Con Marcos he compartido gran
parte de mi vida, pues somos amigos desde que éramos niños. Fuimos juntos a la
misma clase en el colegio durante seis años, fuimos al mismo instituto,
coincidiendo en la misma clase durante un curso, vivimos en el mismo piso
compartido durante el período universitario y hemos seguido compartiendo muchos
momentos desde entonces.
Hace no mucho tiempo le recordé
una de sus famosas frases que decía: “Muy mal se nos tiene que dar para no
retirarnos a los 40”. Esta frase la repitió constantemente cuando ideábamos
nuestros proyectos de futuro en la época universitaria. En la ideación de estos
proyectos solíamos contar con Jorge y con Jesús, que eran los que tenían una
mentalidad más emprendedora por aquel entonces y con los que pasábamos buenos
ratos mientras comentábamos las posibilidades que se podían llevar a cabo en el
mundo real.
Barajábamos distintas ideas,
alternativas al proyecto profesional en ciernes de cada uno, pero como el
fundamento era profesional, buscábamos ideas para proyectos que pudieran ser
bastante rentables y así poder llevar a cabo la frase de Marcos, que se había
convertido en nuestro lema. Recuerdo que un día Jorge introdujo una alternativa
a los campos que tocábamos y comenzó a hablar acerca de sencillos inventos que
habían reportado beneficios exagerados a quien los había llevado a cabo. Uno
era el del velcro, inventado por el ingeniero suizo George de Mestral en la
década de los 40. Para su creación se inspiró en los frutos de algunos cardos Arctium,
(conocidos popularmente como arrancamoños,
abrojos o cadillos), que se enganchaban constantemente a su ropa y al pelo de su
perro. Al examinar el material de estos frutos a través de un microscopio
consiguió distinguir distintos filamentos entrelazados terminados en pequeños
ganchos, que poseían una gran adherencia a los tejidos. Acabó patentando la
idea en 1951, denominándola velcro, como acrónimo de velours-crochet, (terciopelo-ganchillo).
La otra idea fue la del limpiaparabrisas intermitente, inventado y patentado en
1964 por el ingeniero estadounidense Robert Kearns y que fue copiado por los
fabricantes automovilísticos Ford, General Motors, Mercedes y Chrysler. En la
década de los 90 Robert Kearns fue
fuertemente indemnizado por Ford y Chrysler como compensación por la violación
de la patente, tras largos procesos judiciales, lo que inspiró a Jorge a hablar
de dicho invento. Por cierto, el limpiaparabrisas fue inventado por la
estadounidense Mary Anderson a principios del siglo XX, patentándolo en 1905 e inspirándose
en las continuas paradas que tenían que hacer los conductores de los tranvías
para salir a limpiar la suciedad, el agua y el hielo que se impregnaban en los
parabrisas, aunque no utilizó su creación para obtener beneficios lucrativos.
Partiendo de esto y de nuestra
nacionalidad, comenzamos a considerar esta opción, pues algunos de los inventos
españoles más conocidos son el chupachús, la fregona o el futbolín, que, de
manera simplista, decíamos que los inventos españoles consistían en poner un
palo a algo, (un caramelo, un trapo o unos muñecos). Eso conjugaba
perfectamente con nuestra filosofía del proyecto, algo sencillo y
potencialmente lucrativo de una manera considerablemente rápida y que nos
retirase de la vida productiva para pasar a otra más contemplativa u ociosa.
Había muchos inventos que nos
servían de referencia. En muchos casos, la persona que había triunfado lo había
conseguido gracias a ser pionero en un campo concreto, como era el caso más
conocido, el de Bill Gates, a partir de introducir un sistema operativo para
equipos personales y apostar, (al igual que su principal competidor, Steve
Jobs), por el ordenador personal como opción de futuro en lugar de los
terminales conectados a servidores centrales. En otros casos, la idea había
surgida de forma casual, ante una necesidad surgida o ante una utilidad
novedosa descubierta que no estaba cubierta por ninguno de los productos
disponibles en el mercado.
Evidentemente, tras muchas
propuestas de ideas o de posibles negocios innovadores que nos pudiesen lanzar
hacia una vida laboral breve y resolutiva, desistimos en el intento al no
acabar encontrando una idea convincente y al enteramos de que menos del 1% de
las ideas de productos nuevos acaban triunfando y que, por lo general, la
casualidad no es tanta, ya que las grandes ideas tenían que caer en las manos
adecuadas para poder llegar a ser desarrolladas y reconocidas. Para nosotros,
era demasiado esfuerzo para tan pocas opciones de éxito, aunque nos divertimos
mucho en el intento.
Lo más curioso es que una idea
muy similar a la que buscábamos estaba delante de nuestras narices y no
sospechábamos que pudiera ser algo tan revolucionario como para acaparar un
sector del mercado que no suponíamos con tanto futuro. Esa idea era el Red
Bull. Es sin duda, el invento más lucrativo, en función de su simplicidad, de
las últimas décadas. En España existieron otros productos que nos hubiesen
valido, como el Ceregumil o el Ciripolen, pero el producto que idearon el
austriaco Dietrich Mateschitz y el tailandés Chaleo Yoovidhya, a partir de una
bebida tailandesa denominada Krating Daeng era la idea que buscábamos. Sólo
consistía en copiar y adaptar algo ya existente y darlo a conocer al mundo. La
pena es que en el momento en el que maquinábamos ideas ya estaba inventado aunque
apenas había desembarcado en España. Pero ese era el concepto de idea que
andábamos buscando Jorge, Marcos y yo, algo parecido al Red Bull, y ni nos
habíamos percatado de su potencialidad de triunfo, aunque de esa falta de capacidad sí que éramos
conscientes.
Posteriormente surgieron otras
ideas más o menos complejas que también han sido enormemente lucrativas.
Algunas, como Amazon o Dell ya existían, otras como PayPal, Google, Youtube o Facebook
estaban por venir. Tampoco teníamos una ambición tan desorbitada, pero son
historias de éxito parecidas a las que buscábamos, aunque las expuestas sean en
términos superlativos.
Recuerdo cuando le conté a Mayka
acerca de esto. Me contó que su hermano y ella habían pensado en una toalla
playera que llevase incorporado un anclaje en cada punta para poderlo clavar en
la playa. Como de esto hace ya bastante tiempo y creo que no parece que lo vayan
a desarrollar, ahí dejo una idea para quien quiera comercializarla.
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