lunes, 1 de julio de 2013

EL COMPORTAMIENTO GREGARIO

Tras cursar mi primer año de Bachillerato en un internado de Valladolid, volví a mi ciudad natal para continuar mis estudios de B.U.P. en el segundo instituto de la ciudad y que tanto mi promoción como la siguiente íbamos a inaugurar. Era el instituto Mixto 2 y que durante el curso siguiente sería bautizado como I.B. Vela Zanetti en honor de un pintor de la zona.
Al volver me encontré con el problema de que no podía contar con mis amigos de siempre. Antonio y Jesús seguían estudiando en el mismo internado de Valladolid en el que me a mí, afortunadamente, los responsables del centro no me habían permitido continuar, y Marcos tenía pareja. Por todo ello, tras un tiempo sin tener con quien salir los fines de semana, empecé a quedar con José Carlos, Juan Pedro, Chavi y Julio, y más tarde Misis. Ellos fueron mis compañeros de batallas durante algo más de un año, hasta que Antonio y Jesús volvieron y empezaron a quedar con Marcos, cuando éste dejaba en casa a Paloma, pues tenía un horario de vuelta a casa muy severo. Empecé a compaginar a ambos grupos. Quedaba con José Carlos y compañía a media tarde y, sobre las doce, que era la hora en la que ellos se solían ir, me unía a mis amigos de siempre, con los que pasaba el resto de la noche. Con el tiempo, acabé quedando solamente con Marcos, Antonio y Jesús, pues solía acabar muy perjudicado quedando con ambos grupos y, además, el grupo de José Carlos ya era muy numeroso, pues se había unido mucha gente para salir con ellos.
Fue ahí cuando empezamos a hacer pandilla, ya que, por entonces, se unió a nosotros Fernan y, posteriormente, Míguel, (hermano de Fernan), y su amigo Javi. Un par de años después se unirían a nosotros Rule y Ropecho. Era una pandilla heterogénea aunque no había ninguna dificultad en decidir las cosas que hacíamos. Teníamos gustos musicales diferentes, pero encontramos unos gustos comunes como cuadrilla que utilizábamos para amenizar nuestras meriendas, viajes y reuniones, así como una ruta que incluía muchos lugares a los que ir cada noche que, sin planificación alguna, comenzó a convertirse en habitual. Igualmente, ideológicamente, comenzamos a tener una visión muy similar, de izquierdas, (algunos más que otros), pero donde el PSOE se situaba a nuestra derecha. Hasta nuestro grito de guerra “Viva la que se meaba de pie” surgió de manera espontánea en una noche de fiesta en Langa de Duero, donde Antonio aseguró haber visto a una mujer en tales circunstancias, todo ello sin que ninguno de los demás nos diéramos cuenta de ello, pese a tenerla a escasos metros. Evidentemente, dicho grito de guerra lo plasmamos en el reverso de la camiseta de grupo que nos hicimos para las fiestas de Aranda.
Con el tiempo, comenzamos a encontrar nuestra zona de confort. Bares como “El Gato Invisible”, en donde nos podíamos pasar todo la noche a solas con Félix, el dueño, con nuestras amenas tertulias políticas, y el “Kilombo” o el “Anubis”, los preferidos para nuestros desfases más sonados. Posteriormente, acabaría siendo el Vayvén el lugar que los sustituyó. Esos lugares, seguramente, no eran los preferidos de todos, pero eran los preferidos del grupo como tal. Tampoco había ningún problema a la hora de acudir a conciertos fuera de Aranda, pues la cuadrilla tenía sus gustos comunes. Así fue como Marcos, Fernan y yo nos fuimos “a dedo” a Madrid para ver tocar a Siniestro Total en Las Ventas, donde los demás no pudieron ir por circunstancias diversas, entre otras cosas porque éramos menores de edad. Pero en cuadrilla nos fuimos a ver a Los Ramones en Valladolid, a Rosendo en Hontoria del Pinar, a Los Suaves en Salas de los Infantes o a Siniestro Total y Tijuana in Blue en Melgar de Fernamental, entre otros muchos conciertos a los que asistimos por entonces.
Me di cuenta de que eran los gustos de la cuadrilla y no de que tuviéramos gustos en común cuando a Marcos le oí maldecir, años después, que una cosa que no volvería hacer es ir hasta Melgar a ver un concierto de Tijuana in Blue. También yo, he de reconocer, que pasar tantas horas en “El Gato Invisible”, aislados del mundo, no me hacía mucha gracia. Estoy seguro de que si preguntara a todos los demás, uno por uno, acerca de esto, me encontraría con que todos en alguna ocasión o circunstancia hicimos algo o acatamos algún dictamen de la cuadrilla sin coincidir con sus gustos o preferencias.
Es ahí donde comprendí que la cuadrilla tomaba sus decisiones propias, sin planificación alguna, con mayor influencia por parte de unos que de otros miembros en ciertos casos, pero en la que todos opinábamos y proponíamos y, de manera no planificada y casi espontánea, se generaban unas decisiones que eran las que todos seguíamos. Me di cuenta entonces de que los miembros de la cuadrilla habíamos tenido durante años un comportamiento gregario.
El comportamiento gregario describe cómo los individuos de un grupo pueden actuar juntos sin una dirección planificada. El término se suele aplicar al comportamiento de animales en manadas y a la conducta humana durante situaciones y actividades, tales como las burbujas financieras especulativas, manifestaciones callejeras, eventos deportivos, disturbios sociales e incluso la toma de decisiones, juicio y formación de opinión de todos los días.
Un grupo de animales huyendo de un depredador muestra la naturaleza del comportamiento gregario. Cada individuo miembro de un grupo reduce el peligro para sí mismo al moverse tan cerca como sea posible al centro del grupo que huye. Entonces, parece que la manada actúa como una unidad en movimiento conjunto, pero su función emerge del comportamiento no coordinado de individuos que buscan su propio bienestar.
Evidentemente, este tipo de comportamiento no es único de nuestra cuadrilla sino, más bien, un comportamiento generalizado de todas aquellas cuadrillas que no tengan definido uno o unos líderes firmes que asuman la toma de decisiones. Lo más lógico es llegar a una toma de decisiones basada en los gustos comunes y en la que ningún miembro de la cuadrilla se vea desplazado, para la supervivencia de ésta.
Lo más gracioso es que buscando en el origen de las decisiones que acabaron siendo comportamiento generalizado del grupo o decisiones de la cuadrilla, hay influencias de la gran mayoría de los miembros del grupo, por lo que es de suponer que el comportamiento gregario ha de ser, por lo tanto, el comportamiento generalizado en cualquier grupo unido sin una causa concreta más allá que la de buscar estar juntos para satisfacción y disfrute colectivo.
Es posible que, aparte de todos los cambios que todos desarrollamos a los largo de nuestra vida, principalmente con la aparición de parejas sólidas y de las situaciones laborales, es ahí donde puede estar uno de los orígenes del final de las cuadrillas de la adolescencia y de la juventud, en dejar de acatar el dictamen de la cuadrilla, en dejar de tener un comportamiento gregario.

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