Sólo conocí a mi abuela materna,
ya que mi abuela paterna falleció cuarenta días después de mi nacimiento y
tanto mi abuelo paterno como materno ya lo habían hecho con anterioridad, por
lo que las únicas batallitas me las pudo contar ella, mi abuela María, aunque
en el pueblo siempre la llamaron “Maruja”.
Cuando estaba con ella, me
gustaba sacar el tema de la Guerra Civil, ya que a mi abuelo materno le pilló
el golpe de Estado realizando el servicio militar por lo tuvo que combatir en
la guerra y además tenía curiosidad por saber que pasó en su pueblo durante ese
período, pues en la Castilla del 36 se “dio paseíllo” a todo aquel que fuera
medianamente de izquierdas. La verdad es que a mi abuela no le gustaba mucho
hablar del tema, pues en aquella época, cuando se daba el toque de queda, hasta
un hermano suyo, Florián, la llegó a amenazar por asomarse a la ventana al
grito de “Maruja, si no cierras la ventana disparo”. Políticamente, ella me
simplificaba el conflicto de una manera muy banal, diciendo que falangistas y
rojos se mataban a tiros unos y otros y que ellos estaban en el medio. Con
“ellos” se refería a los “requetés”, que es como se definía por extensión a
todos los carlistas, a pesar de que los requetés sólo fueron aquellos carlistas
que entraron en combate del lado del
bando nacional. No lo he comentado con anterioridad, pero mi abuela era muy
religiosa e iba a misa todos los días, algo que iba muy ligado al ideal
carlista cuyos principios eran la defensa de la tradición religiosa y
monárquica.
El carlismo fue un movimiento
político tradicionalista y legitimista de carácter antiliberal y
contrarrevolucionario surgido en España en el siglo XIX que pretendía el
establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el
trono español y que en sus orígenes propugnaba la vuelta a la monarquía
absoluta, basado en la “legitimidad dinástica”, la tradición católica y la
monarquía confederal y “por Dios, por la Patria y por el Rey” como lema. Surgió
a partir de la derogación de la ley sálica (que impedía reinar a las mujeres) por
parte de Fernando VII para asegurarse el reinado de su hija Isabel, propugnando
la ley "agnaticia" (vigente actualmente en España) por la que las
hijas se incluían en la línea de sucesión dinástica en función de su edad
inmediatamente después del menor de los varones. El carlismo se oponía a ello y
abogaba por que el heredero a la corona fuera Carlos María Isidro (hermano de
Fernando VII) como Carlos V, en lugar de su hija Isabel, que reinaría como
Isabel II. Estaba formado por el ala tradicional de la sociedad española de la
época englobando a los denominados “apostólicos”, a los tradicionalistas y a la
reacción antiliberal, es decir, a la Iglesia y la aristocracia principalmente,
mientras que los partidarios de Isabel II (isabelinos) eran los partidarios de
las reformas liberales-burguesas, surgidas como consecuencia de la Revolución
Francesa y de la Revolución Industrial, que habían empezado a reorganizar la
sociedad, tanto moral como materialmente, especialmente en las clases
populares. Así, el carlismo tuvo escasa repercusión en las grandes ciudades,
siendo un movimiento predominantemente rural.
El caso fue que el 29 de
septiembre de 1833 murió el rey Fernando VII, lo que provocó el inicio de una
guerra civil por la sucesión a la Corona entre los partidarios de Isabel II
(isabelinos, también llamados "cristinos" por su madre que asumiría
la regencia) y los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón o Carlos V como
pretendiente a la Corona (carlistas), que sería denominada Primera Guerra
Carlista. Duró casi siete años y dejó casi 200.000 muertos. El levantamiento
carlista se produciría en todo el territorio nacional, siendo sofocado con
facilidad en todas partes salvo en el País Vasco, Navarra y el antiguo reino de
Aragón. En 1939, con el famoso “Abrazo de Vergara” entre los generales
Baldomero Espartero (isabelino) y Rafael Maroto (carlista), se ponía fin a la
guerra en el norte del país, aunque ésta duraría un año más por la resistencia
del general carlista Ramón Cabrera en la zona levantina.
La Segunda Guerra Carlista se
inicia en Septiembre de 1846, tras el fracaso de los intentos carlistas de
casar a Isabel II con su primo y pretendiente carlista Carlos Luis de Borbón, (Carlos
VI como aspirante a la Corona e hijo de Carlos María Isidro), que provocó un
levantamiento popular en distinto puntos de Cataluña, extendiéndose el
conflicto a Aragón, Navarra y Guipúzcoa. Bajo las órdenes del general carlista
Ramón Cabrera, la contienda se caracteriza por acciones guerrilleras que no
consiguen resultado, finalizando tres años después con la derrota carlista.
La Tercera Guerra Carlista se
desarrolló en España entre 1872 y 1876 entre los partidarios de Carlos María de
Borbón, (Carlos VII como aspirante a la Corona), y los gobiernos de Amadeo I,
de la I República y de Alfonso XII. Los principales escenarios del conflicto de
esta guerra fueron las zonas rurales del País Vasco, Navarra y Cataluña, con
menor repercusión en zonas como Aragón, Valencia, Castilla o Andalucía. La
guerra finalizó en 1876 con la conquista de la capital carlista, Estella
(Navarra), y la huída a Francia de Carlos María de Borbón.
Recién entrado el siglo XX, hubo
algún intento posterior de sublevación carlista, aprovechando el descontento
por la pérdida de las posesiones de ultramar en 1898, e incluso el 10 de Agosto
de 1932, los carlistas apoyaron el intento de golpe de estado del general José Sanjurjo.
Pero no fue hasta Abril de 1936, dos meses después de la victoria electoral de
la coalición de izquierdas “Frente Popular” y la debacle de la CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), cuando los carlistas prepararon
su propio levantamiento armado contra la República. Sin embargo, tras largas
negociaciones acabaron sumándose al golpe de Estado que preparaba el ejército y
que daría lugar a la Guerra Civil española, en la que participaron unidades de
voluntarios carlistas, agrupados en Tercios de Requetés, los cuales tuvieron
una actividad destacada. Aunque no oficialmente, hay quien considera a la Guerra
Civil española como la cuarta y última Guerra Carlista.
En Abril de 1937, Franco impuso la
unificación de los carlistas con la Falange Española contando con la aceptación
de la mayor parte de los carlistas en el frente, relegando a los pocos
opositores a dicha unificación y, por lo tanto, a lo que quedaba del movimiento
carlista a ser una fuerza política clandestina apoyándose en un seguimiento
prácticamente residual.
La verdad es que sigue habiendo
un notable paralelismo en la ideología predominante entre los habitantes de las
zonas rurales a lo largo de los últimos siglos. En el siglo XIX y principios
del XX ese conservadurismo ideológico predominante de carácter apostólico y
tradicionalista encontraba refugio en el carlismo, posteriormente lo encontró
en el régimen franquista y a finales del siglo XX y en el siglo XXI lo ha
encontrado en el conservadurismo del Partido Popular. De ahí que la derecha
política española tenga ese granero de voto fiel e incuestionable en las zonas
rurales del norte y centro del país, siendo el apoyo masivo de los intereses de
la Iglesia y la aristocracia.