Cuántas veces habré pensado en lo
rápido que pasa el presente o en la volatilidad de éste, en que en el momento
en el que estamos realizando una serie de pequeñas acciones, éstas pasan
instantáneamente a formar parte de nuestro pasado y a ser víctimas o
protagonistas de esos hechos, en función del resultado que hayamos extraído de
dichas acciones. Siempre he llegado a la misma conclusión, que el presente,
como tal, es efímero, un estado instantáneo en el que se realiza la transición
entre el futuro y el pasado, siendo ambos infinitos por definición.
Curiosamente algo muy parecido, aunque menos rotundo, que lo que en el siglo
XVI pensaba el filósofo francés Michel de Montaigne: “No existe el presente, lo
que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el
pasado”; o el escritor mallorquín Lorenzo Villalonga en el siglo pasado: “El
presente no existe, es un punto entre la ilusión y la añoranza”.
A esta conclusión he llegado,
debido a que cualquier cosa que se realiza pertenece al pasado, incluso las
diferentes partes en las que podemos dividir una acción estaría formada por
pequeños pasos que son devorados por el rodillo del tiempo, llevándolas al
pasado de nuestra existencia de forma fulminante.
Por ejemplo, la lectura de la palabra
o de la línea anterior ya pertenece al pasado y la lectura de las líneas
posteriores pertenece al futuro, (puesto que aún quedan líneas más abajo no
leídas), y es sólo la acción de lectura del texto total la que pertenece al
presente, por lo que el presente es algo totalmente abstracto y necesita de una
definición de intervalo de la acción para definirlo como tal. Se puede definir
el presente como instantáneo o como inexistente, salvo que lo englobemos en
acciones o actos finitos que se desarrollan en el momento. Incluso si lo
incluimos en un gráfico del espacio-tiempo, el presente puede parecer infinitamente
pequeño, o ser una parte de una secuencia mayor, dependiendo del intervalo de
tiempo en el que lo queramos englobar, pero sería un intervalo de tiempo en el
que la acción tiene lugar y está formado por infinitos instantes que han
transitado desde el futuro hasta el pasado.
Es como si dividiésemos el tiempo
actual en paquetes de tiempo en los que transcurre la acción y que hasta que
ese paquete de tiempo no se ha dado por concluido se le denomina presente. Sin
embargo, mientras transcurre un paquete de tiempo dedicado a una acción
concreta, están transitando del futuro al pasado otros paquetes de tiempo
menores, (contemporáneos al inicial y que forman parte de éste). Por ejemplo,
mientras estoy escribiendo este texto, estoy formando un paquete de tiempo que
cualquiera denominaría como acción presente. Si mientras tanto me he bebido un
vaso de agua o me he fumado un cigarrillo, esos paquetes de tiempo habrían
abarcado parte de este paquete de tiempo superior y, sin embargo, se
considerarían parte del pasado, (paquetes de tiempo menor), mientras que la
escritura del texto seguiría considerándose un acto presente. Igualmente, la
escritura de este texto sería un paquete de tiempo englobado dentro de la
acción presente de escribir en el blog, puesto que el blog ya tiene casi tres
años y continúa actualizándose cada dos semanas, por lo que la escritura del
blog sería un paquete de tiempo presente mayor, aunque realmente todas las
entradas de éste forman parte de mi pasado, pero si hablo con referencia al
blog debo utilizar el presente continuo, (presente + gerundio). Cuanto más se
generalice, más grandes pueden ser esos paquetes de tiempo actuales y siempre
habrá alguno que englobe la vida completa de cada uno, la de su generación, la
del siglo en curso o incluso la existencia de ser humano o de la vida, todo
dependerá del tema que se esté hablando y en qué medida se está haciendo, pero
siempre formados por esos pequeños bloques de presente instantáneos. Por lo
tanto, cuando se habla del presente, siempre se necesita acotarlo, pues en la
práctica, éste estaría formado por distintas acciones presentes superpuestas de
finitud diferente.
Nuestro pasado está formado por
toda una concatenación de instantes que, en su momento, conformaron nuestro presente. Evidentemente,
lo que hicimos en el pasado tiene impacto en nuestro presente, al fin y al cabo
no somos más que pasado o todo lo que somos está formado por acciones que
realizamos en el pasado, que nos preparó para desarrollarnos en el futuro y así
lo vamos realizando, escribiendo continuamente nuestro pasado mediante instantes,
actos o acciones presentes de mayor o menor duración. Tal y como dijo el
historiador británico Thomas Carlyle, “El presente es la viviente suma total
del pasado”.
Nuestro futuro no está escrito,
pero sí condicionado por toda nuestra historia, algo así como decir que nuestro
pasado va a condicionar nuestro futuro y, por lo tanto, todas nuestras acciones
presentes. Algo parecido a lo que decía el escritor francés Gustave Flaubert,
(“El pasado nos encadena”). Ese futuro es un rodillo que mediante esas
comentadas acciones presentes cuasi instantáneas se va acumulando en nuestro
pasado una vez consumido, aunque también podría formar parte de los paquetes de
acciones presentes cuando una de estas acciones va a prolongarse en el tiempo.
Sin embargo, partiendo de esa
premisa de no acotación del presente o de las acciones presentes, que pudieran
incluso englobar grandes periodos de tiempo, se puede llegar a opiniones como
las del escritor español del siglo pasado Gonzalo Torrente Ballester, que dijo
que “ni el pasado ni el futuro existen, todo es presente”, en posible alusión a
que nuestra vida y todo lo que conocemos conforman el presente actual.
Como se puede ver, por mucho que
el presente sea instantáneo, partiendo de unidades mínimas de tiempo, la R.A.E.
define el presente como “el tiempo en que actualmente está uno cuando refiere
una cosa”. Es por ello que cualquiera de las distintas definiciones de presente
comentadas anteriormente tienen cabida en la definición dada por la R.A.E., ya
que todo dependerá de la “cosa” a la que nos estemos refiriendo.
Por lo tanto, vivamos el
presente, sin que nuestro pasado nos encadene y sin que la incógnita del futuro
haga que nos olvidemos de vivirlo.