lunes, 8 de abril de 2013

EL RECUERDO PARAMNÉSICO

Cuando éramos adolescentes, mis amigos y yo acostumbrábamos a ir a las fiestas de los pueblos de alrededor en los que teníamos algún conocido del Instituto. Al llegar el invierno, para seguir con la costumbre y cambiar un poco de ambiente, solíamos irnos de fiesta a algún otro lugar de los alrededores. Lo solíamos realizar a menudo, aprovechando que Jesús sabía conducir y tenía disponibilidad para coger “prestado” el coche de su padre. Asumíamos que si pasaba algo, nos tocaba pagarlo a escote que era la forma que usábamos para financiar todos nuestros gastos. Todo esto duró apenas un año, puesto que enseguida nos cansó este tipo de fiestas que siempre acababan con todos nosotros saliendo “a rastras” de casi todos los sitios que visitábamos, víctimas del efecto que provoca el hacer turismo nocturno y de visitar los únicos lugares que había abiertos de madrugada en los lugares que visitábamos.
Unos años después, durante un fin de semana que pasamos en el pueblo de Antonio, no recuerdo por qué motivo acabamos en una discoteca de San Leonardo de Yagüe que estaba ubicada junto a la carretera y justo al lado de un arroyo. Sabía que había estado en aquella localidad en una de esas noches a las que he hecho referencia en el párrafo anterior, pero no me era familiar nada de lo que veía y eso que suelo tener una buena memoria fotográfica. El caso es que cuando salimos de dicha discoteca, debido a que no queríamos participar en los servicios de limpieza del local, y antes de enfilar dirección al lugar donde habíamos dejado el coche, Jesús y yo fuimos a realizar “una meada preventiva”, aunque en mi caso era más necesaria que preventiva, de cara a afrontar el viaje hasta el pueblo de Antonio donde pernoctaríamos esa noche. El lugar más indicado era la orilla del arroyo que pasaba al lado de donde estábamos, por lo que nos encaminamos hacia allí. Justo en ese momento padecí un flashback o analepsis, a uno de esos momentos de la adolescencia descritos anteriormente, apareciendo en mi memoria un recuerdo paramnésico, (más popularmente conocido como “déjà-vu”), en el que Jesús y yo estábamos en el mismo lugar, aunque con una temperatura más gélida y bajo una tenue cortina de lluvia. Lo que cambiaba era el estado, puesto que años atrás, en ese mismo lugar y en esa misma situación, Jesús acabó sumergiendo la cabeza en el arroyo, producto del estado lamentable en el que ambos estábamos. Nada más recordarlo se lo conté a Jesús, que no recordaba nada de aquello, aunque comenzó a recordar algo según le di algún detalle más, para reírnos a carcajada limpia durante unos instantes después de su recurrente, “ahí va, es verdad” y compartirlo a continuación con el resto de la cuadrilla.
Evidentemente no era la primera vez que me sucedía, aunque sí que era la primera vez que me sirvió para rescatar un recuerdo oculto en mi memoria, ya que, por lo general, la mayoría de las veces en las que creí tener un “déjà-vu”, no logré recordar su origen o si todo era producto de mi imaginación, al fin y al cabo, muchos de estos recuerdos se deben a un asincronismo entre la memoria consciente y la inconsciente, en el que la primera percibe que está viviendo una situación parecida a la que ya tiene acumulada en la memoria inconsciente que es donde se acumula la llamada memoria a largo plazo, la que aglutina los sucesos catalogados de pertenecientes al pasado.
Por lo general, la gran dificultad que solemos tener a la hora de recordar un suceso o una situación que creemos haber vivido anteriormente se debe a que la memoria inconsciente es la más utilizada en los periodos de somnolencia, por lo que los sueños se suelen nutrir más de ésta. Cuando una persona duerme, presenta un gran despliegue de actividad en zonas cerebrales relacionadas con el proceso de la memoria de largo plazo. Esto implica que muchas de nuestras experiencias paramnésicas pudieran deberse a una memoria de sueños olvidados con elementos comunes a la experiencia que se está viviendo en el momento de la aparición de éste, por lo que el recuerdo de haber vivido una situación parecida a la que se está produciendo en ese momento podría ser el resultado de tenues recuerdos provocados por un sueño anterior, no sólo por una experiencia anterior muy parecida a la de ese momento.
La primera vez que se catalogó este tipo de experiencias fue a finales del siglo XIX, por el psíquico y filósofo francés de origen argelino Émile Boirac en su libro “El futuro de las ciencias psíquicas”, para describir la experiencia de sentir que uno ha sido testigo o ha experimentado con anterioridad lo que parece ser una situación nueva. Actualmente también se utiliza de forma irónica para destacar algún momento que se sabe que ha sucedido anteriormente.
Las experiencias paramnésicas, (déjà-vu), suelen ir acompañadas por una convincente sensación de familiaridad y sobrecogimiento, extrañeza o rareza. La experiencia previa es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia ocurrió auténticamente en el pasado y suele ser difícil asociarlo con un hecho real.
El caso es que la aparición de aquel recuerdo me hizo estar durante unas semanas recordando, o intentando recordar, pasajes de mi vida de los últimos años, pues cuando contaba con apenas veinte años me daba la impresión de que los cinco años anteriores se me habían pasado volando, seguramente, motivado por que durante esa época mi actividad social había sido frenética, algo propio de cualquier persona de esa edad. Me vino muy bien dicha actividad, porque rebuscando en la memoria pude recordar un buen número de situaciones satisfactorias que había vivido, así como otras situaciones curiosas que había dejado en segundo plano.
Desde entonces, intento guardar algún detalle de cada experiencia satisfactoria vivida, pues recordarla no deja de ser un sucedáneo de volver a vivir dicha situación y poder volver a disfrutarla, aunque sea con menor intensidad.

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