Mis padres tuvieron una amistad
muy estrecha durante muchos años con José Antonio y Eli, los padre de José
Félix y Óscar, dos amigos míos de la infancia, razón por la cual íbamos mucho a
su pueblo, Fuentelcésped, situado a tan sólo 10 Kms. de Aranda.
En una de esas veces,
aprovechando el buen tiempo que hacía en uno de esos días soleados de Mayo,
fuimos a comer con ellos al solar en donde José Antonio se estaba haciendo un
merendero. Al lado de las obras plantamos la mesa y pasamos la sobremesa
jugando alrededor de ella, evitando el acercarnos mucho pues sólo estaban
puestos los cimientos.
Por aquel entonces, José Félix,
Óscar y mi hermana tendrían 10, 8 y 7 años, respectivamente y yo andaba por los
9. El caso es que en una de éstas, y sin saber muy bien cómo, mi hermana se
cayó, ante la carcajada de nosotros tres y el pánico de mis padres, pues la
caída era de unos cinco metros. Ahora lo recuerdo con bastante vergüenza, el
haberme reído de aquello a carcajada limpia, pues aunque sólo se quedó en unas
contusiones que dejaron a mi hermana dos días en cama, las consecuencias
podrían haber sido dramáticas.
Pero el caso es generalizado y ciertas
desgracias ajenas producen risa, de lo contrario no triunfarían programas del
parangón de “Vídeos de primera” y todas las copias y sucedáneos que se han
emitido posteriormente, así como multitud de vídeos que circulan por Youtube.
Recuerdo también un episodio de
mi “tía Feli”, la que para mí fue como mi abuela paterna por el trato tan
estrecho que teníamos con ella, aunque realmente era prima política de mi padre.
Un día que estaba junto con sus cuatro nietos mayores merodeando una fuente que
había sita junto a su casa, yo estaba encargado de cuidar de ellos y de que
ninguno se cayese dentro. Ellos tendrían unos tres años cada uno, por lo que yo
tendría ocho. El caso es que según me acerqué a uno de ellos para alejarlo del
borde, debí resbalar y caí dentro de la fuente, empapándome por completo a
pesar de que el nivel del agua difícilmente me sobrepasaría las rodillas. Jamás
había visto reír a mi tía Feli, pero nada más que me caí comenzó a reírse a
carcajadas durante más de media hora repitiendo continuamente “estamos
pendientes de que no se caigan los pequeños y se cae el grande”. Llegué a pensar
que se iba a caer de la silla del ímpetu con el que se carcajeaba.
La verdad es que no hay una
fórmula para hacer reír de forma sistemática. Nos reímos de situaciones
absurdas, circunstancias o aconteceres inesperados, expectativas no cumplidas,…
e incluso también nos reímos forzosamente. Una pequeña desgracia de un tercero
cumple con parte de estas premisas.
Según la teoría de la
incongruencia y la ambigüedad, una de las tres teorías filosóficas
fundamentales del humor, y base de la risa según los autores más
contemporáneos, señala que el individuo tiende a reír de lo “incongruente”, de
la ruptura del orden y del absurdo que percibe de la realidad. Según esta
teoría, la risa puede provenir de una convergencia inusual, inconsistente o
incompatible de ideas, en situaciones, conductas o actitudes, algo así como una
situación en la que en una secuencia de acontecimientos ocurre algo inesperado.
Esta teoría fue desarrollada
principalmente por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Para él, “la causa
de lo risible está siempre en la subsunción o inclusión paradójica, y por lo tanto
inesperada, de una cosa en un concepto que no le corresponde, y la risa indica
que de repente se advierte la incongruencia entre dicho concepto y la cosa
pensada, es decir, entre la abstracción y la intuición. Cuanto mayor y más
inesperada sea esa incompatibilidad, mayor será la risa”. Por lo tanto, la risa,
o el placer asociado a ésta, es el resultado de la percepción de esa
incongruencia en un contexto lúdico, (un contexto basado en la ausencia de
racionalidad).
El humorismo se origina con la
ayuda del escepticismo, (desconfianza o duda de la verdad o eficacia de alguna
cosa), haciéndonos reír y pensar. Es un instrumento corrosivo de la verdad, por
lo que es incisivo, mordaz o hiriente. El humor juega con las “insuficiencias
de la condición humana”, encerrando la crítica e incluyendo también al sujeto. El
humor crítico es cuestionador y contestatario y surge también como una lucha
contra los convencionalismos.
Sin embargo, la comicidad es un
fenómeno más superficial que el humorismo, en cuanto a que su función principal
es hacer reír, divertir, entretener o agraviar y es situacional (torpeza,
ridiculez, absurdo, incongruencia…). Viene del deseo de reírse de algo o de alguien
que consideramos inferior o de una simple necesidad de exteriorización lúdica y
está en relación con las limitaciones de los individuos.
Hay otras dos teorías filosóficas
del humor, que son menos tenidas en cuenta actualmente. Una es la teoría de
superioridad, creada desde Platón y mantenida hasta el siglo XVIII, y otra es
la teoría de la descarga.
La teoría de superioridad sostiene
que toda experiencia humorística surge como manifestación del sentimiento de
superioridad del hombre hacia el hombre. Así, el reírse de otro afirmaría
orgullosamente el propio ego y sería el cauce ejercer una represalia contra
quienes consideramos inferiores a nosotros. Según el filósofo francés Henri Bergson,
(Premio Nobel de Literatura en 1927), nos produce risa aquello que se nos
presenta como caricatura o deformación de nosotros mismos.
La teoría de la
descarga viene a decir, (según Freud), que las expresiones de humorismo,
comicidad y chiste son fuentes de placer porque ahorran al hombre un gasto de
energía psíquica. Igualmente, (según Aristóteles), filtrando la realidad por el
humor se eliminan ciertas tensiones negativas, llegando a un equilibrio
emocional.
En definitiva,
que independientemente de las teorías, lo cierto es que la risa provoca una
importante liberación de serotonina, dopamina, adrenalina y endorfinas, (conocidas
como las hormonas de la felicidad. La explosión de carcajadas provoca algo muy
parecido al éxtasis, aportando vitalidad y energía e incrementando la actividad
cerebral. Al reírnos, muchos músculos de nuestro cuerpo que permanecían
inactivos se ponen en funcionamiento. Es un estímulo eficaz contra el estrés,
la depresión y la tristeza. Por eso nos rendimos ante la incongruencia a través
de la risa en lugar de intentar imponer un orden racional, aunque en algunos
casos nos pueda avergonzar reírnos de determinadas situaciones.