Cuando comencé a realizar el
proyecto fin de carrera dejé de solicitar las prórrogas para la realización de
la prestación social sustitutoria al servicio militar, pues me había declarado
objetor de conciencia. Así, en Junio, me concedieron destino en el Ayuntamiento
de Valladolid, para realizar mi prestación como personal de apoyo en un centro
de integración de personas que habían padecido cuadros de adición. En un
principio, la duración de la prestación debía ser de trece meses, aunque ya
estaba en trámite la equiparación de la duración de la prestación social
sustitutoria a la del servicio militar, por lo que sabía de antemano que mi
prestación iba a durar nueve meses. Posteriormente, cuando acabé el proyecto,
solicité el traslado a mi ciudad natal, Aranda, donde continué mi prestación en
la U.S.O., sindicato que por aquel entonces utilizaba a dos objetores como
ayudantes de la secretaria, algo que yo consideraba bastante cuestionable
éticamente, ya que las tareas que desempeñábamos ambos eran propias de un
puesto de trabajo.
Evidentemente, aunque cuando
rellené la declaración de objetor de conciencia marqué casi todas las casillas,
(a excepción de los motivos religiosos), mi objeción se debía a motivos éticos
y a mi desarrollado anti-militarismo. Por aquel entonces había una enorme
puesta en duda sobre la utilidad del servicio militar y, por ende, de la
prestación social sustitutoria. Por un lado se abogaba por la continuidad del
sistema, pues según ciertas corrientes ideológicas muy cercanas a la mía equiparaban
las clases sociales, ya que todos estaban obligados a realizar el servicio
militar, independientemente de la clase social a la que se pertenecía, a la vez
que suponía un ahorro en gastos militares, ya que la retribución de los
soldados de reemplazo era irrisoria. Por el otro, se reclamaba un ejército
totalmente profesional, algo que según esas mismas corrientes ideológicas veían
como nutrir al ejército principalmente de las clases populares, pero que
libraba a los civiles de “tener que perder nueve meses de su vida” en realizar
unos servicios considerados como inútiles. Además, en el caso de los objetores
de conciencia, una gran mayoría de ellos estaban realizando tareas propias de
un servicio profesional, por lo que se estaban cubriendo puestos de trabajo con
esas prestaciones sociales. A eso había que añadir el que en los últimos años
de por entonces, el número de objetores era superior al de aquellos que
realizaban el servicio militar, por lo que el ejército debía incorporar
soldados profesionales para paliar la carencia de soldados de reemplazo.
El caso es que poco más de dos
años después de realizar mi prestación social sustitutoria, afortunadamente, el
servicio militar pasó a la historia, así como la prestación social sustitutoria,
por lo que fui uno de los últimos prestatarios de servicios sociales
obligatorios de este país. Para mí, como para la gran mayoría de todo aquel que
ha realizado tanto el servicio militar como la prestación social sustitutoria,
aquello se trataba de un absurdo. En mi caso, tuve que estar cinco meses, sin
poder incorporarme al mercado laboral, debido a que tenía que terminar la
prestación social, (el resto lo pude compatibilizar con mis estudios). En la
mayoría de todos los demás casos que conozco, ha sido un año el que han
perdido, para saldar “una deuda con el Estado”. Como si pagar impuestos no
fuera ya de por sí un deber más que suficiente.
El servicio militar fue abolido
en España en 2001, aunque sigue estando vigente en una gran mayoría de los
estados del mundo. Se trata de un absurdo que enseña a matar, a estar preparado
para combatir, a dar tu vida por tu patria y a acatar la disciplina militar,
aquella que obliga a la reverencia de los mandos superiores y a tener que
acatar todas sus órdenes, sean de la naturaleza que sean, todo ello en nombre
de la defensa nacional.
En España, la prestación social
sustitutoria al servicio militar nació como consecuencia de la Ley de Objeción
de Conciencia, redactada en 1985, aunque no fue llevada a la práctica hasta
1988 debido a la presentación de varios recursos por inconstitucionalidad. Por
aquel entonces existían en España cerca de 22.000 objetores de conciencia, que
se podían enfrentar a penas de cárcel de dos años, cuatro meses y un día por
negarse a realizar el servicio militar, ya que no tenían en la prestación de
servicios sociales una alternativa.
Dicha Ley de Objeción de
Conciencia nació con muchas deficiencias y con una flagrante falta de medios.
El primer año de existencia de la ley, las plazas ofertadas para realizar la
prestación social sustitutoria apenas llegaba a las 500. Eso unido al gran número
de objetores existentes, forzaron al Gobierno del momento a pasar a la reserva
en “incorporación aplazada” a aquellos 22.000 objetores de conciencia, lo que
acabó siendo una amnistía encubierta.
Posteriormente, con la Ley de
Objeción de Conciencia ya en marcha es cuando comenzaron a aparecer los
primeros insumisos, aquellos que o bien se negaban a realizar el servicio
militar sin declararse objetores de conciencia o bien se negaban a realizar la
prestación social sustitutoria. La forma de gestionar aquellos casos por parte
de la justicia fue muy arbitraria. Recuerdo casos de gente a la que no se le
citó y casos de otros que fueron juzgados y condenados, teniendo que pasar por
prisión, a pesar de que Amnistía Internacional los consideró presos de
conciencia. En 2002, con la supresión del servicio militar obligatorio, hubo
que reformar el Código Penal y el Código Penal Militar para eliminar los
delitos relacionados con la insumisión. Eso supuso la amnistía para cerca de
cuatro mil insumisos procesados, de los cerca de diez mil estimados que hubo a
lo largo de la década de los noventa.
Este tema, el de la insumisión y
el anti-militarismo, era muy recurrente entre los grupos musicales que yo oía
y, evidentemente, era uno de los pilares ideológicos de gran parte de mi
cuadrilla. Recuerdo todavía temas de Reincidentes, Celtas Cortos, La Polla
Records, Eskorbuto, El Último Ke Zierre, Ska-P, Soziedad Alkoholika, R.I.P., Los
Muertos de Cristo, Guerrilla Urbana, Kojón Prieto y los Huajolotes, Piperrak, Síndrome
de Abstinencia... Temas ahora que parecen obsoletos pero que siguen estando de
actualidad ya que aún hay estados que mantienen el servicio militar como obligatorio
y que preparan su maquinaria de guerra en el nombre de la seguridad y la
defensa nacional. Maquinaria a la que hay que dar utilidad pues las inversiones
realizadas en esta materia son enormes en la gran mayoría de los estados.
Además, en todas las guerras hay al menos un estado atacante y guerras siguen
habiendo. Igual si por ley a la gente no le enseñasen a matar, (aunque sea en
nombre de la defensa), no habría tanta mentalidad bélica y los conflictos entre
países se podrían resolver de otras maneras.
O igual es que esa maquinaria de
defensa no deja de ser una cortina de humo para tener una manera de controlar a
la población ante una disconformidad general con la situación particular que
pueda vivir cada Estado.
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