Tiene fama Valladolid de ser la
zona del mundo donde mejor se habla castellano, sin embargo es una zona laísta
y leísta, como casi toda Castilla, Cantabria y Madrid. Reconozco que, por mi
origen, me cuesta emplear correctamente estas formas y no caer en errores
propios de leístas y mucho menos aún de laístas.
El laísmo es el empleo de las
formas “la” y “las” del pronombre ella para dativo en función de objeto
indirecto para referentes del género femenino, en lugar de las formas estándar
"le" y "les". La lengua castellana mantiene la antigua
declinación latina y el uso de los casos latinos en los pronombres personales,
mientras que la evolución de la lengua castellana tiende a la eliminación total
de los casos latinos. Las variantes laístas han profundizado en esta tendencia
y neutralizan la diferencia entre el complemento directo (acusativo) y el complemento
indirecto (dativo) en favor de la distinción de género. El “le” como
complemento indirecto es ambiguo y para eliminar dicha ambigüedad se utiliza un
segundo pronombre con preposición: “Le dije, a él/ella”. Por lo tanto, el deseo
de matización del género por parte del hablante propicia su uso incorrecto.
El leísmo es el empleo de las
formas “le” y “les” para el complemento directo cuando el pronombre representa
a personas, es decir, es la sustitución de los pronombres personales “lo” y “la”
por “le” en la posición de complemento directo y en los verbos que
tradicionalmente rigen el caso acusativo, (también llamados verbos transitivos),
siendo el más frecuente y extendido para el caso singular masculino y personal,
(el único admitido, aunque no recomendado, junto con el leísmo de cortesía y de
contacto). Cabe destacar que dos literatos de la talla de Miguel Delibes o
Gonzalo Torrente Ballester han sido reconocidos leístas.
Existe un tercer error
relacionado con ambos. Es el loísmo y es la
sustitución del pronombre personal "le" (que representa
generalmente al objeto indirecto) por "lo". Este fenómeno está
considerado como vulgarismo por la R.A.E. y es un error en el que se puede
llegar a caer cuando se está intentando corregir el leísmo.
Otro error localizado
principalmente en Euskadi, La Rioja y la parte Oeste de Castilla y León, es
conjugar mal el tiempo verbal en las oraciones condicionales, utilizando el
Condicional Simple o Compuesto en lugar del Pretérito Imperfecto o
Pluscuamperfecto de Subjuntivo, utilizando formas incorrectas como “si sería”
en lugar de “si fuese”, conocido como prótasis del Condicional Simple o Postpretérito. En la zona de Madrid es frecuente el uso incorrecto del
imperativo singular del verbo ir, (“ves” en lugar de “ve”), y en los casos más
extremos también con los verbos dar, caer o traer. Y en Andalucía se sustituye
“usted/es” por tú/vosotros, conjugándolo en segunda persona en lugar de en
tercera, (“ustedes estáis” en lugar de “ustedes están”).
Deslocalizando errores, el
dequeísmo es bastante común en todo el país. Consiste en la utilización no
normativa de la preposición "de" junto a la conjunción
"que" en oraciones sustantivas (de objeto directo). Es un anacoluto (un
cambio repentino en la construcción de la frase que produce una inconsistencia)
que deriva del cruce de dos estructuras sintácticas, la de complemento directo
y la de una oración subordinada. A partir de este error suele surgir el
contrario, el “queísmo” o “dequefobia”, que consiste en no utilizar la
preposición “de” delante de una frase subordinada que comienza por “que” cuando
es necesaria por miedo a caer en el dequeísmo.
También son bastante comunes
errores como añadir una “s” al final de la segunda persona del singular del
pretérito indefinido, (“vinistes” o “acabastes” en lugar de “viniste” o
“acabaste”), dar órdenes en infinitivo en lugar de en imperativo plural, (“ir”,
“venir” o “acabar” en lugar de “id”, “venid” o “acabad”), terminar los
participios de los verbos de la primera conjugación en “-ao” o “-au” en lugar
de en “-ado”, utilizar determinantes masculinos delante de sustantivos femeninos
que comienzan por “a” tónica (“este agua”, “ese águila” en lugar de “esta
agua”, “esa águila”), pronunciar las palabras terminadas en /d/ como /z/, pronunciar la /s/ como /z/ (ceceo), la /z/ como /s/ (seseo) o la
elle como “y” (yeísmo), conjugar incorrectamente el verbo satisfacer, (que se
conjuga como el verbo hacer), o el Pretérito Perfecto Simple de los verbos
andar, caber y los terminados en –traer (atraer, retraer, retrotraer, sustraer
y traer) y –ducir (aducir, conducir, inducir, seducir, producir, reproducir,
seducir y traducir), modificar el acento de ciertas palabras como apoplejía,
avaro, caracteres, cuadriga, electrólisis, espécimen, fluido, libido, retahíla
o zenit, entre otras muchas, o pronunciar mal ciertas palabras como taxi,
espurio, croqueta, tortícolis, trastorno, prejuicio, barajar, idiosincrasia,
sarpullido, ineptitud, esparadrapo, helicóptero, fortísimo, popurrí, pobre,
restricción, mahonesa/mayonesa, así como las formas verbales “viniste” o “haya”,
entre otras muchas, por citar las más frecuentes.
Otros errores se basan en ciertas
concreciones. Así, “detrás mío, tuyo o suyo” es incorrecto pues los adverbios
de lugar sólo pueden ir seguidos por una preposición y un pronombre personal
(detrás de mí, de ti, de él) nunca por un pronombre posesivo. Completamente
gratis es incorrecto, puesto que nada es parcialmente gratis. “Más mejor” y
“más mayor” son incorrectas por redundancia, (salvo que sea un adjetivo en
grado positivo). El verbo “preveer” no existe, es un engendro producto de la
mezcla de los verbos prever y proveer. El gerundio de posterioridad es
incorrecto, puesto que el gerundio expresa simultaneidad o anterioridad
respecto a la acción del verbo principal de la frase. Valorar positivamente es
una redundancia y valorar negativamente es un oxímoron, porque cuando se valora
ya se está reconociendo el valor o mérito de algo o alguien.
Hay otros errores frecuentes como
son las construcciones “en base a” y el galicismo “sustantivo + a + infinitivo”,
ciertas redundancias repetitivas (pleonasmos) y ciertas locuciones latinas (la
alma máter, grosso modo, statu quo, motu proprio, cum laude…) que se utilizan de
forma incorrecta, aunque mucho me temo que la RAE acabe dando cabido a dichas
formas incorrectas pues, al fin y al cabo, ya reconoció con anterioridad
engendros como almóndiga, arrascar, asín, hacera, interromper, madalena,
perene, podrirse, pretensioso, prolífero, rencontrar, rosalera, setiembre,
somnámbulo, soñolencia, trasgredir, ubiquidad, vagamundo, ovio, vapular o
zabullirse, entre otras.
Pensándolo bien, con estos
antecedentes y aunque alguien me pueda tildar de vulgar, el leísmo y el laísmo son
errores que de ser incorporados como norma modernizarían el idioma, pues es más
lógico utilizar el pronombre en su forma de género que en función de su
evolución desde el latín como pasa en algún otro idioma de origen latino y en
inglés, por citar algún que otro ejemplo. Se convertiría así en una lengua más
precisa y moderna, aunque ahora nos suene mal.