martes, 17 de julio de 2012

EL GATO DE SCHRÖDINGER

El otro día vi a un compañero de trabajo con una divertida camiseta que decía en inglés, “libertad para los gatos de Schrödinger” y no pude evitar sonreír y acordarme de esta paradoja, que tanta controversia generó en la física cuántica moderna. Lo que más me preocupó es que no deparé en la originalidad de la camiseta y que tendría que haber sido adquirida en un lugar muy especializado para temas concretos o extraños y yo lo había asumido con total naturalidad.
Para quien lo desconozca, el experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger es un experimento imaginario concebido en 1935 por el físico Erwin Schrödinger para exponer una de las consecuencias menos intuitivas de la mecánica cuántica.
Este experimento mental consiste en imaginar a un gato que se encuentra dentro de una caja, junto a un curioso dispositivo formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy volátil y un martillo que pende sobre la ampolla de forma que la romperá al caer sobre ella. Si esto ocurre, escapa el veneno y el gato muere. El mecanismo que controla el martillo no es más que un detector de partículas alfa, acondicionado de tal forma que, si detecta una partícula alfa, el martillo se suelta, rompe la ampolla y el gato muere. En el caso contrario, el martillo permanece en su lugar, la ampolla no se rompe y el gato sigue vivo.
Una vez que se ha montado el dispositivo y el gato está cómodamente instalado en su interior, comienza el experimento. Al lado del detector se coloca un átomo radiactivo especial, que tiene una probabilidad del 50% de emitir una partícula alfa en un lapso de tiempo definido, (por ejemplo, una hora). Cuando ese tiempo haya transcurrido, el átomo ha podido emitir una partícula alfa o no, por lo tanto, el martillo puede haber golpeado la ampolla o no y, dependiendo de todo ello, el gato estará vivo o muerto. Por supuesto, no hay forma de saberlo si no se abre la caja para comprobarlo.
Aquí es donde las leyes de la mecánica cuántica hacen de este experimento algo mucho más interesante. Si se intenta describir lo que ocurre dentro de la caja con los principios de mecánica cuántica el resultado sería una superposición de dos estados combinados, mitad de “gato vivo” y mitad de “gato muerto”. Esto significa que mientras la caja permanezca cerrada, el gato estaría a la vez vivo y muerto, es decir, el estado del gato ha dejado de ser algo concreto para transformarse en una probabilidad.
La única forma de saber con certeza si el animal sigue estando vivo o no es abrir la caja y mirar dentro. En algunos casos nos encontraremos con un gato vivo y en otros con uno muerto. Según Schrödinger, lo que ha ocurrido es que, al realizar la medida, el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompiendo la superposición de estados y el sistema se define en uno de sus dos estados posibles. Pero según el sentido común, resulta claro que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Sin embargo, la mecánica cuántica garantiza que mientras nadie espíe el interior de la caja el gato se encuentra en una superposición de los dos estados vivo/muerto. Evidentemente, la sola idea de la existencia de un gato “medio vivo” es un atentado contra el sentido común.
Esta paradoja ha sido objeto de gran controversia tanto científica como filosófica, hasta el punto de que el genial Stephen Hawking dijo que cada vez que escuchaba hablar de ese gato, le daban ganar de sacar su pistola, aludiendo al suicidio cuántico, que era una variante del experimento de Schrödinger.
Evidentemente estamos hablando de física teórica, aquella en la que no se podían comprobar distintos aspectos físicos como la dirección de giro de los electrones o las desintegraciones atómicas y se basaban en probabilidades fidedignas.
Lo curioso es que esta paradoja es muy aplicable a la vida real, ya que en muchos casos no nos es posible obtener la información real acerca de algo o de alguien y se realizan suposiciones, por lo que extrapolando la paradoja de Schrödinger, todo aquello que desconocemos pero que creemos que tiene una considerable probabilidad de haber sucedido estaría en los estados “mitad sucedido” y “mitad no sucedido”. Afortunadamente, la vida real y la interacción social nos permiten un margen más alto de imprecisión que la física cuántica y nos dejan incorporar variables como la especulación, la intuición, el deseo y el descrédito para así no dejar una situación de la que no podemos tener pruebas para analizar lo sucedido más que a partir de la versión de los protagonistas o de los testigos, si es que hubo, en “mitad sucedido” o “mitad no sucedido”. Evidentemente, ese estado sería el más correcto, pero dejaría infrautilizadas un gran número de nuestras cualidades humanas consistentes en especular con la posibilidad de lo sucedido, intuir lo que ha podido suceder, intentar hacer que parezca que ha sucedido lo que se desea o desacreditar a alguno de los protagonistas, de los testigos o el acontecimiento en sí mediante la denostación, entre otras cualidades.
No sería buena idea utilizar las propiedades físicas para nuestra vida cotidiana pues le quitaría todo el encanto de las distintas facetas en las que se basan nuestras relaciones personales y en las que, en muchos casos, hay que dar opinión de qué se piensa acerca de algo aún cuando la información que se posee no es concluyente para poder dar una opinión formada. Se acabarían las especulaciones que son las que dan forma a la gran mayoría de las opiniones que vertemos en nuestras relaciones interpersonales o incluso en los distintos artículos de opinión y sobretodo se acabaría el arte de la manipulación que es la actual “gran” cualidad humana, aquella que vierte una opinión de forma interesada para provecho propio o de un individuo o grupo afín.
Yo, llegado a este punto, prefiero que el gato de Schrödinger siga en estado mitad vivo y mitad muerto, siempre y cuando no se logre abrir la caja, antes de dar una opinión formada. Por otro lado, que la caja pudiera ser abierta sería lo deseable, no sólo para saber la verdad, sino para desenmascarar a los continuos manipuladores que se aferran a cualquier indicio de duda para imponer su opinión o su deseo de realidad y que incluso siguen viendo al gato de la misma manera aunque la caja haya sido abierta y el resto vea otra cosa.

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