Cuando era niño, mi madre siempre
cocía la leche antes de que la tomáramos, aunque sólo fuera por precaución.
Daba igual qué tipo de leche adquiriera, siempre lo hacía, pues a principios de
la década de los 80, la preferencia mayoritaria de los españoles era la leche
fresca, bien envasada en bolsa de plástico, bien mediante la adquisición
directa a pequeños productores, al igual que sigue sucediendo actualmente en
países como Dinamarca, Grecia, Finlandia, Noruega, Suecia, Reino Unido, Irlanda,
Austria y Holanda entre otros. Por entonces, ya se comercializaba en España
leche ultrapasteurizada o uperisada (UHT) pero aún no se había abierto un
importante hueco en el mercado, algo que sí que ocurre actualmente donde el 96%
de la leche consumida en España es UHT.
Por aquel entonces, la leche que
se compraba mayoritariamente en el barrio era la que distribuía la Granja
Ventosilla, próxima a Aranda, y la envasaba en bolsas de plástico de un litro
que vendía en los diversos supermercados y tiendas de alimentación de la ciudad.
Incluso nos la repartían gratuitamente en los colegios en pequeñas bolsitas de
un cuarto de litro debido a diversos convenios con los colegios. El resto se
compraba a algún pequeño ganadero que tenía alguna pequeña explotación, por lo
que era común ver a gente con una lechera de plástico en la mano yendo a
comprar leche fresca. Alguna que otra vez fuimos a comprar leche donde “la Eli”
que nos vendía la leche fresca de la docena de vacas que tenía en un pueblo
cercano.
Sin embargo, con la entrada de
España en la Unión Europa y la regularización del sector lechero en España,
esto desapareció y comenzaron a cambiar los hábitos de consumo de forma
precipitada. La Granja Ventosilla
comenzó a comercializar su leche en brick, como ya venía haciendo desde hacía
años la otra central lechera de la ciudad (Leche Pascual) y, de repente, ya no
había ni rastro de las vacas de “la Eli” ni de las bolsas de La Ventosilla.
Esto se debió a que el sector
lechero de la Unión Europea había sido regulado desde los años ochenta a través
de la imposición de cuotas nacionales de producción láctea a los países
miembros. Se introdujo como apoyo a la política económica común para intentar impedir
que la producción nacional excediera la demanda de los consumidores, evitar una
caída de precios y proteger a los productores locales de cada país miembro. Estas
cuotas, una vez fijadas, han intentado equilibrar la producción con la demanda de
consumo del país, que ha sido repartida entre los ganaderos nacionales. Éstos han
estado obligados a cumplir con ella o se enfrentaban a sanciones económicas en
el caso de vender más producto de la cuota de producción asignada. Al entrar
España en la Unión Europea, la producción láctea se vio regulada por esta
normativa comunitaria, lo que provocó que muchos pequeños productores cesaran
su actividad por no querer verse abocados a regularizar su actividad.
Lo que ha venido sucediendo es que, para España, esta
asignación de cuotas lácteas nacionales siempre fue perjudicial, limitando las
posibilidades de expansión de los principales grupos alimentarios del sector y
estrangulando el sector ganadero dedicado a la producción de leche. Este
problema que ha tenido España con la cuota láctea vino generado debido a que aceptó
una cuota muy inferior a la que debería haber tenido. Esto se debió principalmente
a que los ganaderos españoles ocultaron buena parte de su producción real, pues
creían que así podrían evitar pagar impuestos, práctica muy generalizada en las
épocas franquista y de transición, cuando la “leche negra” se vendía por toda
España. Como consecuencia, la cuota fija de producción de España siempre ha
sido muy inferior a la demanda de los consumidores españoles. Aunque actualmente
se vienen consumiendo en España unos nueve millones de toneladas de productos
lácteos cada año, los ganaderos tienen la cuota fijada en unos seis millones y
medio de toneladas, (inicialmente eran cinco toneladas y media). Como
consecuencia, España debe exportar esa carencia de producción fijada de otros
países de la Unión Europea, (principalmente de Francia), que les vende su
excedente de producto.
Esa situación, que se ha vivido a
lo largo de las últimas décadas, hizo que España pidiera que se le aumentara la
cuota fijada. Sin embargo, este aumento de cuotas se realizó a todos los países
miembros de forma proporcional y paulatina hasta este año, el 2015, en el cual
se eliminarán en su totalidad. Esto ha venido beneficiando a los principales
países productores europeos, pues de los 151 millones de toneladas de producción
de leche de vaca fijados actualmente en la Unión Europea, a Alemania le
corresponden 30 millones y a Francia 26 millones, a Holanda 12 y a Italia algo
más de 11.
El caso es que con la supresión
de cuotas, que entrará en vigor en este año, se verá la capacidad que tienen
los principales grupos lácteos españoles de acaparar más cuota de mercado tanto
nacional como internacional, la capacidad productora de los ganaderos españoles
para afrontar un mercado sin restricciones y que no cubre la demanda del país,
así como la evolución de los precios, puesto que es de prever que la liberación
del sector y la restricción de cuotas de producción debería provocar, con
efecto cuasi inmediato, una bajada de precios del producto en origen.
El futuro sin cuotas lácteas por
lo tanto se presenta incierto. Parece ser que es el sistema de cuotas el
causante de las actuales debilidades estructurales en toda la cadena del sector
lácteo en España, debido a la discriminación de España con respecto a otros
países. Sin embargo, con la liberalización del sector es el momento para ver si
realmente este sector está preparado para enfrentarse al mundo, para evitar que
el mercado nacional sea copado por las principales potencias lácteas y para
poderse abrir cuota internacional en los países emergentes y en Latinoamérica,
pues se prevé que la demanda de estos productos siga aumentando en estos países.
Toda una incógnita que se irá
resolviendo con el paso del tiempo, el liberar el mercado nacional o el protegerlo,
¿cuestión ideológica, de sistema económico a implantar, de liberalización del
mercado o de sentido común? Cada uno suele tener su opinión al respecto, el
futuro dirá.
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