cuando ideábamos nuestros proyectos de futuro en la época universitaria. En la ideación de estos proyectos solíamos contar con Jorge y con Jesús, que eran los que tenían una mentalidad más emprendedora por aquel entonces y con los que pasábamos buenos ratos mientras comentábamos las posibilidades que se podían llevar a cabo en el mundo real.

Barajábamos distintas ideas, alternativas al proyecto profesional en ciernes de cada uno, pero como el fundamento era profesional, buscábamos ideas para proyectos que pudieran ser bastante rentables y así poder llevar a cabo la frase de Marcos, que se había convertido en nuestro lema. Recuerdo que un día Jorge introdujo una alternativa a los campos que tocábamos y comenzó a hablar acerca de sencillos inventos que habían reportado beneficios exagerados a quien los había llevado a cabo. Uno era el del velcro, inventado por el ingeniero suizo George de Mestral en la década de los 40. Para su creación se inspiró en los frutos de algunos cardos Arctium, (conocidos popularmente como  arrancamoños, abrojos o cadillos), que se enganchaban constantemente a su ropa y al pelo de su perro. Al examinar el material de estos frutos a través de un microscopio consiguió distinguir distintos filamentos entrelazados terminados en pequeños ganchos, que poseían una gran adherencia a los tejidos. Acabó patentando la idea en 1951, denominándola velcro, como acrónimo de velours-crochet, (terciopelo-ganchillo). La otra idea fue la del limpiaparabrisas intermitente, inventado y patentado en 1964 por el ingeniero estadounidense Robert Kearns y que fue copiado por los fabricantes automovilísticos Ford, General Motors, Mercedes y Chrysler. En la década de los 90  Robert Kearns fue fuertemente indemnizado por Ford y Chrysler como compensación por la violación de la patente, tras largos procesos judiciales, lo que inspiró a Jorge a hablar de dicho invento. Por cierto, el limpiaparabrisas fue inventado por la estadounidense Mary Anderson a principios del siglo XX, patentándolo en 1905 e inspirándose en las continuas paradas que tenían que hacer los conductores de los tranvías para salir a limpiar la suciedad, el agua y el hielo que se impregnaban en los parabrisas, aunque no utilizó su creación para obtener beneficios lucrativos.

Partiendo de esto y de nuestra nacionalidad, comenzamos a considerar esta opción, pues algunos de los inventos españoles más conocidos son el chupachús, la fregona o el futbolín, que, de manera simplista, decíamos que los inventos españoles consistían en poner un palo a algo, (un caramelo, un trapo o unos muñecos). Eso conjugaba perfectamente con nuestra filosofía del proyecto, algo sencillo y potencialmente lucrativo de una manera considerablemente rápida y que nos retirase de la vida productiva para pasar a otra más contemplativa u ociosa.

Había muchos inventos que nos servían de referencia. En muchos casos, la persona que había triunfado lo había conseguido gracias a ser pionero en un campo concreto, como era el caso más conocido, el de Bill Gates, a partir de introducir un sistema operativo para equipos personales y apostar, (al igual que su principal competidor, Steve Jobs), por el ordenador personal como opción de futuro en lugar de los terminales conectados a servidores centrales. En otros casos, la idea había surgida de forma casual, ante una necesidad surgida o ante una utilidad novedosa descubierta que no estaba cubierta por ninguno de los productos disponibles en el mercado.

Evidentemente, tras muchas propuestas de ideas o de posibles negocios innovadores que nos pudiesen lanzar hacia una vida laboral breve y resolutiva, desistimos en el intento al no acabar encontrando una idea convincente y al enteramos de que menos del 1% de las ideas de productos nuevos acaban triunfando y que, por lo general, la casualidad no es tanta, ya que las grandes ideas tenían que caer en las manos adecuadas para poder llegar a ser desarrolladas y reconocidas. Para nosotros, era demasiado esfuerzo para tan pocas opciones de éxito, aunque nos divertimos mucho en el intento.

Lo más curioso es que una idea muy similar a la que buscábamos estaba delante de nuestras narices y no sospechábamos que pudiera ser algo tan revolucionario como para acaparar un sector del mercado que no suponíamos con tanto futuro. Esa idea era el Red Bull. Es sin duda, el invento más lucrativo, en función de su simplicidad, de las últimas décadas. En España existieron otros productos que nos hubiesen valido, como el Ceregumil o el Ciripolen, pero el producto que idearon el austriaco Dietrich Mateschitz y el tailandés Chaleo Yoovidhya, a partir de una bebida tailandesa denominada Krating Daeng era la idea que buscábamos. Sólo consistía en copiar y adaptar algo ya existente y darlo a conocer al mundo. La pena es que en el momento en el que maquinábamos ideas ya estaba inventado aunque apenas había desembarcado en España. Pero ese era el concepto de idea que andábamos buscando Jorge, Marcos y yo, algo parecido al Red Bull, y ni nos habíamos percatado de su potencialidad de triunfo,  aunque de esa falta de capacidad sí que éramos conscientes.

Posteriormente surgieron otras ideas más o menos complejas que también han sido enormemente lucrativas. Algunas, como Amazon o Dell ya existían, otras como PayPal, Google, Youtube o Facebook estaban por venir. Tampoco teníamos una ambición tan desorbitada, pero son historias de éxito parecidas a las que buscábamos, aunque las expuestas sean en términos superlativos.

Recuerdo cuando le conté a Mayka acerca de esto. Me contó que su hermano y ella habían pensado en una toalla playera que llevase incorporado un anclaje en cada punta para poderlo clavar en la playa. Como de esto hace ya bastante tiempo y creo que no parece que lo vayan a desarrollar, ahí dejo una idea para quien quiera comercializarla.


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