lunes, 11 de noviembre de 2013

EL PRIMER RECUERDO

El primer recuerdo, el más lejano que tengo de mi vida, cronológicamente hablando, es el de mi primer día de clase, traumático, por cierto. Es algo que siempre me preocupó, puesto que por entonces yo ya contaba con cuatro años de edad, pero lo que es cierto es que no he sido capaz de retener ningún recuerdo anterior a esa edad y si lo he hecho, lo sitúo cronológicamente a una edad posterior.

Cuando hablo con distinta gente, casi todos dicen tener recuerdos anteriores. Cierto es que me han contado multitud de anécdotas de cuando tenía menos de cuatro años e incluso he sido capaz de reconstruir dichos acontecimientos, pero siempre a partir de las pocas fotos que tengo de cuando era niño y del recuerdo de los escenarios donde sucedieron, pero no son recuerdos, son reconstrucciones mentales hechas por mí, a partir del recuerdo de los lugares. Y todo ello a pesar de la cantidad de anécdotas que me han contado de cuando era niño y que podrían haber perdurado en el tiempo por traumáticos, como el rociarme por encima todo el café recién hecho de una cafetera al intentar cogerla, el pingarme de un armario de la cocina hasta que éste cayó encima de mí o el perder temporalmente una uña del dedo gordo de un pie por culpa de una puerta que se abrió de forma inesperada, entre otras.

Lo que es curioso es que mis padres se cambiaron de vivienda cuando yo apenas contaba con ocho años de edad y, sin embargo, tengo infinidad de recuerdos de mi vida en aquella primera vivienda, como si aquellos cuatro posteriores años a mi primer día de clase hubieran sido muy intensos en cuanto al almacenamiento de experiencias o aconteceres.

Al parecer los neurólogos defienden hoy en día la tesis de que es imposible tener recuerdos precisos anteriores a los cuatro o cinco años de edad, pues sólo a partir de esta edad el hipocampo, una de las sedes de la memoria, está perfectamente configurado. Según ellos, las personas que dicen tener recuerdos de edades anteriores, en realidad han construido falsos recuerdos a partir de fotos o historias oídas a familiares.

Es por ello que la mayoría de las personas no es capaz de recordar hechos que ocurrieron cuando eran muy pequeños, pese a haber sido protagonistas de ellos, aunque sí que es posible que alguna experiencia quede marcada en el cerebro, por distintas cuestiones. Se trata de algo muy normal y que los científicos denominan “Amnesia Infantil”. No es una enfermedad, sino que es una consecuencia de la forma en que los niños utilizan su cerebro mientras éste se desarrolla. Los niños retienen recuerdos por poco tiempo y, a medida que pasan los años, éstos desaparecen y son remplazados por otros. La amnesia infantil suele englobar el período entre el nacimiento y los cuatro años, aunque las memorias pueden ser borrosas hasta los ocho. A diferencia de los adultos, el cerebro infantil procesa y almacena los estímulos e información de manera diferente y, a medida que los bebés y niños crecen, los contenidos se mueven y analizan de forma distinta, lo que evita el poder acceder a ellos tal como haríamos con un evento reciente o grabado en un cerebro más desarrollado.

La razón de no recordar los primeros años de nuestra vida, se debe a los altos niveles de producción neuronal durante esa época. La formación de nuevas neuronas aumenta la capacidad para recordar, pero también limpia la mente de viejos recuerdos. La capacidad de recordar disminuye cuando aumenta la formación de nuevas neuronas.

Los niños son capaces de absorber información de manera mucho más rápida que un adulto, pero lo que ellos consideran importante de recordar varía mucho de lo que el resto consideraría relevante. En la primera infancia, (antes de cumplir los cuatro o cinco años), el hipocampo y corteza pre-frontal están muy poco desarrollados, siendo las zonas encargadas de almacenar recuerdos a largo plazo en los adultos. Al ser el hipocampo muy dinámico, no puede acumular información de forma estable. Eso podría explicar la falta de recuerdos a largo plazo en la primera infancia. Además, entre los cuatro y los ocho años de edad, la memoria tiende a ser más borrosa, por lo que quizás se recuerden sensaciones pero no eventos. El cerebro en desarrollo es más plástico y se reorganiza a gran velocidad y, por lo tanto, la memoria, en ese momento, es más frágil y vulnerable y puede borrarse fácilmente. En ese proceso se difuminan huellas de memoria que dan paso a nuevos recuerdos y aprendizajes, por lo que se puede decir que hay un momento en que nuestro cerebro limpia datos para aumentar su capacidad.

Todo ello se debe a que cuando somos niños, se tiene una forma única de absorber lo que ocurre a nuestro alrededor. En un principio los niños son siempre los protagonistas en la memoria y clasifican el hecho según cómo lo vieron. Al no tener la capacidad cognitiva o de lenguaje para procesarlo y almacenarlo de forma correcta, se suele almacenar como imágenes y el hecho se vuelve borroso o simplemente se pierde en el tiempo. Además, aquellos recuerdos considerados como traumáticos, se borran más rápidamente para volverse casi inaccesibles, en lo que quizá sea una forma de protección para un cerebro en plena formación. También, se cree que las niñas tienden a mantener recuerdos antes que los niños. Estudios determinan que las niñas pueden recordar algo que ocurrió cuando tenían tres años y medio mientras que en el caso de los varones, la edad sube a los cuatro años.

Todo esto lo acaba de demostrar la psicóloga canadiense Carole Peterson de la Universidad Memorial de Newfoundland, con un nuevo estudio con menores. Hasta el momento se pensaba que el fenómeno de la amnesia infantil, (la escasez o ausencia de recuerdos de los primeros años de nuestra vida), se producía sólo en los adultos. Sin embargo, este fenómeno también sucede en los menores. En los mayores, la edad media del momento del primer recuerdo es de tres años y medio, pero en los niños esta memoria cambia según se va creciendo.

El caso es que yo achacaba que mi falta de recuerdos anteriores a los cuatro años de edad se debía a una torpeza infantil por mi parte. Igual que comencé a andar algo más tarde de lo normal, pensaba que solamente fui capaz de retener recuerdos a una edad más tardía que el resto. Sin embargo, veo que es algo normal no recordar nada de mis cuatro primeros años de vida y que lo excepcional hubiese sido lo contrario.


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