jueves, 18 de diciembre de 2014

LOS ERRORES COMUNES DEL CASTELLANO

Tiene fama Valladolid de ser la zona del mundo donde mejor se habla castellano, sin embargo es una zona laísta y leísta, como casi toda Castilla, Cantabria y Madrid. Reconozco que, por mi origen, me cuesta emplear correctamente estas formas y no caer en errores propios de leístas y mucho menos aún de laístas.

El laísmo es el empleo de las formas “la” y “las” del pronombre ella para dativo en función de objeto indirecto para referentes del género femenino, en lugar de las formas estándar "le" y "les". La lengua castellana mantiene la antigua declinación latina y el uso de los casos latinos en los pronombres personales, mientras que la evolución de la lengua castellana tiende a la eliminación total de los casos latinos. Las variantes laístas han profundizado en esta tendencia y neutralizan la diferencia entre el complemento directo (acusativo) y el complemento indirecto (dativo) en favor de la distinción de género. El “le” como complemento indirecto es ambiguo y para eliminar dicha ambigüedad se utiliza un segundo pronombre con preposición: “Le dije, a él/ella”. Por lo tanto, el deseo de matización del género por parte del hablante propicia su uso incorrecto.

El leísmo es el empleo de las formas “le” y “les” para el complemento directo cuando el pronombre representa a personas, es decir, es la sustitución de los pronombres personales “lo” y “la” por “le” en la posición de complemento directo y en los verbos que tradicionalmente rigen el caso acusativo, (también llamados verbos transitivos), siendo el más frecuente y extendido para el caso singular masculino y personal, (el único admitido, aunque no recomendado, junto con el leísmo de cortesía y de contacto). Cabe destacar que dos literatos de la talla de Miguel Delibes o Gonzalo Torrente Ballester han sido reconocidos leístas.

Existe un tercer error relacionado con ambos. Es el loísmo y es la  sustitución del pronombre personal "le" (que representa generalmente al objeto indirecto) por "lo". Este fenómeno está considerado como vulgarismo por la R.A.E. y es un error en el que se puede llegar a caer cuando se está intentando corregir el leísmo.

Otro error localizado principalmente en Euskadi, La Rioja y la parte Oeste de Castilla y León, es conjugar mal el tiempo verbal en las oraciones condicionales, utilizando el Condicional Simple o Compuesto en lugar del Pretérito Imperfecto o Pluscuamperfecto de Subjuntivo, utilizando formas incorrectas como “si sería” en lugar de “si fuese”, conocido como prótasis del Condicional Simple o Postpretérito. En la zona de Madrid es frecuente el uso incorrecto del imperativo singular del verbo ir, (“ves” en lugar de “ve”), y en los casos más extremos también con los verbos dar, caer o traer. Y en Andalucía se sustituye “usted/es” por tú/vosotros, conjugándolo en segunda persona en lugar de en tercera, (“ustedes estáis” en lugar de “ustedes están”).

Deslocalizando errores, el dequeísmo es bastante común en todo el país. Consiste en la utilización no normativa de la preposición "de" junto a la conjunción "que" en oraciones sustantivas (de objeto directo). Es un anacoluto (un cambio repentino en la construcción de la frase que produce una inconsistencia) que deriva del cruce de dos estructuras sintácticas, la de complemento directo y la de una oración subordinada. A partir de este error suele surgir el contrario, el “queísmo” o “dequefobia”, que consiste en no utilizar la preposición “de” delante de una frase subordinada que comienza por “que” cuando es necesaria por miedo a caer en el dequeísmo.

También son bastante comunes errores como añadir una “s” al final de la segunda persona del singular del pretérito indefinido, (“vinistes” o “acabastes” en lugar de “viniste” o “acabaste”), dar órdenes en infinitivo en lugar de en imperativo plural, (“ir”, “venir” o “acabar” en lugar de “id”, “venid” o “acabad”), terminar los participios de los verbos de la primera conjugación en “-ao” o “-au” en lugar de en “-ado”, utilizar determinantes masculinos delante de sustantivos femeninos que comienzan por “a” tónica (“este agua”, “ese águila” en lugar de “esta agua”, “esa águila”), pronunciar las palabras terminadas en /d/ como /z/, pronunciar la /s/ como /z/ (ceceo), la /z/ como /s/ (seseo) o la elle como “y” (yeísmo), conjugar incorrectamente el verbo satisfacer, (que se conjuga como el verbo hacer), o el Pretérito Perfecto Simple de los verbos andar, caber y los terminados en –traer (atraer, retraer, retrotraer, sustraer y traer) y –ducir (aducir, conducir, inducir, seducir, producir, reproducir, seducir y traducir), modificar el acento de ciertas palabras como apoplejía, avaro, caracteres, cuadriga, electrólisis, espécimen, fluido, libido, retahíla o zenit, entre otras muchas, o pronunciar mal ciertas palabras como taxi, espurio, croqueta, tortícolis, trastorno, prejuicio, barajar, idiosincrasia, sarpullido, ineptitud, esparadrapo, helicóptero, fortísimo, popurrí, pobre, restricción, mahonesa/mayonesa, así como las formas verbales “viniste” o “haya”, entre otras muchas, por citar las más frecuentes.

Otros errores se basan en ciertas concreciones. Así, “detrás mío, tuyo o suyo” es incorrecto pues los adverbios de lugar sólo pueden ir seguidos por una preposición y un pronombre personal (detrás de mí, de ti, de él) nunca por un pronombre posesivo. Completamente gratis es incorrecto, puesto que nada es parcialmente gratis. “Más mejor” y “más mayor” son incorrectas por redundancia, (salvo que sea un adjetivo en grado positivo). El verbo “preveer” no existe, es un engendro producto de la mezcla de los verbos prever y proveer. El gerundio de posterioridad es incorrecto, puesto que el gerundio expresa simultaneidad o anterioridad respecto a la acción del verbo principal de la frase. Valorar positivamente es una redundancia y valorar negativamente es un oxímoron, porque cuando se valora ya se está reconociendo el valor o mérito de algo o alguien.

Hay otros errores frecuentes como son las construcciones “en base a” y el galicismo “sustantivo + a + infinitivo”, ciertas redundancias repetitivas (pleonasmos) y ciertas locuciones latinas (la alma máter, grosso modo, statu quo, motu proprio, cum laude…) que se utilizan de forma incorrecta, aunque mucho me temo que la RAE acabe dando cabido a dichas formas incorrectas pues, al fin y al cabo, ya reconoció con anterioridad engendros como almóndiga, arrascar, asín, hacera, interromper, madalena, perene, podrirse, pretensioso, prolífero, rencontrar, rosalera, setiembre, somnámbulo, soñolencia, trasgredir, ubiquidad, vagamundo, ovio, vapular o zabullirse, entre otras.


Pensándolo bien, con estos antecedentes y aunque alguien me pueda tildar de vulgar, el leísmo y el laísmo son errores que de ser incorporados como norma modernizarían el idioma, pues es más lógico utilizar el pronombre en su forma de género que en función de su evolución desde el latín como pasa en algún otro idioma de origen latino y en inglés, por citar algún que otro ejemplo. Se convertiría así en una lengua más precisa y moderna, aunque ahora nos suene mal.

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