martes, 3 de julio de 2012

TODO O NADA

Es curioso cómo se pasa del blanco al negro en apenas instantes. Es algo que nunca he sido capaz de asimilar, cómo se pasa de ser todo para alguien a no ser absolutamente nada o viceversa, de no ser absolutamente nada pasar a ser absolutamente todo. Cuando esto ocurre hay algo que me perturba, como si fuera incapaz de asimilar cambios tan drásticos. Puede deberse a que todo es una hipocresía en la que estamos envueltos continuamente y que todo está basado en cubrir necesidades por lo que quien es utilizado para cubrir dichas necesidades es alguien que pasa de ser innecesario a ser totalmente vital e imprescindible hasta que estas necesidades dejan de existir o se generan otras, momento en el cual se prescinde de ese alguien que se utilizó para cubrir las antiguas necesidades, ahora obsoleto o no adaptable para cubrir las nuevas.
Creo que en realidad ese paso no es tan drástico y no se cae desde tan arriba o no se sube desde tan abajo, (aunque creo que es realmente que no se sube tan arriba, sino que se exagera la sensación). Esto es extrapolable a todos los campos, no sólo al afectivo o al sentimental. Ahí están los ejemplos de los continuos mitos caídos o los nuevos mitos que emergen para sustituir a los suprimidos por el hartazgo, el fracaso o la decepción, sin deparar en lo que se ha aportado o lo que han aportado. Es algo caduco de lo que hay que deshacerse y la maquinaria sigue su marcha sin importar lo que queda atrás.
Realmente lo que es drástico es la caída, porque el ascenso suele ser lento y si es más rápido es por cubrir unas necesidades imperiosas, bien afectivas, bien sentimentales o bien de resurgimiento de un nuevo ídolo público. Todo esto suele dejar un vacío propio de la sociedad en la que vivimos, algo parecido al proceso de adquisición, consumo y desecho. Se adquiere una nueva amistad, pareja sentimental o un nuevo ídolo personal o de masas para exprimirlo en beneficio propio y desecharlo cuando las necesidades, los objetivos o las preferencias han variado. Parece ser que estamos expuestos, al consumo humano por parte del resto de los propios humanos. Se puede decir, por tanto, que no somos más que recursos humanos, tal y como la economía más liberal nos denomina, la forma más inhumana en la que se puede hacer referencia a un ser humano. Al fin y al cabo un recurso no es más que un elemento disponible para resolver una necesidad o llevar a cabo una empresa, es decir, algo a lo que dar un uso para beneficio de quien lo utiliza.
Todo esto no es de extrañar, no es más que el reflejo de nuestros hábitos cotidianos y de los cambios que se han producido en los últimos años en nuestra sociedad. Una sociedad que ha pasado de consumir lo que necesita a generar la sociedad del consumo. Supongo que igual que anteriormente se le daba más valor a las cosas materiales que se tenían alrededor, ahora se ha pasado a conceptos como la obsolescencia programada y al “pasado de moda” que hace que lleve a los individuos de esta sociedad a la práctica más exagerada del usar y tirar, incluso lo definiría como comprar, apenas usar y tirar. ¿Por qué no ha de reflejarse eso también en las relaciones humanas del tipo que sean? Es la cultura que nos han impuesto y que creemos que hemos decidido nosotros mismos, pero hemos nacido con ella o se nos ha ido imponiendo a pequeñas dosis, tan pequeñas que lo tomamos como decisiones propias. Igual que cualquier recurso material es desechado en el momento en el que la necesidad que se tiene hacia él ya no es tal, o se descubre otro recurso más útil para cubrir dichas necesidades, se opera de la misma manera con las personas o recursos humanos. Será por eso que las relaciones afectivas o sentimentales también son menos duraderas y se empieza a generar la sociedad del individuo, esa sociedad en la que sus componentes son capaces de funcionar sin la necesidad de interaccionar entre ellos más que para satisfacer ciertas necesidades propias de cada uno.
Es de suponer también que, por todo ello, ya apenas quedan ídolos permanentes en casi ningún campo artístico, (música, cine, pintura, escultura, literatura…), y hay que recurrir a los ídolos del pasado, de décadas anteriores o de siglos pasados, porque los que actualmente surgen son tantos y tan efímeros que ni somos conscientes de su caída o desaparición, víctimas del consumismo compulsivo que los puso en el top y los quitó de allí a los pocos días meses o años, muchos de ellos pasando inadvertidos incluso cuando fueron encumbrados. Igualmente pasa con los ídolos deportivos, que en cuanto su carrera comienza a decaer o se retiran, pasan al ostracismo, sin ser recordaros a posteriori por sus gestas o momentos de éxito.
Al final, la sociedad no es más que el reflejo de lo que genera y eso se traslada también a los individuos que la conforman, que igual que consumen arte, espectáculos, actividades varias y recursos materiales, acaban siendo consumidores de amistades y sentimientos, generando la sociedad del individuo, un individuo cada vez más aislado y que sólo interactúa como parte de ese consumo organizado y que en el momento en el que lo que consuma no le satisfaga, volverá a su reducto o saldrá en busca de nuevas adquisiciones, generando una sociedad que interacciona sólo por el interés personal, apoyado además, por un amplio catálogo de recursos materiales que le harán más llevadera y entretenida su soledad y que le generarán las suficientes interacciones virtuales como para satisfacerlo. Es por ello que los sentimientos acaban siendo condicionados a estas necesidades y pasan a formar parte de este mercantilismo acentuado exponencialmente, siendo fácilmente suprimibles en el momento en el que no se adaptan a las necesidades del momento.
Esperemos que la historia siga siendo cíclica y que estos tiempos de liberalismo económico radical (neoliberalismo) que se ve reflejado sobre los miembros que componen esta sociedad, sigan resquebrajándola hasta que pueda de nuevo asomar la cabeza el socialismo y todos sus subgéneros, donde los recursos humanos vuelvan a ser personas con quienes compartir momentos y sentimientos, o la vida en general, y no se utilicen sólo para cubrir necesidades puntuales, pudiendo interaccionar e incluso generar sentimientos mutuos con otros seres que no se adapten a unas necesidades puntuales.

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