martes, 8 de julio de 2014

LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

Cuando comencé a realizar el proyecto fin de carrera dejé de solicitar las prórrogas para la realización de la prestación social sustitutoria al servicio militar, pues me había declarado objetor de conciencia. Así, en Junio, me concedieron destino en el Ayuntamiento de Valladolid, para realizar mi prestación como personal de apoyo en un centro de integración de personas que habían padecido cuadros de adición. En un principio, la duración de la prestación debía ser de trece meses, aunque ya estaba en trámite la equiparación de la duración de la prestación social sustitutoria a la del servicio militar, por lo que sabía de antemano que mi prestación iba a durar nueve meses. Posteriormente, cuando acabé el proyecto, solicité el traslado a mi ciudad natal, Aranda, donde continué mi prestación en la U.S.O., sindicato que por aquel entonces utilizaba a dos objetores como ayudantes de la secretaria, algo que yo consideraba bastante cuestionable éticamente, ya que las tareas que desempeñábamos ambos eran propias de un puesto de trabajo.

Evidentemente, aunque cuando rellené la declaración de objetor de conciencia marqué casi todas las casillas, (a excepción de los motivos religiosos), mi objeción se debía a motivos éticos y a mi desarrollado anti-militarismo. Por aquel entonces había una enorme puesta en duda sobre la utilidad del servicio militar y, por ende, de la prestación social sustitutoria. Por un lado se abogaba por la continuidad del sistema, pues según ciertas corrientes ideológicas muy cercanas a la mía equiparaban las clases sociales, ya que todos estaban obligados a realizar el servicio militar, independientemente de la clase social a la que se pertenecía, a la vez que suponía un ahorro en gastos militares, ya que la retribución de los soldados de reemplazo era irrisoria. Por el otro, se reclamaba un ejército totalmente profesional, algo que según esas mismas corrientes ideológicas veían como nutrir al ejército principalmente de las clases populares, pero que libraba a los civiles de “tener que perder nueve meses de su vida” en realizar unos servicios considerados como inútiles. Además, en el caso de los objetores de conciencia, una gran mayoría de ellos estaban realizando tareas propias de un servicio profesional, por lo que se estaban cubriendo puestos de trabajo con esas prestaciones sociales. A eso había que añadir el que en los últimos años de por entonces, el número de objetores era superior al de aquellos que realizaban el servicio militar, por lo que el ejército debía incorporar soldados profesionales para paliar la carencia de soldados de reemplazo.

El caso es que poco más de dos años después de realizar mi prestación social sustitutoria, afortunadamente, el servicio militar pasó a la historia, así como la prestación social sustitutoria, por lo que fui uno de los últimos prestatarios de servicios sociales obligatorios de este país. Para mí, como para la gran mayoría de todo aquel que ha realizado tanto el servicio militar como la prestación social sustitutoria, aquello se trataba de un absurdo. En mi caso, tuve que estar cinco meses, sin poder incorporarme al mercado laboral, debido a que tenía que terminar la prestación social, (el resto lo pude compatibilizar con mis estudios). En la mayoría de todos los demás casos que conozco, ha sido un año el que han perdido, para saldar “una deuda con el Estado”. Como si pagar impuestos no fuera ya de por sí un deber más que suficiente.

El servicio militar fue abolido en España en 2001, aunque sigue estando vigente en una gran mayoría de los estados del mundo. Se trata de un absurdo que enseña a matar, a estar preparado para combatir, a dar tu vida por tu patria y a acatar la disciplina militar, aquella que obliga a la reverencia de los mandos superiores y a tener que acatar todas sus órdenes, sean de la naturaleza que sean, todo ello en nombre de la defensa nacional.

En España, la prestación social sustitutoria al servicio militar nació como consecuencia de la Ley de Objeción de Conciencia, redactada en 1985, aunque no fue llevada a la práctica hasta 1988 debido a la presentación de varios recursos por inconstitucionalidad. Por aquel entonces existían en España cerca de 22.000 objetores de conciencia, que se podían enfrentar a penas de cárcel de dos años, cuatro meses y un día por negarse a realizar el servicio militar, ya que no tenían en la prestación de servicios sociales una alternativa.

Dicha Ley de Objeción de Conciencia nació con muchas deficiencias y con una flagrante falta de medios. El primer año de existencia de la ley, las plazas ofertadas para realizar la prestación social sustitutoria apenas llegaba a las 500. Eso unido al gran número de objetores existentes, forzaron al Gobierno del momento a pasar a la reserva en “incorporación aplazada” a aquellos 22.000 objetores de conciencia, lo que acabó siendo una amnistía encubierta.

Posteriormente, con la Ley de Objeción de Conciencia ya en marcha es cuando comenzaron a aparecer los primeros insumisos, aquellos que o bien se negaban a realizar el servicio militar sin declararse objetores de conciencia o bien se negaban a realizar la prestación social sustitutoria. La forma de gestionar aquellos casos por parte de la justicia fue muy arbitraria. Recuerdo casos de gente a la que no se le citó y casos de otros que fueron juzgados y condenados, teniendo que pasar por prisión, a pesar de que Amnistía Internacional los consideró presos de conciencia. En 2002, con la supresión del servicio militar obligatorio, hubo que reformar el Código Penal y el Código Penal Militar para eliminar los delitos relacionados con la insumisión. Eso supuso la amnistía para cerca de cuatro mil insumisos procesados, de los cerca de diez mil estimados que hubo a lo largo de la década de los noventa.

Este tema, el de la insumisión y el anti-militarismo, era muy recurrente entre los grupos musicales que yo oía y, evidentemente, era uno de los pilares ideológicos de gran parte de mi cuadrilla. Recuerdo todavía temas de Reincidentes, Celtas Cortos, La Polla Records, Eskorbuto, El Último Ke Zierre, Ska-P, Soziedad Alkoholika, R.I.P., Los Muertos de Cristo, Guerrilla Urbana,  Kojón Prieto y los Huajolotes, Piperrak, Síndrome de Abstinencia... Temas ahora que parecen obsoletos pero que siguen estando de actualidad ya que aún hay estados que mantienen el servicio militar como obligatorio y que preparan su maquinaria de guerra en el nombre de la seguridad y la defensa nacional. Maquinaria a la que hay que dar utilidad pues las inversiones realizadas en esta materia son enormes en la gran mayoría de los estados. Además, en todas las guerras hay al menos un estado atacante y guerras siguen habiendo. Igual si por ley a la gente no le enseñasen a matar, (aunque sea en nombre de la defensa), no habría tanta mentalidad bélica y los conflictos entre países se podrían resolver de otras maneras.

O igual es que esa maquinaria de defensa no deja de ser una cortina de humo para tener una manera de controlar a la población ante una disconformidad general con la situación particular que pueda vivir cada Estado.


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