miércoles, 16 de enero de 2013

EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA

Tenía 16 años cuando comenzaba a cursar el tercer curso de Bachillerato. Una de las asignaturas novedosas que íbamos a cursar ese año de manera obligatoria, (por tratarse de una materia troncal), era Filosofía. El profesor que iba a impartir dicha materia ya era conocido por todos aquellos “rebeldes” que habíamos optado por la asignatura de Ética en sustitución de la dogmática y cuasi impuesta asignatura de Religión, puesto que también impartía esa otra materia. La verdad es que dicho profesor, en la primera toma de contacto, me cayó realmente bien por su desparpajo, su rápida dicción sin ningún tipo de tapujos y de tabúes, su afán en llamar a las cosas por su nombre por muy malsonantes que éstas pudieran ser y su exceso de sinceridad a la hora de contarnos experiencias suyas pasadas, a pesar de que alguno de sus alumnos pudiera derivar dichas experiencias en la sensación de estar ante un personaje con algún tipo de trastorno psicológico. Igualmente, el hecho de que él fuera alguien de un atractivo físico deficiente y que su pareja fuera una mujer bastante más joven que él y con un atractivo e intelecto fuera de toda duda, hizo que se ganara el respeto de la gran mayoría de su alumnado masculino.
El caso es que nada más comenzar la primera clase de Filosofía y hacernos una presentación muy general de la asignatura nos lanzó una pregunta al aire. ¿Qué es la filosofía para vosotros?, nos dijo. Al primero a quien preguntó fue a mí y yo, sin tapujos, haciendo gala de la continua rebeldía de la que por entonces abusaba y animado por la confianza que generaba dicho profesor contesté “son todas esas chorradas que han ido diciendo distintos personajes a lo largo de la Historia y que, por lo general, no se dedicaban a otra cosa más que a esa”. Dicha afirmación fue corroborada a continuación por una de mis compañeras de clase, Mónica, de las más deseadas de aquella clase y con la que, por desgracia, no tenía absolutamente nada en común con ella.
Evidentemente, tal afirmación es una de las mayores burradas que jamás haya pronunciado públicamente y la mayor de las que recuerdo haber pronunciado incluso en círculos privados, aunque supongo que, como a todo el mundo, se me hayan pasado algunas mayores por la cabeza, pero sin exposición pública o particular.
La magnitud de la burrada aumenta si se indaga sólo en su significado, pues la palabra filosofía de por sí, proviene del griego antiguo (φιλοσοφία) y significa amor por la sabiduría. Es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Al abordar estos conceptos, la filosofía se distingue del misticismo, la mitología y la religión por su énfasis en los argumentos racionales y de la ciencia porque generalmente lleva adelante sus investigaciones de una manera no empírica, mediante el análisis conceptual, los experimentos mentales o la especulación, aunque sin desconocer la importancia de los datos empíricos. Podríamos decir que la filosofía es el medio mediante el cual se produce la búsqueda de la verdad a través del pensamiento, la observación y el conocimiento.
Es difícil saber dónde y cómo se originó la filosofía, aunque la hipótesis del origen griego es la más aceptada. Inicialmente, se podría pensar que la filosofía oriental habría sido la primera que surgió, pues el budismo o el hinduismo son anteriores a Tales de Mileto, considerado el primer filósofo de la historia. Lo que sí que parece ser cierto es que la filosofía nace como contraposición a las creencias religiosas habidas por entonces para explicar el origen del mundo, todas ellas surgidas a partir de leyendas o de mitología, recurrentes a entidades sobrenaturales para explicar ese origen y permitiendo que el mismo elemento o la misma entidad se comporte como un dios o como un elemento natural. El rechazo de estas características, sería propio de la filosofía y tal rechazo no parece producirse en la llamada filosofía oriental, por lo que éstas son consideradas más comúnmente como filosofías religiosas.
Según el historiador Jean-Pierre Vernant, el paso del mito a la racionalidad fue posible debido al contexto sociocultural, político y económico de Grecia, allá por el siglo VII a.C. La inexistencia de una casta sacerdotal, (que elimina la posibilidad de instaurar un dogma religioso, así como la posibilidad de hacer de lo religioso un discurso cerrado y accesible sólo a los que pertenecen a la casta sacerdotal), la figura del sabio, (que divulga sus conocimientos, por lo que la enseñanza se opone a la iniciación esotérica en una doctrina), el predominio de la ciudad, la transmisión pública del saber, (los conocimientos se divulgan, desembarazándose así de la figura del mago, sacerdote o chamán), la libertad individual y el desarrollo de la escritura, hicieron posible la puesta en entredicho de las explicaciones cosmológicas y su sustitución por una forma de pensamiento que no entrañe la creencia y la superstición propias de los pensamientos mítico y religioso. El saber es trasladado a la plaza, en plena ágora, siendo objeto de un debate público donde la argumentación dialéctica terminará por predominar sobre la iluminación sobrenatural. La filosofía, pues, si bien enraizada en el mito, supone un rechazo de lo sobrenatural, de lo mágico y de la ambivalencia, racionalidad que difícilmente se puede encontrar en otras formas de pensamiento anterior.
En este contexto surgió la búsqueda del arché, (el comienzo del universo, el primer elemento de todas las cosas o la primera causa objetiva de la realidad), a partir de argumentos racionales. Como partida de la reflexión filosófica está la aceptación de que existe algún tipo de realidad objetiva a la cual ha de ceñirse el conocimiento. Inicialmente, se concibe que el principio de todos los entes era de índole físico y material, (propio de los filósofos presocráticos), aunque posteriormente se introduce también un origen de índole inmaterial, (propio de filósofos de influencia socrática). La búsqueda de este origen, determinará las siguientes interpretaciones de lo real y todos los demás problemas filosóficos estarán, de alguna manera, subordinados a éste.
Increíblemente, aún el ser humano sigue buscando el primer elemento de todas las cosas, así como el comienzo del universo. Analizando todo lo acontecido en los últimos 2.000 años y la continua recurrencia del ser humano al misticismo, es muy grato pensar que, anteriormente, una civilización, o más bien una parte de ella, apostó por la racionalidad para explicar todo lo que nos rodea a pesar de los escasos recursos con los que contaban.
Parece mentira que alguien como yo, que defiende continuamente el conocimiento y la sabiduría como armas contra la inseguridad, la opresión y la manipulación personal, así como el principal valor para el progreso de una sociedad hubiera sido capaz de pronunciar una barbaridad tal de un forma tan arrogante como absolutamente desacertada, pero todos en algún momento hemos cometido errores garrafales.

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